sábado, 3 de diciembre de 2016

Trampantojo, por Max (Babelia de 3 de diciembre de 2016).

Imagen tomada del suplemento cultural de El País, Babelia, de 3 de diciembre de 2016.
 Oportuno (como siempre) Max, a cuenta, esta vez, de la inmoralidad de unos y otros con la obra de Roberto Bolaño.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Ahora leyendo: "Calle de las tiendas oscuras", por Patrick Modiano.

 Otro más de Modiano, ya van siete. Las líneas maestras permanecen: ambientación en París; personajes desarraigados y perdidos que actúan lánguidamente ante todo lo que les ocurre, bueno o malo; prosa rápida, de tipo periodístico... Pero ahora el personaje es un detective (ex-detective en realidad) que trata de averiguar quién es y cuál es su origen.
  Es (me temo que se nota) una de las novelas de juventud de Modiano. La trama está muy "cogida por los pelos" hasta parecer inverosímil en algunos momentos, pues los trucos para ir consiguiendo datos que acaben por desenmascarar al propio investigador son harto complejos. Con todo, tiene ese atractivo que el francés consigue con personajes mortecinos y sin sangre, tal vez como Kafka y sus protagonistas neuróticos o Hesse con los suyos místicos. Los personajes de Modiano son como hojas que lleva el viento y que recorren un París gris y anodino,desde luego no son aventuras de grandes personalidades voluntariosos en paisajes glamurosos e inolvidables.
  Si tomamos esta novela como policiaca o detectivesca, es un verdadero mirlo blanco, porque es precisamente en ese subgénero en el que abundan más los personajes de carácter fuerte. 
 En conclusión, sigo pensando lo mismo: o Modiano no merece el Nobel, o, si lo merece él, lo merecen miles más. Sin embargo, he de admitir que su prosa tiene algo de hipnótico, que atrae a leerlo de principio a fin en el menor tiempo posible.

martes, 22 de noviembre de 2016

Ahora leyendo: "Las aventuras de Tom Sawyer", por Mark Twain

 Supuesta lectura juvenil que el americano trató por todos los medios de orientar hacia "aquellos adultos que hayan sido niños alguna vez". Pero, ya se sabe, los caminos de los señores editores son inescrutables... (o, por el contrario, son demasiado fáciles de conocer... contantes... y sonantes). Lo cierto es que contra los deseos expresos del autor, tanto Las aventuras de Tom Sawyer como Las aventuras de Huckelberry Finn han sido catalogados como literatura infantil y juvenil.
  Pero si lo de los editores tiene nombre, no lo tengo tan claro con algunos críticos. Aquí, un afamadísimo R. Kent Rassmussen (doctor en Historia -ignoro por qué universidad- y profundo erudito en Mark Twain) no tiene mejor ocurrencia para introducir al autor y su obra que compararlo con Harry Potter, el conocido personaje de novelas infantiles creado por J. K. Rowling. Toda la introducción sirve para establecer un paralelismo entre Sawyer y Potter, hasta el punto que ignoro si quería acusar de plagio a la autora inglesa. Rassmussen no aporta apenas datos de Twain, de su formación, ni de su época, ni de sus influencias, ni de nada que no tenga que ver con el famoso aprendiz de mago creado antes de ayer... ¡Así cualquiera escribe una introducción!
  Ya del verdadero Tom Sawyer, hay que decir que es una de esas novelas demasiado coyunturales aun cuando no pretendían serlo. Me explico: Mark Twain trató de hacer un fresco de la infancia y la primera juventud, de sus ilusiones, sus travesuras, sus decepciones, sus alegrías y sus tristezas; algo que es atemporal y común a todos los seres humanos. Sin embargo, no lo logra plenamente. Hoy, su lectura, aun siendo entrañable y amena, huele a moho, a algo añejo y mal conservado. Los comportamientos pizpiretos del chico son demasiado ñoños e inocentes. Se entiende que en el siglo XIX la novela fuera divertida y trajera al recuerdo las experiencias propias del lector, pero hoy ya no lo consiguen. Siendo Twain y Dickens contemporáneos, se echa en falta en el primero los retratos sociales de su sociedad que sí aparecen en el inglés, eso, en mi opinión, provocan la enorme diferencia de calidad que uno encuentra entre Las aventuras de Tom Sawyer y Oliver Twist, por ejemplo.

domingo, 20 de noviembre de 2016

La marginalidad del Nobel.

 Esto de los grandes premios tiene como gran desventaja que nos cargan de prejuicios (aún más) con respecto a sus ganadores. Es una lástima, me da mucha pena, pero no puedo quitarme de la cabeza todos los estúpidos prejuicios que tengo cuando leo a alguien que ha sido galardonado con el Premio Nobel... automáticamente me lo imagino con sobria gravedad y sabiduría, tocado con un insigne bicornio de académico y recibiendo todo tipo de parabienes y halagos. Pero no, no es así, no. Como ejemplo: Patrick Modiano.
  Se vislumbra al leer a Modiano, que su vida no fue un constante pisar moquetas rojas de altas instancias palaciegas. Sus protagonistas son gente desnortada, que camina como zombis por un París sin glamur alguno, sobrellevando vidas grises y sin comprender nada de lo que le acontece. Se vislumbra como digo que todos estos personajes tienen que ver con el propio autor, alguno tiene un tufo a alter ego que apesta... Pues bien, como decía en la entrada anterior, Un pedigrí ya no trata de insinuar nada, es la vida de Modiano (su infancia y primera juventud) sin una pizca de romanticismo. ¿Y qué vida retrata? Exáctamente  las mismas que sus otras novelas. Ahora, eso sí, narra en primera persona y no oculta los nombres de sus padres u otros a los que conoció en aquel periodo de su vida. Vida, en definitiva, tremendamente arrastrada: hijo único "de facto" (su único hermano muere a sus diez años) de un matrimonio roto, con una madre artista de tercera división y un padre siempre al borde de la bancarrota y la prisión, eso por no contar las penurias económicas que le llevaron a cometer pequeños hurtos. Esa fue la vida juvenil del Premio Nobel de Literatura de 2015. No he podido recordar a Jean Genet, ese admirado autor, también francés, que narraba su dura juventud (en este caso un poco mayor que Modiano) que le llevó a ser vagabundo, ladrón y chapero por media Europa. Siempre se dijo que Genet exageraba sus desventuras para hacerlas más apetecibles para un público ávido de desgracias ajenas... ¿será esto aplicable a Modiano?

sábado, 19 de noviembre de 2016

Ahora leyendo: "Un pedigrí", por Patrick Modiano.

 Si todas las novelas de Modiano tienen mucho de autobiográfico, en esta ya lo es todo. El autor narra en primera persona la vida de sus padres y la suya propia sin cambiar nombres, más de forma apresurada, a vuelapluma, que de forma reposada. Ahora, por tanto, no son personajes desarraigados sin un futuro claro que merodean por París de forma errática. Ahora son el propio escritor y su familia los desarraigados.
  Es, tal vez, la tentación de todo escritor: poner negro sobre blanco la propia vida o la de sus familiares, sin molestarse en crear un alter ego con pequeñas modificaciones de uno mismo. En el caso del escritor francés esto era muy obvio, sus personajes se parecían de forma demasiado sospechosa a él mismo... bueno, pues ya se ha producido la metamorfosis...
  De momento me parece lo más flojo que he leído de Modiano... Me preocupa, porque, como creo haber dicho antes, las obligaciones editoriales de aquellos autores de gran éxito (especialmente los galardonados con los premios más prestigiosos) lleva a la publicación de obras muy, pero que muy, menores, muchas de ellas que tal vez no debieran haberse publicado nunca... Veremos...

Inciso cinematográfico: "Indignation", dirigida por James Schamus.

 Una película de este mismo año, con protagonistas juveniles (Logan Lerman y Sarah Gadon, ambos en sus primeros veinte) que se salva, una vez más, por el guion, que es adaptación de la novela homónima de Philip Roth.
 Como en todas las novelas de Roth, en esta también hay elementos biográficos: un chico de origen judío que se despega de la tradición de sus mayores para integrarse en la laica sociedad americana, la situación política y sobre todo social de aquel país en el momento, o las relaciones complicadas con el sexo contrario. En este caso se ambienta en la Guerra de Corea (1950-1953), y el protagonista (Markus Messner, evidente alter ego de Roth) sale de su agobiante realidad familiar como hijo único y gran promesa de su familia de clase obrera para estudiar en un "College" con normas igualmente draconianas. El choque del afán de libertad del chico y las absurdas reglas restrictivas supone el tema principal de la novela y de la película, amén de una tormentosa relación más carnal que otra cosa con una compañera de estudios. El trasfondo de la guerra es importante porque todos los chicos de clase obrera de la época tenían que demostrar que valían para estudiar y que aprovechaban sus becas si no querían ser enviados al frente de inmediato.
  Como en las novelas de Philip Roth, todo, la vida y la muerte, pasa sin grandes alharacas. La reacción del joven ante todo lo que le pasa es más de estupor e incomprensión que otra cosa. En fin, una película pasable, importante para muchos, supongo (especialmente aquellos con situaciones religiosas y sociales semejantes), pero que si es salvable es por la profundidad literaria que tiene el guion. Dicen que en el cine de Hollywood hay una profunda crisis de guionistas. Tal vez debieran seguir este ejemplo y recurrir a la literatura, contemporánea o no, para mejorar algo sus producciones.

viernes, 18 de noviembre de 2016

"Por tierras de España", Antonio Machado.

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.


Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.


Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.


Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.


Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.


Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y libra la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.


El numen de estos campos es sanguinario y fiero;
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.


Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—;
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

domingo, 13 de noviembre de 2016

¿Qué decía Kafka?

 Siempre me sentí diferente... sí, como Gregorio Samsa... de hecho, hoy me siento como un escarabajo de metro setenta y ochenta kilos... y sin embargo sé que los deformes son los demás...

miércoles, 9 de noviembre de 2016

"A Reader's Blessing", by Grant Snider (incidentalcomics.com)


"Un loco a cargo del manicomio", por John Carlin, publicado el 9 de noviembre de 2016 en El País.

 No suelo incluir artículos de política en este blog, pero ante el sorprendente resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos y como "loa" a nuestro nuevo "emperador", publico este excelente artículo de John Carlin que salió en el diario El País del 9 de noviembre de 2016.

 Ocurrió lo impensable. Visto desde el resto de planeta tierra, los estadounidense han sucumbido al suicidio político colectivo.
 Estaban ahí en lo alto de Trump Tower mirando para abajo, contemplando tirarse. Oyeron a los que les rogaban que no lo hicieran pero no les hicieron caso. La locura se impuso a la razón. Se dio el salto al vacío. El delirio se ha hecho realidad.
 Trump en el ala oeste de la Casa Blanca será, en el mejor de los casos, un Cantinflas interpretando el papel de Calígula en una versión moderna del declive y caída del imperio. En el peor, representa una amenaza para la estabilidad mundial.
 Antes incluso del resultado electoral, ante la mera posibilidad de que el bufonesco magnate neoyorquino pudiese ganar las elecciones, el resto del mundo miraba Estados Unidos con una mezcla de risa y pavor. Una historia en The New York Times del lunes contaba que el régimen iraní había roto con su tradición de censura y permitido transmitir en directo en la televisión estatal los debates entre Trump y Hillary Clinton durante la campaña electoral. El Gran Satanás, calculaba, se ridiculizaba solo.
 A la misma conclusión habrán llegado hoy los políticos y demás habitantes de la mayoría de los países del mundo. Pero pocos ahora se van a reír. En Estados Unidos buena parte de la nación llorará: entre ellos muchos de los que tienen un nivel educativo más alto de la media, de los que saben distinguir entre los hechos y las mentiras, de los que se interesan por lo que ocurre fuera de sus fronteras, sin excluir a varios altos mandos del partido republicano que Trump en teoría representa. El desconsuelo será tremendo; la división dentro del país, abismal; la herida social que se ha abierto, imposible de cicatrizar a corto plazo.
 La victoria de Trump es, entre otros horrores, una victoria para la supremacía blanca. Se sentirán incómodos o vulnerables en su país los negros, los hispanos y los musulmanes.
 Los analfabetos políticos que votaron a Trump han caído en lo que la historia juzgará como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio país y, aunque pocos de ellos lo entenderán, hacia el mundo entero. Que una nación tan próspera con una democracia tan antigua haya cometido semejante disparate pone en cuestión como nunca la noción sagrada en Occidente de que la democracia representativa es el modelo de gobierno a seguir para la humanidad.
 Con la victoria de Trump nos encontramos de repente sin brújula en tierra desconocida. El electorado estadounidense ha preferido un narcisista ignorante, vulgar, racista y descontrolado como presidente a una mujer seria, inteligente y capaz como Clinton. Ha puesto a un loco a cargo del manicomio: lo cual daría risa si uno no se parara a pensar que el manicomio en cuestión es la potencia nuclear número uno del mundo.