domingo, 11 de abril de 2021

Inciso cinematográfico: "They Live", dirigida en 1988 por John Carpenter.

  Esta película tuvo un pequeño éxito relativo allá por 1988, cuando se estrenó; tal vez más por el tema de ciencia ficción que por la crítica soterrada que se hacía a la sociedad del momento. Crítica soterrada que fue recuperada gracias al bueno de Slavoj Zizek en 2012. Y es que cuando un heterodoxo filósofo al que un astuto periodista clasificó como "el hombre más peligroso de Occidente" recupera en una de sus charlas una novela o, más frecuentemente, una película, éstas son lanzadas a la actualidad mundial. Porque, sí, hay que reconocerlo, Zizek tiene un cierto atractivo popular: un sesudo tipo con aspecto de colega de bar, con su inglés macarrónico y su comportamiento histriónico choca con la imagen estereotipada que tenemos de un intelectual. Sea como fuere el tal Zizek y con sus salidas de tono y otras veces que junta churras con merinas, lo cierto es que en la interpretación de esta película, They Live, no se equivocó en absoluto.
Imagen tomada del sitio www.avivametfest.info
 Como decía, el argumento aparente es ciencia ficción. Es un argumento, la verdad, poco trabajado, sin brillantez, un tanto mediocre: se trata del presente (de entonces), con un personaje principal, John Nada (apellido en castellano en el original), que viaja a California en busca de trabajo. Lo consigue, aunque de forma muy precaria, en una construcción de obra civil, un trabajo no cualificado de pago semanal, que no le da para vivir en otro sitio que no sea un asentamiento chabolista. Allí, por casualidad, descubre que otros habitantes de ese asentamiento parece que están tramando algo ilegal, con reuniones subrepticias y gran sigilo. La policía, según parece, está al tanto e interviene en una de esas reuniones, desbaratándolo todo y arrestando a los cabecillas. El protagonista del film consigue ver, cuando la policía se ha ido, los panfletos que iban a distribuir, y unas cajas llenas de lo que parecen ser simples gafas de sol. Lo peculiar, sin embargo, es que esas gafas de sol no tienen nada de simples. Al contrario, son gafas que modifican lo que se está viendo y cambian la idílica visión de la sociedad de consumo estadounidense por otra francamente preocupante. Así, los típicos carteles publicitarios son sustituidos, cuando se mira con esas gafas, por grandes letreros que dicen : Obey (obedece), consume (consuma), watch T.V. (vea televisión) o no thought (sin pensamiento, no pienses) entre otros eslóganes de atontamiento general de la población; pero lo más sorprendente es que aquellos amables ciudadanos que, claramente, están por encima de la mayoría: policías, ejecutivos, hombres de negocio... son, con las gafas puestas, alienígenas de aspecto cadavérico. En fin, sorpresa mayúscula, cabe entenderlo. El bueno de John Nada contacta con aquellos a los que había visto reunirse junto al asentamiento chabolista para terminar descubriendo que los alienígenas se encuentran entre ellos, que dominan el planeta de forma encubierta y que pretenden explotarlo como una multinacional explota un país del Tercer Mundo (de hecho, un personaje acaba diciendo que para los alienígenas, el planeta Tierra es como el Tercer Mundo para Estados Unidos). Claro, los "resistentes" se organizan para luchar contra los extraterrestres y, con muchas bajas, consiguen derrotar la vía de atontamiento y dominio de los humanos: la televisión.
Imagen tomada del sitio www.donostiakultura.eus
 Una lectura superficial de la película la dejaría en una mediocre película de ciencia ficción típica de aquellos años 80. Pero, hete aquí, que nuestro buen filósofo esloveno viene al rescate de la conciencia ciudadana para recordar que en aquellos años, con Ronald Reagan en la Casa Blanca, aplicando la forma más salvaje de desregulación liberal auspiciada por el gran gurú del liberalismo, Milton Friedman, el grado de dominio mental que las autoridades tenían sobre la ciudadanía a través de la imposición del consumismo como religión oficial, así como la manipulación periodística vía televisión, había convertido a los honrados ciudadanos americanos en auténticos borregos a la orden de una élite económica. Parece ser que John Carpenter y su productor, Larry J. Franco, nunca negaron tal extremo, e incluso sus trayectorias personales y profesionales indican que no iba mal encaminada esta interpretación más profunda de la cinta.
 Al margen de la interpretación argumental, lo cierto es que la película tiene muchos defectos, sobre todo en el sentido de parecer de bajo presupuesto, lo cual compromete gravemente la credibilidad de la misma. Por otro lado, si dejamos de lado aquella interpretación, es necesario decir que es una película floja en cuanto a la inexistencia de argumentos secundarios, la poca redondez de los personajes y lo previsible del guion. En todo caso, a treinta y pocos años de su estreno, la película ha pasado ya a la historia como una crítica soterrada a la situación sociopolítica de los Estados Unidos de la época y del mundo en general.

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