En un principio tuve serios recelos para leer a este tipo. Lo que conocía de él se reducía a las aventuras detectivescas de su personaje más famoso, el Padre Brown, así como sus calmadas disensiones católicas que lo proyectaron como el mayor apologista católico (excluyendo obviamente a aquellos de vida consagrada) de principios del siglo XX. Temía que su literatura, considerada imprescindible en Inglaterra, fuera semejante a aquella de Agatha Christie contaminada, tal vez, por un fanatismo católico del que yo ya estaba tocado por vía familiar. Afortunadamente, mi curiosidad literaria venció estos temores para poderme encontrar con el verdadero G.K. Chesterton.
Porque Chesterton es mucho más que el autor del Padre Brown y el apologista cristiano. Por Chesterton destila esa llamada literatura victoriana que yo califico peyorativamente de "literatura de té con pastas" en el sentido de ser una agradable lectura que las damas de la buena sociedad inglesa, señoronas ellas de costumbres fijas, que disfrutaban de un par de horitas de reposada lectura después del té de las cinco... eso exigía una literatura tan biempensante como ellas mismas, es decir: temas anodinos y superficiales con formas clásicas y anticuadas... ¿Soy injusto? Sin lugar a dudas. Es verdad que nadie acabará empuñando un ariete revolucionario tras leer a Chesterton; cierto es que la sociedad resultante de sus textos es conservadora ad nauseam; innegable que, obviando las terribles desigualdades sociales de la era victoriana, el autor opta por mirar a otro lado, a los hermosos parterres de su jardín... pero también es exacto afirmar que la prosa de Chesterton tiene una brillantez y una elegancia pocas veces alcanzada, y que los temas, aun siendo muchas veces notablemente conservadores, contienen una ironía que desactiva la indiferencia ante la injusticia social que uno aprecia, por ejemplo, en George Eliot.
Tanto en El hombre que fue jueves como en estos Cuentos del arco largo se aprecia ese humor inglés que no es tan negro como se presenta desde el sur de Europa, sino que es simplemente mucho más sutil del que se hace a orillas del Mediterráneo. Los personajes son ridiculizados sin piedad, especialmente aquellos soberbios y empingorotados, verdaderos prohombres de aquella hipócrita sociedad.
Por otro lado, las formas de la literatura de Chesterton no desmerecen nada de los mejores textos de Dickens o Hawthorne, con esa prosa lenta y adjetivada que exige una lectura calma y respetuosa. Así que, sí, Chesterton es literatura "de té y pastas", en el sentido de lo elaborada que es, pero también es de una calidad más que notable... No sé, puede que incluso en un futuro me aventure con alguno de sus ensayos morales...