Esa espléndida costumbre que tiene la editorial Valdemar de compilar relatos de terror, fantasía o macabros en pequeños volúmenes (pequeños, al menos, los de la colección Diógenes) continúa avalada, creo yo, por su gran éxito. Con salvedades. El tomo en cuestión es, en realidad, una compilación hecha por Peter Ruber, editor de la americana Arkham House en tiempos recientes (de 1997 a 2004) de los primeros años de la misma. De hecho, el subtítulo del libro, que apareció en Estados Unidos en 2000, es "una antología retrospectiva de los treinta primeros años de Arkham House en su sesenta aniversario". Para quien no lo sepa, Arkham House es una editorial histórica de narrativa de terror y fantasía que inició su andadura allá por 1939, cuando August Derleth y Donald Wandrei decidieron preservar y continuar la labor de H. P. Lovecraft con un proyecto más estable y serio (una editorial que publicara libros, no sólo revistas) que las famosas revistas pulp que, aunque llegaban a un público muy numeroso, tenían muy poco prestigio. Los propios Derleth y Wandrei, escritores del subgénero ambos, son verdaderas "vacas sagradas" de este tipo de historias, además de amigos epistolares del "solitario de Providence". Es probable que de no ser por ellos no hubiéramos llegado a conocer el mundo literario de Lovecraft. Bien, lo cierto es que la editorial Arkham House aún subsiste, reeditando toda la obra de aquél, además de publicando más obra nueva de otros autores.
El volumen en concreto es una mezcla un tanto peculiar, pues aunque Ruber fue editor, como ya dije, en tiempos recientes, la compilación es de los primeros años, cuando no formaba parte de la empresa. Además, este libro tuvo una acogida polémica en Estados Unidos, ya que introduce a los autores con una crudeza más que notable, impropia de un editor (no estoy muy seguro de esto que acabo de escribir) o, al menos, no muy elegante. Llega a calificar al propio Lovecraft de "auténtico chiflado" "con personalidad esquizoide", eso por no hablar de todos los escritores de los que cuenta detalles irrelevantes de su relación financiera con la editorial. Vamos que los pone a caldo. Así, en la traducción de Valdemar, salen más de seiscientas páginas, más de la mitad de las cuales son las digresiones del tal Ruber sobre las rarezas de los escritores y detalles sórdidos de sus relaciones laborales y personales que, al menos a mí, no me interesan en absoluto. Afortunadamente, el tomo incluye veinte relatos de esos maltratados autores que dan categoría de libro legible a lo que tengo entre manos. Entre los autores están Wandrei, Ashton Smith, Robert Bloch, Robert E. Howard, Carl Jacobi, Frank Belknap Long o Ray Bradbury, todos ellos consagrados y admirados desde hace décadas.
Con todo, es de agradecer que Valdemar haya publicado la compilación, tanto por el puñado de excelentes relatos que contiene, como para aclarar la conocidísima difícil relación (siendo benévolo) entre editores y autores.