martes, 29 de octubre de 2024

"Monkton el loco y otros cuentos de terror y misterio", de William Wilkie Collins.

  Del escritor victoriano William Wilkie Collins había leído un volumen de relatos encabezados por La mano muerta. Me pareció un escritor menor si se compara con Dickens, Henry James, Thackeray, Thomas Hardy o Anthony Trollope, pero con una calidad más que suficiente para los relatos breves. Como es habitual entre los escritores anglosajones del Romanticismo literario, tiene un gusto por lo oculto, lo extraño, lo anormal, que alguien llamó "gótico" y que ha perdurado hasta la actualidad en aquel país como Gothic Literature. Esta variedad del subgénero narrativo ha tenido un éxito de público, tanto que hoy en día, a más de ciento veinte años de la muerte de la reina que dio nombre al periodo, sigue en vigor e incluso se sigue escribiendo. Y es que, como precisamente era una característica fundamental del Romanticismo literario, la literatura tiene un filón enorme explotando los miedos, las inseguridades y las zozobras del ser humano. Esos miedos y zozobras se pueden materializar en lugares solitarios, castillos en ruinas o en amores enfermizos, angustias y depresiones, y, en general todo lo que tiene que ver con lo oculto y lo sobrenatural. Bien, Wilkie Collins es un maestro en esa narrativa, con relatos imaginativos, ocurrentes, ambientados siempre en lugares extraños, con personajes a menudo enloquecidos. 
 Y de ese tipo de narrativa, en nuestro país, se encarga con enorme mérito y provecho la editorial Valdemar. Ya me he deshecho en elogios en otras ocasiones sobre esta editorial, pero creo que no está de más hacerlo una vez más: la editorial Valdemar es un ejemplo de todo lo bueno y necesario de las editoriales (otras veces, meras máquinas de hacer dinero y manipular los gustos de los lectores para promocionar mediocridades). Los lectores necesitamos, obviamente, a las editoriales (y viceversa, claro), pero es que hay una labor menos valorada que es la de recuperar autores y textos que habían sido publicados hace muchos decenios, tantos que ya no se pueden encontrar por ningún sitio. Me atrevo a afirmar que la editorial Valdemar ha dado a conocer a las nuevas generaciones de lectores hispanohablantes las más importantes novelas de autores como los que he citado anteriormente, que son lo mejor de la literatura universal de todos los tiempos. Parece un poco exagerado, pero sólo hay que buscar en cualquier librería a los autores más importante de ese Romanticismo literario para comprobar que la mayoría son ya de la editorial Valdemar. Brindo por ellos, pues, de la mejor manera que se puede hacer: leyendo.
 Bueno, volviendo a Wilkie Collins, el volumen que tengo en las manos incluye esos relatos famosos como el que da título, Monkton el loco, además de La mano muerta o La mujer del sueño, que ya había leído, pero quedan otros siete, todos de muy buen nivel. Una cama terriblemente extraña está ambientado en París, donde un joven con ansia de aventuras entra a jugar en una casa de apuestas de los barrios bajos. Ganará tanto dinero hasta hacer saltar la banca, y para celebrarlo, el crupier le invitará a champán. Éste, claro, está envenenado, dejando al joven en un estado de sopor para el que el dueño de la casa de juego le ofrece dormir en la habitación para huéspedes. La antigua cama con dosel en la que se acuesta no es sino una trampa, pues el techo irá bajando hasta asfixiarlo, cosa que ocurriría si no fuera por su recia constitución. La señorita Jeromette y el clérigo es un clásico relato de fantasmas, muy victoriano. Es ejemplo claro de lo que antes llamaba "narrativa gótica", no es propiamente de terror, sino con una ambientación peculiar y sobrenatural muy del gusto de la época. La señora Zant y el fantasma es un ingenioso relato en el que se mantiene el suspense hasta el párrafo final, que explicita el título.
 El señor Percy y el profeta es un relato muy victoriano de caballerosidad y aventura, otros lugares comunes en los personajes de esa literatura. No tiene nada de sobrenatural, aunque mantiene la expectación hasta el desenlace último. El fantasma de John Jago  tiene una semejanza extraordinaria a Cumbres borrascosas. Como en la novela inmortal de Emily Brönte hay un malo malísimo como Heathcliff (el personaje del título, Jago) que, al final no es tan malo como parece sino un bruto al que la vida ha maltratado. Las semejanzas son aún mayores y las diferencias poco más que la ambientación en los páramos de Yorkshire o el Medio Oeste americano. Las gafas del Diablo, por último, es un ocurrente relato en el que un ricachón recibe de un sirviente unas gafas que le permiten leer los pensamientos de los que lo rodean, descubriendo infidelidades e inquinas que estaba muy lejos de percibir.

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