Me ha vuelto a pasar: me llevo pocos libros al viaje de veraneo (pensando que leeré menos que en el tiempo ordinario) y acabo buscando desesperadamente una librería en la ciudad de estancia vacacional. Como quiera que ésta es la típica ciudad de veraneo, las librerías son más papelerías que otra cosa y la literatura que tienen se reduce a poco más que "best sellers", de modo que tengo que conformarme con autores que no son de mi total agrado. En este caso le ha tocado a Agatha Christie.
Ambos libros están publicados por Booket (Grupo Planeta). El primero, La muerte visita al dentista, tiene por protagonista al peripuesto Hércules Poirot (si es que las novelas de esta autora pueden ser consideradas de otro modo que no sea como novela coral con tantos protagonistas como presuntos asesinos, asesinados e investigadores). La segunda, El tren de las 4.50, está encabezada por Miss Marple, tan sagaz como el belga.
Son novelas de lectura fácil pero a la vez interesantes y bien pergeñadas. A pesar de los giros continuos en la trama, no se pierde el hilo de la misma y cumplen a la perfección su función de entretenimiento.
Tengo la fortuna de poder leer en los viajes, ya sean en coche, avión, tren o barco sin marearme lo más mínimo; de modo que el método que uso para que los tediosos desplazamientos a mi lugar de vacaciones sean más breve (toda vez que descarto los somníferos o drogas más potentes) es la lectura: ahí estoy yo como un bendito, libro en mano, disfrutando en este último viaje de la buena de Agatha Christie mientras hago cola en un atestado aeropuerto o ya "acomodado" en mi ridículamente pequeño asiento de avión... y así que pasen las horas... ¡y luego dicen que la lectura no es una forma de huir de la realidad!