Una de las obras más importante de la Historia de la literatura en lengua alemana, que muchos recordamos haber oído citar en clase de Lengua y Literatura en el Bachillerato, pero nunca llegamos a leer (de forma obligatoria, al menos) pues se englobaba en la literatura del Barroco, emparentada con la llamada Novela picaresca, de la que se tenía que leer íntegramente El Lazarillo de Tormes y Rinconete y Cortadillo, así como fragmentos de El buscón de Quevedo. Así, se hacía una sucinta referencia a un autor alemán conocido como Grimmelshausen que tenía otra novela picaresca llamada El aventurero Simplicissimus, o, directamente, Simplicissimus. Pero claro, siendo el siglo XVII parte del llamado Siglo de Oro de las letras españolas, es natural que todas las energías lectoras se centraran en Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca... Bien, esto es lo bueno que tiene seguir leyendo sin que un profesor de instituto o universidad te obligue a ello, que se descubren verdaderas joyas que, en mi opinión, debieran tener más predicamento del que tienen.
El tal Grimmelshausen nació en 1621 y murió en 1676 en el estado alemán de Hesse, lo cual viene a decir que le pilló de lleno la Guerra de los Treinta Años, en la cual los europeos decidieron matarse unos a otros por un "quítame allá esas pajas" en el ámbito religioso, unido, eso sí, con la ambición política y territorial de las casas reales del momento. Aquel periodo que llevó al exterminio de la mitad de los centroeuropeos por una diferente interpretación de unos mismos Evangelios debió calar notablemente en un alma sensible como la de Grimmelshausen. Eso y que, al parecer, había leído El Lazarillo (y yo casi aseguraría que también El Quijote) le decidió a escribir una suerte de novela picaresca, que sirviera de distracción y entretenimiento, pero también con un fortísimo mensaje moral, a saber: uno de los mensajes principales del Evangelio, que todas las dignidades y honores terrenales no son sino flor de un día y que lo único que tiene sentido es el mantenimiento inmaculado del alma inmortal.
Decía que Simplicissimus se vio influenciado por El Lazarillo, pero seguro que también por El Quijote, pues el personaje principal es una mezcla de Quijote y Sancho, arquetipos humanos por excelencia. Así, Simplicissimus tiene la sencillez y bondad inmensa de Sancho, pero también la espiritualidad y altas miras de Quijote. Teniendo en cuenta además que la primera edición en alemán de la novela de Cervantes se publicó en 1621 y la de Simplicissimus en 1668, es más que probable que Grimmelshausen la hubiese leído y hubiese quedado prendado por la belleza atemporal del cuadro cervantino.
Pues Simplicissimus no queda muy a la zaga de El Quijote en la muestra de la belleza del alma humana cuando ésta no está contaminada por la basura de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. El personaje principal es un alma cándida, inocente, que no comprende la corrupción y miseria humana cuando la contempla con sus claros ojos. Las citas bíblicas son continuas, hechas desde una simpleza tan inabarcable como un portaviones. Es, ya digo, la sencillez de Sancho y el idealismo de Quijote combinados. La moral que se trasmite, no me queda duda, es totalmente cristiana, pero habría que apostillar que, en mi opinión, más típicamente reformada que católica, pues trata de volver una y otra vez a la pureza del Evangelio, desprovisto de toda la Tradición que tanto ha emponzoñado la vida de los europeos del sur.
La novela, bastante extensa, por cierto, es una delicia para paladear con tranquilidad, sin prejuicios de ningún tipo, igual que se ha de leer El Quijote, más con el alma que con el intelecto.