domingo, 4 de junio de 2023

"Sombras sobre el Hudson", de Isaac Bashevis Singer.

  Otra novela más que leo del Premio Nobel de literatura de 1978, y van unas cuantas la verdad. Vuelvo a disfrutar con una prosa sencilla, fácil y rápida, pero con una pulcritud y corrección que hoy en día no se alcanza. Los temas son los típicos de Singer: por un lado las vidas enrevesadas de supervivientes de la Shoah que, tras dejar atrás (parcialmente, nunca en el recuerdo) las atrocidades vividas en Europa, se aprestan a vivir, en el sentido más amplio de la palabra, una nueva vida en Estados Unidos; pero por otro lado, las novelas de Singer siempre tienen como tema recurrente el sentido de la vida, la razón última de la existencia. Así, los personajes se debaten entre vivir como animales (comiendo como bestias, fornicando como alimañas, acumulando dinero como usureros...) y sentir como ángeles (despreciando lo material y apegándose a lo espiritual). Todos los protagonistas están disociados, fracturados irremediablemente, esto los lleva al sentimiento de culpa, muy semejante en los judíos a el de los católicos, que los atormenta sin fin.
 El protagonista, Hertz Dovid Grein, antiguo niño prodigio en Europa, hoy reconvertido en agente de la bolsa neoyorquina es un hombre en crisis. Se debate entre tres mujeres que lo llevan y lo traen como a un pelele: está su mujer legítima, Lea, con la que tiene dos hijos ya adultos con los que no consigue tener comunicación efectiva; Ester, su amante desde los tiempos de Polonia, con la que tiene relaciones esporádicas; y para rematar con Anna, la hija de un amigo, también superviviente del Holocausto. Él entiende que su juego a tres bandas ofende a toda interpretación moral, sobre todo habiendo tenido una infancia religiosa con estudios en la yeshivá local, pero es incapaz de romper con ninguna de ellas, es como un adicto que abomina de su adicción pero se ve incapaz de superarla. En realidad, Grein es un hombre en crisis: ha perdido su fe en un Dios misericordioso, ha perdido su fe en hombres inteligentes y honestos, ha perdido su fe en el matrimonio y en la familia, ha perdido su fe en el trabajo intelectual, ha perdido su fe en la cultura... No tiene nada por lo que vivir, por lo que se deja arrastrar de un lado a otro. Tras una vida de disipación, Hertz Grein buscará la salvación en una suerte de retiro espiritual en lo que le quede de vida, primero en una granja aislada del Medio Oeste de Estados Unidos, y finalmente en Israel.
 Como tantas veces en la llamada "narrativa de ficción", no todo es ficción, de hecho, en las novelas de Singer son tan frecuentes estos tipos que "sufren" los embates del sexo femenino que uno se pregunta si no son alter ego del Nobel del 78, que una vez llegó a confesar que en la mitad de su vida las pasiones carnales lo atribulaban sobremanera.
 Y además de todo esto, como antes decía, está el tema de los supervivientes de la barbarie que llevó al asesinato sistemático y organizado de seis millones de judíos. Contra lo que pueda pensarse en un juicio apresurado, los sentimientos que inundan los corazones de los supervivientes no son tanto de odio y afán de venganza como de culpabilidad. Sí, los supervivientes sienten culpa por haber sobrevivido a sus mujeres, maridos, hijos o padres, sienten remordimientos por poder seguir disfrutando de la vida mientras los otros fueron asesinados. Puede parecer paradójico, pero estos sentimientos son los que llevaron a muchos judíos a ponerlos por escrito, a dejar testimonio del salvajismo al que puede llegar el ser humano, pero también a escrutarse para poder comprenderse y poder seguir viviendo. Pienso ahora en autores que sufrieron la Shoah y que eran tan distintos como Primo Levi e Isaac Bashevis Singer. El propio Levi decía que, al volver de Auschwitz, sentía la necesidad de contar todo lo que había vivido, de vaciarse en el papel para poder conciliar el sueño. La brutalidad de lo experimentado exigía un esfuerzo intelectual igualmente extremo. Esperemos que los lectores seamos suficientemente inteligentes como para escarmentar en cabeza ajena, que no olvidemos que todo lo que ha pasado puede volver a suceder, que no existe un ser humano que esté libre de ejercer violencia sobre su prójimo; que la lectura de estos autores sirva, en definitiva, como una vacuna frente a la violencia y la intolerancia. 

"Life Stories", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Quincuagésima sexta edición de la Feria del libro de Valladolid.

  Una vez que la feria del libro recuperó la situación más céntrica y comercial (la de la Plaza Mayor en lugar de la Acera de Recoletos) este evento se convirtió en una atracción de masas, algo que siempre es esperanzador de ver cuando se refiere a un evento cultural. Cabrá decir que hay "eventos culturales" masivos de siempre: conciertos que llenan estadios de fútbol, retransmisiones por televisión o internet de obras de teatro... pero siempre gusta ver multitudes que se acercan a ver con qué libro disfrutar, siendo la lectura un hábito tan pacífico y recomendable, tan impropio (desgraciadamente) del carácter patrio. Ya sé que las ferias de libro no son sino inmensos escaparates en los que la "patronal de la lectura", es decir las editoriales y, en menor medida, las librerías aprovechan para vender libros como quien vende chorizos... que todo acaba siendo una cuestión de negocio, vaya.
 Y, sí, los "bestsellers" se venden como rosquillas, pero uno, en su bendita inocencia, quiere creer que alguien habrá que busque literatura de calidad, no "literatura de moda". Brindo, en todo caso, por la celebración de estas ferias que acercan la lectura de forma más asequible si cabe al público general.

sábado, 27 de mayo de 2023

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con Javier Perianes. Dirigidos por Antony Hermus.

  Esta vez el hilo conductor de las obras representadas es que fueron obras dilectas de la gran pianista catalana Alicia de Larrocha, de la cual se cumple este año el centenario de su nacimiento. De Larrocha fue, sin duda, una de las más espléndidas embajadoras de la música culta española, en parte gracias a ella, la obra de Albéniz, Granados o Falla se escucharon allende los confines de nuestro país, pudiendo así ser admiradas con el arrobo que merecen.
 Precisamente con Albéniz y su obra magna, la Suite Iberia, comenzó el concierto del viernes 26 de mayo. Pero, puesto que de conciertos sinfónicos se trata, se tocó no la archiconocida versión pianística sino la versión orquestada adaptada por Carlos Suriñach. El director hispano-estadounidense modificó la Suite Iberia lo justo para darle el empaque propio de una orquesta sinfónica, pero manteniendo la esencia , quintaesencia en verdad, de la música española (de hecho, Albéniz introdujo muchas tonadas populares en su suite, algunas peteneras, seguiriyas y otros palos flamencos). Eso sí, el tempo se reduce notablemente, dando mayor capacidad de evocación si cabe. El resultado es excelente, aunque pierde un poco de la arrolladora fuerza del piano solista, consigue el enorme volumen sonoro de la orquesta.
 La primera parte del concierto continúa con el Concierto para piano en La menor, opus 54 de Robert Schumann, obra paradigmática del Romanticismo musical, con todo el lirismo que aporta los solos de piano (ejecutados con maestría por el "intérprete residente" de la OSCYL, Javier Perianes), sin dejar de lado los "diálogos" entre el piano y la orquesta, especialmente con la sección de viento-madera. La relación de ambos viene gobernado por el director, el neerlandés Antony Hermus, con sus peculiares movimientos robóticos y la ausencia absoluta de batuta o similar. Es una pieza estructurada en tres movimientos, como dicen los musicólogos, altamente "contrastante", especialmente en el tempo, pasando del allegro affettuoso, a un intermezzo dominado por un andantino y acabando con un allegro vivace. Es una obra típica para representar la extraordinaria relación que pueden tener el piano solista y la orquesta.
 Por último, tras el descanso, las Danzas sinfónicas, opus 45 de Serguéi Rajmáninov. Rajmáninov es uno de los "fugados del comunismo soviético", en parte por sus orígenes familiares (pertenecía a una familia aristocrática), en parte por huir del opresivo corsé que impuso el comunismo a los creadores artísticos. Es seguro que los obtusos estalinistas habrían purgado al compositor ruso de haber permanecido en su país, no hubieran comprendido la necesidad imperiosa de libertad que tiene un creador de su talento. Como todos los compositores románticos (aunque en su caso ya es la parte final, un tanto heterogénea, que ha sido denominada "posrromanticismo") incluye muchos temas populares de su país, alternado con un motivo melódico tan antiguo como que aparece con frecuencia en el Canto gregoriano, el Dies Irae, pero reducido a las ocho notas que supone la primera estrofa del himno: "Di-es-i-rae-Di-es-i-lla" (Dies irae, dies illa, "día de la ira, aquel día"), una frase musical potente que sirve como contrapunto genial y que fue introducida por muchos compositores de toda época para dar un toque dramático. También tiene tres movimientos y es una obra que tiene mucho que ver con otros compositores rusos contemporáneos que dieron tal giro a la música culta reciente que ésta no podría ser explicada plenamente sin ellos; me refiero, claro, a Stravinsky, a Prokofiev o a Rimsky-Korsakov.
 En fin, con el hilo conductor de Alicia de Larrocha, lo cierto es que, a pesar de sus diferencias, los estilos de Albéniz y Rajmáninov tienen mucho en común, mientras que la grandeza romántica de Schumann supone el plato fuerte del concierto. De nuevo, si de un símil gastronómico se tratara, los tres platos (primer plato, segundo plato y postre) tienen, cada uno en sí mismo, calidad suficiente para alimentar a un hambriento... En este caso, hambriento de espíritu...

jueves, 18 de mayo de 2023

"Diario de un cura rural", de Georges Bernanos.

  Durísima novela estructurada como un diario en la que un joven cura, recién salido del seminario, recibe su primera parroquia en Ambricourt, en el septentrional departamento francés de Paso de Calais. El cura en cuestión es un ser atormentado, con una pésima salud física (cáncer de estómago, que lo acabará matando) y una aún peor salud mental (trastorno depresivo mayor que lo acerca peligrosamente al suicidio); él, sin embargo, lo atribuye todo a una "salud moral" débil, falible. El resultado es una vida desesperanzada, en la que la fe católica no es una fuerza liberadora sino una suerte de faro, del cual se sabe que ilumina en algún sitio, pero que el pobre cura no acaba de poder avistarlo. Es verdaderamente angustioso el relato que hace Bernanos, en buena medida por la extraordinaria redondez del personaje, que es delineado milimétricamente con una maestría asombrosa. Cabría decir que uno acaba conociendo plenamente al cura en cuestión. 
 Los de Ediciones Encuentro, editorial especializada en narrativa y ensayo religioso, dicen que "es una novela sobre la Iglesia, cuyo rostro resplandece a la luz de la Gracia". Y no estoy de acuerdo. Es verdad que otro de los protagonistas de la novela, el cura de Torcy, dialoga con su homólogo de Ambricourt y lo anima a no desesperar, a entender que la Iglesia tiene una estructura determinada desde hace dos mil años precisamente para facilitar el consuelo que la fe ha de proporcionar, pero no veo que la Iglesia sea garante de nada. De hecho, aunque Georges Bernanos fuera un ferviente católico, la visión de la fe que aquí transmite no es en absoluto liberadora o iluminadora. El cura de Ambricourt es un hombre atenazado por las miserias de la vida, lucha denodadamente para encontrar consuelo en la fe, pero no lo consigue. En mi opinión, Bernanos actúa aquí como un notario que da fe de una visión trágica de la vida, sin llegar a condenarla o aprobarla, dejando este extremo al lector.
 Desde el punto de vista formal, la novela roza la excelencia, con un formato, el del diario, que agiliza la lectura, mucho más que si fuera un ensayo. El contraste que supone los diálogos sobre la dureza de la vida y el papel de la fe y de Dios en las miserias humanas que el joven cura tiene con el cura de Torcy o con los parroquianos (entre ellos son especialmente interesantes los condes, no tanto por su sobresaliente posición social sino por las circunstancias vitales que atraviesan), ese contraste de diálogos, digo, aporta una inmensa lección de vida y espiritualidad que pocos volúmenes de teología alcanzan.
 Es, ya dije al principio, una durísima novela, francamente difícil de leer por la crueldad de la vida descrita, pero es una pequeña obra de arte, muy recomendable si se consigue no caer en el remolino depresivo en el que está inmerso el protagonista principal.

viernes, 12 de mayo de 2023

"Destinos truncados", de Arkadi y Boris Strugatski.

  Los hermanos Strugatski son unos de los escritores más afamados de ciencia ficción, probablemente los mejores que dio la Unión Soviética. Ya escribí en anteriores entradas que el hecho de que fueran soviéticos no es baladí, pues añade a su escritura un componente de realidad opresiva y totalitaria que, sin duda, proviene de sus experiencias vitales en aquel desaparecido Estado. Sin embargo, Destinos truncados no es ciencia ficción, sí tiene algún rasgo argumental que así entraría en esa clasificación, pero en realidad es una novela que abunda en esa llamada "metaliteratura". 
 He leído varias críticas y recensiones en distintas páginas web especializadas en ciencia ficción, y, claro, ha dejado a sus lectores desconcertados. Algunos, incluso, renegaban del buen hacer no ya de los hermanos Strugatski, sino de la propia editorial Gigamesh por haberlo publicado. Hombre, ciertamente se lleva uno a engaño cuando espera encontrar ciencia ficción en esta novela, pero vamos, por aquello de la libertad creadora, no creo que se pueda echar en cara a dos escritores que traten de salirse del subgénero narrativo en el que son famosos...
 La novela, dividida en diez capítulos, está estructurada en dos narraciones: la de la vida de Félix Sorokin, escritor de mediana edad y éxito descendente que ha de presentar un texto a una suerte de agencia gubernamental para que no lo saquen del gremio y pueda seguir viviendo de las magras condiciones salariales y laborales que le otorga el gobierno; y otra la de Víktor Bánev, personaje del escritor anterior, también escritor éste, que trata de sobrevivir en una sociedad en clara decadencia, con una vaga amenaza de implosión social. Las dos historias se alternan los capítulos, cinco para cada una, pues. En la historia de ficción, la de Bánev, se da el único rasgo reconocible de ciencia ficción, con la amenaza de los "gafudos" o "mohosos", una suerte de enfermos que pretenden subvertir el poder en su favor.
 Pero lo que más destaca es lo metaliterario. El mismo hecho de ser una novela dentro de otra novela ya lo indica, pero, además, en todo momento se hace referencias a autores reales como Hemingway, H. G. Wells, Bulgákov, Pushkin, Tolstoi o Ray Bradbury.
 En todo caso, la "constante soviética" de los Strugatski permanece. La sensación opresiva, kafkiana de que alguien lo está controlando a uno y de que en cualquier momento se va a producir la detención es omnipresente. Siempre se atribuyó al totalitarismo soviético que hizo de sus ciudadanos seres atribulados, pendientes de que cualquier delación, aunque fuera sin fundamentos, los llevara a sufrir el ostracismo social si no directamente al gulag. Todos los personajes de todas las novelas de los Strugatski son seres sobre los que pesa una espada de Damocles en todo momento; se respira una falta de libertad asfixiante... 
 En fin, al margen de que no es la novela que uno espera de los maestros rusos de la ciencia ficción, en sí no es mala. Como todas las novelas metaliterarias peca de exceso de reflexión que acaba por perder el hilo de la acción, pero sí tiene observaciones interesantes tanto en el ámbito literario como en el real.

lunes, 1 de mayo de 2023

"Otra vida", de Per Olov Enquist.

  No me gustan las biografías, siempre lo digo, y menos aún las autobiografías. Pienso que son un ejercicio de ego desproporcionado o bien la exigencia de una editorial ávida de exprimir a un escritor en las últimas. En todo caso, las autobiografías suelen ser pronas a la exageración en muchos casos y a la elipsis (intencionada o no) de periodos vitales determinados. Sin embargo, uno, erre que erre, acaba cayendo de nuevo en sus más habituales errores, debe ser la condición humana... Pero, por otro lado, todo escritor escribe sobre sí mismo, eso es un principio inexorable; puede que lo disimule atribuyéndolo a un personaje (que, si se mira con atención, suele acabar siendo un álter ego del narrador) o metiéndolo de rondón en otra relación, pero conociendo personalmente al autor se pueden reconocer esas vivencias. Enquist, en fin, no ocultaba que buena parte de los argumentos de sus novelas estaban inspirados, si no directamente extraídos, de vivencias propias o de su familia. Así, por ejemplo, en La biblioteca del Capitán Nemo, se reconoce a la familia de origen suecofinés que sufre enfermedades mentales de forma recurrente a lo largo de las generaciones. ¡Vamos, que habiendo leído antes novelas de Enquist ya se ha leído parte de su biografía!
 Y, en efecto, la narración de Otra vida recoge esas vivencias atribuladas de una familia campesina del norte sueco. Enquist no llega a nombrarse a sí mismo nunca y, de hecho, se trata en tercera persona. Abarca el relato desde los años anteriores a su nacimiento hasta el año 90 (el autor fallecería en 2020) en un momento bajo, pero muy bajo tanto en lo físico como en lo anímico. Ésa es otra, aparte de las omisiones, las autobiografías siempre quedan cojas porque, salvo que el autor esté muy lúcido hasta el final, siempre faltan los últimos años, claro. En fin, ha de reconocerse que la vida que llevó el tal Enquist sí es, si no extraordinaria, al menos muy diferente de la que llevamos la mayor parte de los mortales: de niño pobre en el remoto norte de Suecia a atleta de élite (en salto de altura, aprovechando sus casi dos metros de estatura), a periodista y escritor de éxito, especialmente de ámbito deportivo y político. Se insinúa, aunque no llega a aclararse totalmente, que los años que pasó en la República Democrática Alemana pasó información sensible de un lado a otro, vamos que se desempeñó como espía; también muestras notables veleidades políticas, en el ámbito de la socialdemocracia nórdica, a la sombra de su famoso compatriota Olof Palme. Luego años de estancia en Estados Unidos, en París... La brillantez de su vida o, cuando menos, su infrecuencia no evita que las dificultades lo acaben agotando anímicamente hasta acabar empapado en alcohol, tanto que, en 1989, ingresa en una clínica de desintoxicación en Islandia. Es ahí donde acaba la narración.
 En fin, no puedo dejar de ver un tono soberbio en el texto, algo inherente a toda autobiografía, vanidoso incluso cuando narra fracasos o graves problemas y adicciones, como quien cree ser una criatura única, diferente a todo hijo de vecina. Es lo bueno que tiene la narrativa que no pretende ser biográfica en absoluta, que poniendo simplemente nombres inventados se puede contar lo que uno quiera sin que parezca que se está aleccionando a los demás sobre cuán importante se es.

sábado, 29 de abril de 2023

Inciso musical: Concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Obras de Händel, Boccherini y Mozart.

  Programa para orquesta sinfónica (en los sentidos barroco y clásico) y grupo de danza, combinación ésta no muy habitual, pero que ha resultado un éxito arrollador. Lo interesante de la programación de hoy ha sido precisamente esa, la mezcla de la danza y la música, en épocas en las que quizá no estaba todo tan encorsetado y diferenciado como en nuestros días; además, unen la danza con las instituciones monárquicas, aunque estas últimas estén un poco en entredicho actualmente. Así, la maravillosa Música acuática de Händel se relaciona, claro, con Jorge I de Inglaterra y su afán de dar una gran recepción para nobles y cortesanos que navegara en grandes barcazas por el Támesis (en realidad, si se piensa fríamente tuvo que ser una proyecto tremendo, ese de meter a cincuenta músicos, probablemente más del triple de espectadores, además de sirvientes en barcazas para surcar el río inglés allá por 1710); la Sinfonía en Re menor, opus 12 de Boccherini se une a Fernando VI de España o a su melómano hermano, el infante Don Luis de Borbón y Farnesio; y, con respecto a la obra de Mozart, no es tanto para un rey "real", valga la indeseada redundancia, sino al mitológico rey de Creta, Idomeneo. Sin afán de entrar en farragosas cuestiones políticas, se me ocurre que quizá el hecho de que las monarquías europeas fueran mecenas de las artes, incluida la música, ha podido ser la mayor aportación de esas instituciones a lo largo de la historia.
 Y, bueno, además de la inteligente relación entre las tres obras, la distribución del programa, una vez más, ha sido brillante. No creo que haya nadie que deteste la Música acuática de Händel, es una obra de una rotundidad, de una belleza barroca sin igual; sus frases musicales son conocidas por todo el mundo, aunque no escuche música culta habitualmente; quizá junto con Las cuatro estaciones de Vivaldi y los Conciertos de Brandeburgo de Bach, la más famosa del periodo Barroco. Después del descanso, la sencillez pasional de Boccherini, en una obra menos conocida que la genial "Musica notturna delle strade di Madrid" (una pieza, que, ya puestos a escribir necedades, a un servidor le hubiera encantado que fuera el himno de su país, o de su ciudad, o de algo suyo...); vale, pero La casa del diavolo de Boccherini conserva esa elegancia caballeresca propia de lo que los musicólogos acabaron llamando "música galante". Para terminar, el Idomeneo de Mozart pone el brillante punto y final al concierto de hoy, y lo hace con la espectacularidad de un conjunto de danza, el de la Escuela Profesional de Danza de Castilla y León "Ana Laguna". La obra de Mozart es, en sí misma, impactante, pero la fantástica puesta en escena y buen hacer de los jovencísimos bailarines lleva al auditorio en su totalidad al éxtasis que se traduce en una ovación en pie durante largos minutos.
 En fin, otro gran concierto, bien programado, extraordinariamente interpretado por la Orquesta Sinfónica de Castilla y León (esta vez dirigida por Jeannette Sorrell), con el apoyo entusiástico de la danza para redondear las artes escénicas en su versión más definitiva.

miércoles, 26 de abril de 2023

"La aventura", de Heinrich Böll.

  Conjunto de relatos escritos entre 1950 y 1958 del Premio Nobel de literatura de 1972. En esta edición de Círculo de lectores se ha dado al volumen el del relato La aventura, un buen cuento, pero, en mi opinión, no el mejor. Las características argumentales y estilísticas de Böll están presentes en casi todos los textos: realismo social en tiempos de guerra o posguerra; la crítica sutil contra una sociedad inmoral que ha olvidado sus raíces cristianas; un feroz pacifismo (valga el oxímoron), pues se apunta al belicismo, etapa final de cualquier patrioterismo, como la causa final de la destrucción social... Sin duda, el catolicismo de Heinrich Böll le sirvió como brújula para volver a encontrarse a sí mismo tras el cataclismo social que supuso la brutalidad de la guerra de la que sólo fueron conscientes la mayor parte de los alemanes tras la derrota final y la reconstrucción de un país demolido hasta los cimientos. La demolición física del país no fue tan marcada como la psicológica y de identidad nacional en los años siguientes; no es desafortunada, pues, la denominación de "Literatura de escombros" (trümmerliteratur).
 De todos los relatos, el que más he disfrutado ha sido Aventuras de un macuto, una verdadera joya de la literatura antibelicista, en la que se narra las idas y venidas de un simple macuto militar, desde su primer propietario, el soldado prusiano étnicamente polaco, Stobski, que morirá reventado por un obús, hasta que, décadas después vuelve a la madre del mismo soldado que, sin reconocerlo lo acabará usando para almacenar cebollas. Entre ambos extremos, el macuto pasará por las manos de otros tres soldados que combatirán en la Guerra del 14 (con el propio Stobski), guerras sudamericanas y la Segunda Guerra Mundial. Es una narración sencilla, ágil, sin concesiones a sentimentalismo alguno, y, precisamente por esa ausencia de sensiblería resulta más evidentemente pacifista porque muestra como se aniquilan las vidas de chicos jóvenes, mientras una simple mochila sobrevive a todo. Es un cuento pergeñado con una inteligencia extraordinaria.
 Otros relatos se centran en la picaresca inevitable de las víctimas de las guerras: Mi tío Fred  se centra en la posguerra que se ha llevado por delante toda la estructura socioeconómica del país; La caja de Kop muestra los trapicheos necesarios de una sociedad que sólo puede tratar de sobrevivir.
 Es apasionante Destino de una taza sin asa, en la que gracias a una personificación de una humilde taza desportillada se narra el paso del tiempo y sus experiencias de una familia alemana de principios del siglo XX.
 La mayoría de los textos están ambientados, pues, en vida del autor, excepto La balanza de los Balek, que lo está en un periodo anterior, cercano a la Edad Media. Es la vieja opresión del campesinado analfabeto a manos de los nobles, denunciado desde una moral cristiana que no entiende que los hombres no se traten como hermanos.
 Son, por tanto, relatos sencillos pero muy eficaces que dejan buen sabor de boca a pesar de las terribles situaciones narradas; quizá este buen sabor de boca se deba al enfoque cristiano que consigue elevar la altura de miras, en cuanto que se busca refugio en una espiritualidad que nos permita alejar la mirada de los escombros; parafraseando a Oscar Wilde, "We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars" (todos estamos en una cloaca, pero algunos miramos a las estrellas).

domingo, 23 de abril de 2023

Maurits Cornelis Escher.

  En los últimos cambios de estación me ha dado por subir a este humilde blog una de las icónicas obras de Giuseppe Arcimboldo, ese extraordinario pintor manierista que engrandeció más aún si cabe el Cinquecento; obras famosísimas en las que, ya se sabe, el genial milanés componía rostros humanos utilizando flores para la primavera, cereales y frutos de verano para el estío, frutas para el otoño y raíces arrugadas para el invierno. Esas sorprendentes composiciones acumulan elogios desde su creación, pues aúnan el extraordinario talento pictórico con una originalidad inusitada hace casi cinco siglos. Otro artista que ha suscitado alabanzas por parte de multitudes ha sido el grabador neerlandés Maurits Cornelis Escher, que con composiciones geométricas que emulan las tres dimensiones con una simplicidad que, paradójicamente, esconde una complejidad extrema.
 Todo el mundo conoce los grabados de Escher, aunque no recuerde su nombre. Son ilustraciones mágicas, trampantojos imposibles e ilustraciones sorprendentes. Muchas han quedado ya como ejemplo icónico de lo que es un arte heterodoxo, algo que se sale de cánones establecidos, que durante mucho tiempo fue considerado como algo más propio de lo artesanal que de lo artístico, pero que hoy consideramos plenamente artístico aunque sólo sea por su innovadora originalidad. En fin, mejor me callo y subo ilustraciones de este extraordinario grabador que todos tenemos en la cabeza.