La embriaguez de la metamorfosis es la octava novela que leo de Zweig, (lo he comprobado en el archivo de excel en el que organizo mi biblioteca). Todas las anteriores novelas me gustaron, desde la primera noté un talento literario inusual, una capacidad descriptiva fuera de lo habitual... sin embargo, es con ésta con la que estoy disfrutando como hacía años no lo hacía.
Imagen tomada de wikimedia Commons |
Como ya dije en la entrada anterior, Stefan Zweig es un creador de personajes sin igual. Es un placer leer sus novelas, especialmente cuando uno hace sus pinitos como escritor, pues es una auténtica lección sobre cómo pergeñar personajes redondos, cómo explicar la psique de los mismos, cómo mostrar su evolución psicológica para que sean verosímiles cual personas reales.
Igual voy a escribir una tontería, pero es lo que me pasa por la cabeza ahora: hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto leyendo, que no me enganchaba más de lo necesario con una novela que, aparentemente, no tiene mucho que ver conmigo. Porque reconozco que las novelas que más me han enganchado recientemente (obviamente, cuando no se trata de ciencia ficción sino de novelas realistas) tienen que tener personajes con los que pueda empatizar fácilmente, bien porque creo ver en ellos características psicológicas que creo poseer, bien porque sus vidas se asemejan en algún sentido a la mía... pero, evidentemente, la vida de una joven de veintiocho años, trabajadora de una oficina postal que ha vivido en la pobreza impuesta por la guerra en su juventud y que, de pronto, supera todo gracias a familiares que le hacen vivir la gran vida, para, en corto plazo, volver a la situación inicial... pues no, mire, no he vivido yo esa vida... En todo caso, Zweig es un maestro tan descomunal en narrativa que hace latir a Christine Hoflehner en tu propio cerebro. Siempre y cuando, claro está, se tenga inteligencia y empatía para entender los pensamientos y sentimientos ajenos.
En todo caso, los sentimientos y pensamientos son universales y atemporales, aunque sean en personajes creados siglos antes de que sean leídos y en la otra punta del planeta. Lo importante es la capacidad de Stefan Zweig para recrear la tormenta emocional que pasa en la cabeza de cualquiera en apenas cinco minutos tras la llegada de una noticia inesperada. Eso es lo verdaderamente fundamental... eso y la capacidad del lector para entenderlo, que, desgraciadamente, no todos pueden.
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