Ya escribí la variada calidad en los relatos contenidos en el tomo Cuentos góticos de Elizabeth Gaskell; algunos, la verdad, son muy flojos, sin embargo, otros son sublimes, entre estos últimos está La bruja Lois. Es, según los cánones actuales, más una novela breve que un relato atendiendo a su extensión; su título no deja lugar a dudas con respecto al tema: la caza de brujas en Salem, Nueva Inglaterra, a finales del siglo XVII.
En literatura, lo mejorcito de ese tema fue siempre para Nathaniel Hawthorne con su La letra escarlata, una de las grandes obras de este autor y lectura obligada en estudios medios y superiores de los países anglosajones. Hawthorne humaniza la historia mostrando la brutalidad del fanatismo religioso que surge del miedo a lo desconocido y la incapacidad para afrontar la propia pequeñez; dichos miedos se conjuran buscando un chivo expiatorio para así liberar la presión sobre uno mismo. Es algo que el ser humano ha hecho desde tiempos inmemoriales y, desgraciadamente, seguirá haciendo en el futuro.
Elizabeth Gaskell pergeña un relato extraordinario. De nuevo los miedos de una pequeña sociedad primitiva que apenas puede salir adelante contra la dureza del Nuevo Mundo, las enfermedades y los ataques de los indios (que, a su vez, son masacrados de forma inmisericorde) llevan a los líderes sociales a purgar al diferente para, en una orgía de sangre, conseguir la ansiada calma. En el relato de Gaskell la diferente es Lois Barclay (además de las sirvientes indias), recién llegada de Inglaterra a su familia americana y que nunca acaba de ser bien aceptada por ésta. Las razones últimas por las que Lois será declarada bruja y, finalmente, asesinada son tan estúpidas como que un pastor olvida partes del Padrenuestro al oficiar la misa, que las vacas dejan de dar leche súbitamente o que una chica histérica se caiga y se haga daño en un brazo. El testimonio de esta chica (Prudence, prima de Lois, que en realidad está celosa de la presunta bruja porque atrae más la atención de un joven pastor) es la prueba determinante para que Lois sea asesinada sin el menor atisbo de misericordia entre sus coetáneos.
Es buenísimo el retrato psicológico que Gaskell hace de sus personajes; como siempre escribo, sobre todo por plasmar la evolución de los mismos, que da sensación de avance en la novela y que hace al lector partícipe de los miedos y miserias de aquella sociedad. Todo comienza con desconfianza hacia la recién llegada, continúa con una aceptación parcial e incluso con proyectos de boda, para terminar con un odio cerril y el aprovechamiento de la cerrazón generalizada para eliminarla físicamente.
Es, pienso yo, un relato de mujeres para mujeres (y, obviamente, para cualquiera con sensibilidad suficiente) no solamente por el género de la escritora, sino porque los personajes principales son mujeres: mujeres que sienten envidias y odios hacia otras mujeres (Prudence y Faith, principalmente, hacia Lois), mujeres que ejercen su ascendencia sobre hombres para que éstos dicten sentencia (Grace Hickson, tía política de Lois, sobre el pastor Tappau y el juez Hathorn) y mujeres las que son ajusticiadas (Lois y las sirvientes indias Hopa y Nattee). El género aquí, desde luego, está estereotipado, pero es muy interesante que fuera una escritora la que pusiera en claro los importantísimos roles que juegan las mujeres en la transmisión de las creencias sociales que pueden llevar a aberraciones tan terribles como ésta.
Desgraciadamente,como antes decía y teniendo en cuenta los tiempos que corren, los miedos generalizados (convertidos frecuentemente en pánico indisimulado) llevan a la búsqueda de un chivo expiatorio, un cabeza de turco para liberar la presión que todos sentimos sobre nosotros por la dureza general de vivir, no digamos ya en tiempo de pandemia, esto hace atemporal cuando no tremendamente actual un relato escrito a mediados del XIX.