Habrá mucha gente que crea que aquello de decir que no leo best-sellers no sea sino una pose intelectualoide para quedar bien. Pues no, y aquí está la prueba. De Follett leí, como casi todo el mundo, Los pilares de la Tierra. Me gustó. Mucho. De hecho recuerdo haber recomendado su lectura a varios amigos, uno de los cuales se acabó quedando con la copia que le presté. Sí, me pareció una novela épica, a ratos apasionante, con personajes bien delineados y una trama muy bien traída. Pero claro, eso fue hace casi treinta años. Lo leí cuando salió a la luz allá por el ya lejano 1989, así que yo tendría entre dieciocho y diecinueve años... un pipiolo, vamos. Ahora, acechando peligrosamente los cincuenta no me gustaría tanto, estoy seguro. Al menos es lo que pienso ahora que estoy leyendo esta novela menos exitosa del galés: En el blanco.
Ahora bien, no quiero ser injusto. Esta novela está escrita de una forma muy efectista; la trama está muy bien armada, juntando el ambiente profesional y el personal, y enmarañándolo todo con la cuestión meteorológica; los personajes tienen un desarrollo suficiente para que no sean planos sino perfectamente reconocibles (aunque un poco estereotipados); por otro lado, el tema del virus letal que se escapa (con ayuda, claro) de un laboratorio farmacéutico poniendo así en riesgo a toda la humanidad es muy actual e incluso hasta cierto punto verosímil... todo ello convierte a esta novela en, como la tapa de Debolsillo oportunamente recuerda, un best-seller mundial. Con todo, En el blanco no es Los pilares de la Tierra, le falta mordiente y, probablemente, armazón narrativo. Pero, ahora viene mi crítica, la prosa es bastante pobretona comparada, por ejemplo, con la novela de Simenon que leí antes. Las frases son un tanto ramplonas, demasiado fáciles de seguir, sin una construcción esmerada; es una novela de lectura fácil, que no exige un gran esfuerzo intelectual. Empalidece comparada con obras de Dickens, Henry James, Dostoievsky y compañía... No, no es afán "pseudointelectualoide", es la pura verdad.
Por eso no leo novela contemporánea, porque sé que el tiempo (con mayúsculas, como poco un siglo) pone a todos en su sitio, y el señor Ken Follett, hoy respetadísimo y riquísimo a base de vender novelas como rosquillas no será casi leído a la vuelta de cien años.