Los hermanos Strugatski son unos de los escritores más afamados de ciencia ficción, probablemente los mejores que dio la Unión Soviética. Ya escribí en anteriores entradas que el hecho de que fueran soviéticos no es baladí, pues añade a su escritura un componente de realidad opresiva y totalitaria que, sin duda, proviene de sus experiencias vitales en aquel desaparecido Estado. Sin embargo, Destinos truncados no es ciencia ficción, sí tiene algún rasgo argumental que así entraría en esa clasificación, pero en realidad es una novela que abunda en esa llamada "metaliteratura".
He leído varias críticas y recensiones en distintas páginas web especializadas en ciencia ficción, y, claro, ha dejado a sus lectores desconcertados. Algunos, incluso, renegaban del buen hacer no ya de los hermanos Strugatski, sino de la propia editorial Gigamesh por haberlo publicado. Hombre, ciertamente se lleva uno a engaño cuando espera encontrar ciencia ficción en esta novela, pero vamos, por aquello de la libertad creadora, no creo que se pueda echar en cara a dos escritores que traten de salirse del subgénero narrativo en el que son famosos...
La novela, dividida en diez capítulos, está estructurada en dos narraciones: la de la vida de Félix Sorokin, escritor de mediana edad y éxito descendente que ha de presentar un texto a una suerte de agencia gubernamental para que no lo saquen del gremio y pueda seguir viviendo de las magras condiciones salariales y laborales que le otorga el gobierno; y otra la de Víktor Bánev, personaje del escritor anterior, también escritor éste, que trata de sobrevivir en una sociedad en clara decadencia, con una vaga amenaza de implosión social. Las dos historias se alternan los capítulos, cinco para cada una, pues. En la historia de ficción, la de Bánev, se da el único rasgo reconocible de ciencia ficción, con la amenaza de los "gafudos" o "mohosos", una suerte de enfermos que pretenden subvertir el poder en su favor.
Pero lo que más destaca es lo metaliterario. El mismo hecho de ser una novela dentro de otra novela ya lo indica, pero, además, en todo momento se hace referencias a autores reales como Hemingway, H. G. Wells, Bulgákov, Pushkin, Tolstoi o Ray Bradbury.
En todo caso, la "constante soviética" de los Strugatski permanece. La sensación opresiva, kafkiana de que alguien lo está controlando a uno y de que en cualquier momento se va a producir la detención es omnipresente. Siempre se atribuyó al totalitarismo soviético que hizo de sus ciudadanos seres atribulados, pendientes de que cualquier delación, aunque fuera sin fundamentos, los llevara a sufrir el ostracismo social si no directamente al gulag. Todos los personajes de todas las novelas de los Strugatski son seres sobre los que pesa una espada de Damocles en todo momento; se respira una falta de libertad asfixiante...
En fin, al margen de que no es la novela que uno espera de los maestros rusos de la ciencia ficción, en sí no es mala. Como todas las novelas metaliterarias peca de exceso de reflexión que acaba por perder el hilo de la acción, pero sí tiene observaciones interesantes tanto en el ámbito literario como en el real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.