Lo que he ganado con la soledad es poder decidir por mí mismo mi dieta
espiritual. No tengo que ver a mis enemigos en mi propia casa, sentados a
mi mesa, ni escuchar en silencio mientras alguien se burla de lo que yo
más estimo; no tengo que escuchar, dentro de mi casa, la música que
aborrezco; evito ver periódicos, tirados por ahí, con caricaturas de mis
amigos y de mí mismo; me he liberado de leer libros que desprecio y de
visitar exposiciones y admirar cuadros que no me gustan. En una palabra,
soy dueño de mi alma en aquellos casos en los que uno tiene algún
derecho de serlo, y puedo elegir mis simpatías y antipatías. No he sido
nunca un tirano, lo único que he pretendido es dejar de ser tiranizado,
cosa que no soportan las personas tiránicas. Al contrario, siempre he
odiado a los tiranos, y esto es algo que los tiranos no perdonan.
August Strindberg