Continúo con el catálogo de Valdemar. Van a tener que nombrarme "lector honorífico", si es que tal distinción existiera... Lo cierto es que los lectores que gustamos de aquellos relatos fantásticos o con temas que giran hacia lo extraordinario o anormal tenemos una deuda con esa editorial, porque han sacado en unas condiciones muy dignas (de formato y presentación, pero sobre todo de traducción) obras "menores" de autores fundamentales de la literatura romántica (principalmente anglosajones, lo que muchos llaman "literatura victoriana") como Dickens, Wells, Stevenson, Conan Doye, las hermanas Brönte... que era francamente difícil encontrar en nuestra lengua. Ya se sabe que la literatura romántica, anglosajona o no, tenía un gusto por lo oculto y sobrenatural, pero las obras principales acabaron despuntando por el realismo, con lo cual esas supuestas "obras menores" (de las cuales, la casi totalidad están a años luz, por encima, claro, de lo que se publica como grandes éxitos hoy en día) habían quedado marginadas.
Edward Frederic Benson no era uno de los grandes. Sin embargo, su prosa coincide con ellos en la sofisticación en las descripciones, la notable adjetivación y la originalidad argumental. En inglés sus relatos estuvieron siempre disponibles con reediciones frecuentes, pero en castellano habían caído en el olvido. Gracias, por tanto, a la editorial Valdemar podemos disfrutar de ellos.
Parece ser que el tal Benson fue uno de los beneficiados de aquella brutalmente desigual sociedad victoriana. No en vano era hijo del arzobispo de Canterbury (el más alto rango eclesiástico de la Iglesia de Inglaterra, sin contar con la reina que sigue siendo "cabeza de la iglesia"), vaya, algo como la vieja expresión popular española para alguien con la inmensa fortuna de ser "hijo de obispo", por lo inusual y destacado de la situación. Tal vez la vida regalada que llevó le inhabilitó para tener la sensibilidad social que otros como Charles Dickens tuvieron hacia los más desfavorecidos.
Al margen de orígenes sociales, Benson es un extraordinario escritor de relatos fantásticos. Valdemar subtitula el tomo como "13 relatos de fantasmas", lo cual no es totalmente apropiado. Los relatos son típicamente victorianos también en el tema, es decir, no es fácil clasificarlos, pues algunos gustan de apariciones fantasmagóricas, otros de relaciones con el diablo, otros de pesadillas terroríficas, otros de fenómenos extraños e inexplicables, pero todos tienen en común lo fantástico y anormal. Esto quiere decir que los relatos pueden deleitar tanto al que busca lo verdaderamente imaginario e irreal como al que busca una historia bien pergeñada y con prosa cuidada; yo, por supuesto, pertenezco a las dos categorías.