Cuando era adolescente, época terrible pero que sin embargo añoro, buscaba la evasión en los libros, ya lo he contado; por ello las librerías se convertían en lugares escondidos en los que podía ser yo mismo, independientemente de lo que mi familia quisiera de mí (ver entrar a mi padre en una librería sería más extraño que verlo en un paisaje venusiano). Mis padres vivían (y mi hermana y yo con ellos, aunque me cuesta llamar a aquella casa "mi casa") al final de la calle Ibiza de Madrid, iba al colegio Sagrada Familia, que estaba en Lope de Rueda esquina Menorca, de manera que pasaba todos los días por la Librería Méndez, que todavía está en el número 23 de dicha calle.
Dicha librería (que me perdonen sus dueños, trabajadores y asiduos) es un negocio dado a lo más comercial, no es, desde luego, ningún reducto de la literatura más elitista, sin embargo, para mí, fue uno de mis refugios de adolescencia. La foto que adjunto es moderna, nada que ver con el sencillo escaparate de finales de los 70 y primeros 80 que tengo grabado a fuego en mis recuerdos, ahora es una eficiente librería moderna en un barrio acomodado de Madrid.
Cuando vuelvo a Madrid y a mi antiguo barrio suelo pasar por allí. Ingenuamente entro en la Librería Méndez buscando alguna cara conocida de aquellos años 70, o buscando que reconozcan en mí a aquel chico azorado que entraba muchas tardes a ojear estantes... Por desgracia ya no soy aquel chico, pero aún así, en el más completo anonimato, suelo comprar algún libro, en un ritual que yo y solo yo sé comprender.