Terminé de leer Sin novedad en el frente. No fue fácil, mi acentuada sensibilidad me ha generado pesadillas nada desdeñables con su lectura. Ahora paso a algo en las antípodas: Truman Capote. De éste leí hace años A sangre fría, no me gustó nada, me pareció estar leyendo una crónica de sucesos de cualquier tabloide. Tenía calidad, sí, pero ni el tema ni la forma de tratarlo me gustó. Los relatos recogidos en este tomo por Anagrama son de la primera época del escritor, y se nota. Según el prólogo, algunos son de su época de instituto y denotan una falta de experiencia en el oficio evidente, sin embargo, el talento está ahí, es innegable que estos cortos relatos son capaces de enganchar al lector, tienen una brillantez evidente y cuentan con unos giros que te dejan sorprendidos.
Sus personajes son tipos con alguna que otra tara (juzgándolos, claro está, desde una posición ultraconservadora y ortodoxa). Son marginados sociales, solitarios empedernidos, vagabundos... productos, en muchos casos, de aquella Depresión del 29 que dejó tantas "víctimas colaterales", igual que la crisis que nos ha tocado vivir a muchos en este principio de siglo.
He leído muy poco de Capote y no tengo, pues, muchos argumentos para juzgarle. Tal vez lo hice con demasiada severidad al leer A sangre fría, la cual, escrita en los sesenta, se vio influida por la llamada Generación Beat, algo que siempre me dejó frío, nunca encontré calidad en lo poco que leí de Allen Ginsberg o de Jack Kerouac.
En todo caso, estos relatos tienen una frescura que enamora, y no tienen nada de periodístico, son literatura breve y condensada en estado puro, y, sobre todo, suponen un cambio brutal con Remarque... lo necesitaba.