Más del noventa por ciento de lo que leo es narrativa. La práctica totalidad del resto es poesía, con un poco, muy poco, de teatro y prácticamente nada de ensayo. Pero en alguna revista literaria leí sobre el tal Korczak (de verdadero apellido, Goldszmit) y este ensayo: Diario del gueto.
Digo ensayo pero no está articulado como tal, de hecho la sensación de estar deslavazado se aprecia desde el inicio. Porque el título no puede ser más literal: es un diario de un tipo durante el gueto de Varsovia. Lo interesante está en las reflexiones que apunta en ese diario alguien que mantiene en aquellas terribles condiciones un orfanato para los más desgraciados de entre los desgraciados: los niños judíos huérfanos que, de no ser por él, habrían muerto de inanición en los primeros meses del confinamiento en el gueto.
Korczak era médico por formación, pero destacó como educador (sí, educador, no enseñante, que ya la mayoría no entiende la diferencia; un enseñante enseña matemáticas o lengua o sociales, un educador enseña a vivir, a respetar al otro, a ser persona...). Pues eso, el bueno del Janusz Korczak dedicó buena parte de su vida a cuidar de los más necesitados, sacando dinero de donde podía, mendigando unos pocos zlotys para poner una sopa aguada delante de cada crío. Eso es lo que se pretende demostrar este diario, la inmensamente meritoria labor de su autor... y, temo, no lo consigue.
No consigue transmitir la importancia de su labor porque esto es un simple diario a vuelapluma. Korczak publicó bastantes libros, algunos de ensayo puro sobre la educación de niños basada en el amor y en la conmiseración (sí, he dicho conmiseración), además de cuentos, fábulas, que sirvieran para hacer entender a los más duros de corazón (aquellos que mandan) la necesidad de cuidar a los niños como el tesoro más valioso de toda sociedad. Lo que ocurre es que Diario del gueto, publicado por Seix Barral es simplemente el diario de este hombre. Apenas hay ideas sustanciosas, lo que hay es las confesiones de un hombre cansado de luchar contra viento y marea, pero no hay nada de enjundia. En mi humilde opinión, lo escrito en ese diario no justifica su publicación, algo que el propio autor, que describe en el diario su afán por publicar otros textos, nunca hubiese querido.