Un escritor menor dentro de la pléyade de gigantes que dio Rusia al mundo en el siglo XIX (Tolstoi, Dostoyevski, Goncharov, Pushkin, Turguénev, Chejov...), pero con una enorme producción en relatos a pesar de morir relativamente joven (48 años). Éste es uno de los más conocidos.
Es un relato muy original por ponerse en la piel de un terrorista que entabla una extraña amistad circunstancial con una prostituta, tema muy peculiar para el biempensante siglo XIX. Hasta el momento me ha parecido "poco ruso" en el sentido de poseer un ritmo rápido y tener una adjetivación escasa (a diferencia de la lenta prosa tolstoyana, por ejemplo), sin embargo, la introspección está presente en todo momento, al igual que ocurre en la obra de Dostoyevski.
Una vez más, los señores de Acantilado han decidido sacar este corto relato de forma aislada en un diminuto tomo, lo cual, en mi humilde opinión, es desaprovechar la oportunidad de sacar una representación más amplia de la obra de Andréyev, pero en fin... "doctores tendrá la Iglesia".