Hay actores que gustan muchísimo en sus épocas y, cuando pasan varias décadas, son considerados desfasados. Ese es el injusto caso, me temo mucho, de Humphrey Bogart. Hoy (y desde hace ya mucho tiempo) se caricaturizan los personajes interpretados por Bogart como un detective enfundado en una gabardina, con un sombrero ladeado, fumando sin parar y con un gesto de tipo duro que te incapacita para sostener su mirada. Bueno... estereotipos... ya se sabe... Y es que, en aquellos años 30, 40 y 50 del siglo pasado se buscaban tipos duros y Bogart, con su rictus de madera (parece que provocado en parte por una esquirla durante la Gran Guerra) era el prototipo perfecto. Pero claro, un actor interpreta los papeles que le ofrecen, no es el culpable de que el personaje en cuestión sea, a la luz de nuestros días, un auténtico capullo (quede como anécdota que siendo yo chico, en aquellos años 80, cuando alguno se ponía en plan tipo duro se burlaban de él diciendo: "¡qué pasa, Humphrey!"); en todo caso, a pesar de papeles un tanto exagerados, Bogart era un extraordinario actor: un tipo enclenque de metro setenta que resultaba perfecto como galán entre guaperas de metro noventa, un actor que no temía primeros planos sino que eran su fuerte (la capacidad expresiva de aquella cara arrugada era así de extraordinaria), un actor, en fin, capaz de dar verosimilitud a cualquier película, ésta entre ellas:
Imagen tomada del sitio www.doctormacro.com |
Por cierto, esta película se estrenó el año 56, probablemente ya estaría enfermo del cáncer de esófago que lo mataría el año siguiente. Aquí también hay sombreros ladeados, trajes cruzados con grandes hombreras y nicotina a tutiplén. Bogart encarna a un periodista deportivo de gran fama pero en horas bajas que acepta un trabajo muy bien pagado pero de gran inmoralidad en el mundo del boxeo. Su empleador, interpretado por un excelente Rod Steiger, es un crápula sin moral alguna que compra combates y lanza a un paquete, "Toro Moreno" hasta la cumbre de los pesos pesados para dejar que lo reviente el campeón. La imagen que se da del boxeo, por cierto, es deplorable: todo son engaños, artificios y brutalidad sin una pizca de humanidad. Bogart irá teniendo reparos morales a medida que se aprovechan del pobre gigante ingenuo par conseguir dinero.
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Al margen de la corrupción generalizada en el boxeo, la película muestra a un genio de la interpretación en las distancias cortas que hace que los que somos capaces de disfrutar con el cine omitiendo la coyunturalidad de las películas lleguemos al éxtasis. Es una gran película, dura, pero con una trama muy bien urdida, pero, sobre todo, nos muestra a un actor imponente.