sábado, 1 de agosto de 2020

"Tiempos interesantes", por Terry Pratchett.

 Decimoséptima entrega de la saga del Mundodisco (decimoctava según la cuenta de la editorial Debolsillo). Esta vez el sarcasmo de Pratchett recae sobre la organización social del gigante asiático que marca nuestras vidas (hasta cierto punto), tanto en la época imperial como con la revolución maoísta. La genialidad del finado autor inglés es tal que no cae en maniqueísmo político alguno, simplemente pone en solfa el afán uniformador y deshumanizante que han sufrido los ciudadanos (súbditos) de aquel enorme país y que, desgraciadamente, parecen querer exportar a todo el planeta.

  Los personajes principales vuelven a ser el mago Rincewind, quien, a su pesar, volverá a ser el gran héroe salvador, algo típico de todos los cobardes; Cohen el Bárbaro, remedo irónico del personaje de Robert Howard, Conan el  Bárbaro, reconvertido en un furioso anciano imbatible; el turista Dosflores, natural del Imperio Agateo, que, con un optimismo y una ingenuidad a prueba de bombas se convierte en el álter ego de Rincewind; además de algunos personajes nuevos que redondean la sátira.
 Pero como siempre digo, los personajes e incluso el argumento son lo de menos, lo de más, al menos para mí, es el profundo conocimiento del alma humana que demuestra tener Pratchett, porque todos los defectos, los vicios, e incluso, sorpresa, sorpresa, alguna virtud por ahí perdida, quedan retratados con una fidelidad extraordinaria. Es, ya lo escribí, literatura para adultos que han sufrido/disfrutado de la sociedad humana varias décadas y tengan madurez suficiente como para mirarse al espejo con espíritu crítico, algo que, como mucho, desarrolla un veinte por ciento de la población... tirando por lo alto...
 Igual que el autor está libre de maniqueísmos y posicionamientos políticos, también está libre, por supuesto, de visiones chovinistas o xenófobas. Las críticas a China  son extrapolables a cualquier lugar o época en la que unos pocos dictatorzuelos (en la novela, de tradición imperial y "renovación" comunista) "saben" lo que necesita el pueblo y no dudan en aplicarlo con toda la brutalidad posible. Aplicando el dicho popular: "los mismos perros con distinto collar".

viernes, 17 de julio de 2020

"La mordaza".

 Era obvio que acabaría pasando, todos lo suponían. Las clases dirigentes de la sociedad humana llevaban siglos sin ejercer su derecho a oprimir a la inmensa mayoría silenciosa; algunos decían que desde la Edad Media, otros que desde la Revolución Francesa... lo cierto es que en 2020 las clases dirigentes callaban la boca del pueblo, lo amordazaban de nuevo... sólo, ahora lo llaman mascarilla...

lunes, 13 de julio de 2020

"Billy Budd, marinero" y el poema final. Herman Melville.

 Con gigantes como Herman Melville siempre hay aspectos a descubrir. Todos hemos leído Moby Dick, el propio Billy Budd, marinero, Benito Cereno o la enigmática y apasionante (apasionante por lo que algunos nos parecemos al personaje principal) Bartleby, el escribiente, pero desgraciadamente nos dejamos mucho del talento de Melville. Sobre todo en poesía, a la cual el creador de personajes tan auténticos como el Capitán Ahab dedicó mucho talento y años a lo largo de su vida. Me prometo a mí mismo superar la laguna de conocimiento que tengo con respecto a la poética de Melville, sobre todo después de leer el espléndido poema que sirve de epílogo a Billy Budd, marinero y que sirve de epítome del relato. Aquí va:

Billy encadenado.

El bueno del capellán ha entrado en la celda solitaria,
se arrodilla y reza por Billy Budd.
Por la tronera entra el resplandor de la luna,
su luz hace brillar el machete del centinela e ilumina su rincón,
aunque esa luz también morirá el último día de Billy.
Mañana harán de mí una joya,
que colgará como una perla del penol,
como el pendiente que le regalé a Molly, la de Bristol.
Ay, me van a colgar, no se suspenderá la sentencia.
Ay, todo está perdido, estoy perdido.
De madrugada seré colgado,
con el estómago vacío.
Quizá me den un trozo de pan, o algo de bizcocho, antes de mi muerte.
Seguro, algún camarada acercará a mis labios la última copa de vino,
pero apartará la mirada.
Sólo Dios sabe quién me colgará,
no habrá un pitido para la driza,
¿No es todo ficción?
Hay niebla en mis ojos; estoy soñando.
¿Un hacha para la soga? ¿Todo avante?
El tambor llamará, y Billy jamás lo oirá.
Pero Donald prometió permanecer a mi lado,
así tocaré una mano amiga antes de morir.
No, entonces ya estaré muerto.
Recuerdo cuando se hundió Taff el galés,
y sus mejillas estaban rojas como la aurora.
Pero a mí me arrojarán a las profundidades envuelto en mi hamaca.
Me hundiré más y más, y soñaré, como en duermevela.
Siento que algo se mueve. Centinela, ¿eres tú?
Afloja un poco las cadenas y súbeme despacio,
tengo sueño y siento ya cómo las algas húmedas me envuelven.

Herman Melville en 1885. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

domingo, 12 de julio de 2020

Talk Talk. "It's my Life" (1984).



Funny how I find myself in love with you
If I could buy my reasoning I'd pay to lose
One half won't do
I've asked myself, how much do you
Commit yourself

It's my life
Don't you forget
It's my life
It never ends (it never ends)

Funny how I blind myself, I never knew
If I was sometimes played upon, afraid to lose
I'd tell myself, what good do you do
Convince myself

It's my life
Don't you forget
It's my life
It never ends (it never ends)

I've asked myself, how much do you
Commit yourself?

It's my life
Don't you forget
Caught in the crowd
It never ends




sábado, 11 de julio de 2020

"Mil y una aventuras. Los mejores relatos de aventuras aparecidos en Valdemar (1987-2003)".

 Saliendo de las negruras metaliterarias de Danilo Kis, tenía muy claro que quería leer algo más optimista, más sencillo en sus formas e incluso más superficial. Recordé mis lecturas juveniles con todos aquellos "monstruos" de la literatura como Verne, Stevenson, Kipling, Conrad, Salgari, Jack London... todas hoy superadas, demasiado ingenuas tal vez, pero, sin duda, las lecturas que me hicieron lector de por vida. Empecé a buscar en los océanos internáuticos y recordé la editorial de la que he leído más en los últimos años: Valdemar. De ellos busqué en su colección "El Club Diógenes", de la que ya escribí con anterioridad; en mi humilde opinión una excelente colección, ya que recoge autores que, desgraciadamente, habían caído en el olvido, poniéndoles de nuevo en el candelero y, esto es lo mejor, en un formato de bolsillo que asegura un precio ajustado y un formato reducido para todos aquellos que leemos allá donde nos apetezca. De dicha colección encontré este pequeño volumen (pequeño en las dimensiones exteriores pero enorme en ambición literaria) que a continuación reseño.
 La propia portada deja bien a las claras la temática principal. Por cierto, por hacer justicia a su autor, la ilustración es obra de N.C. Wyeth, se titula Romance of Adventure. En fin, antes decía pequeño tomo, pero son 779 páginas, casi todo de relatos, pero también incluye tres novelas breves. ¿Los autores? Los más sublimes de este subgénero narrativo: Daniel Defoe, Edgar Allan Poe, Melville, Mark Twain, Ambrose Bierce, Bram Stoker, Stevenson, Howard Pyle, Conrad, Conan Doyle, Kipling, Chesterton, William Hope Hodgson, Jack London, H. G. Wells y Robert Howard... ¡casi nada! 
 Efectivamente, son lecturas sencillas, ingenuas incluso, por su argumento lineal, sin apenas sorpresas, como por lo estereotipado de los personajes (buenos y malos, héroes y villanos...), sin embargo, la calidad prosística es muy alta. Son lecturas relajadas, sin prisas, recordando la juventud, un periodo quizá sin tantos problemas (o no, depende), pero, en todo caso, sí un periodo de romanticismo literario, de idealismo sin mácula, y ese romanticismo y ese idealismo están en todos y cada uno de los relatos de este tomo.
 Nunca he creído a pie juntillas aquello de que en función de la estación del año o la vida que se lleve se ha de leer esto o aquéllo, pero hay que reconocer que los relatos aquí contenidos encajan muy bien para leerlos en la piscina, playa o parque público, para disfrutarlos en verano, ¡vaya!

viernes, 10 de julio de 2020

Guiño literario al lector de Herman Melville en "Billy Budd".

 En esto de escribir, por mucho que el escritor esté resuelto a permanecer en el camino principal, no puede evitar tomar caminos laterales que ofrecen un interés difícilmente resistible. Ahora me voy a desviar por uno de estos senderos. Si el lector me quiere acompañar estaré encantado de que así lo haga. Podemos prometernos, cuando menos, ese placer que con cierta malignidad se dice que hay en el pecado, pues nuestro inciso será con seguridad un pecado literario.

miércoles, 8 de julio de 2020

"La buhardilla", de Danilo Kis.

 No había leído nada de este tipo. Supe de él a través de la editorial Acantilado, su breve reseña biográfica y de obra me interesó y, aunque tenía una opinión controvertida de Vila-Matas, decidí leer la que, según parece, fue su primera obra: La buhardilla.
 Digo controvertida la opinión de Vila-Matas porque, aunque lo considero uno de los grandes escritores en lengua castellana de nuestros días, francamente, no lo soporto. Ya hablé del escritor catalán en alguna entrada: me parece un tipo muy dotado en el uso de la lengua, alguien, por otro lado, que se siente cercano por el uso metaliterario de la narrativa (cualquiera empatiza con un escritor que habla de lecturas y otros escritores, sentimos que algo nos une); sin embargo, pienso que es un tío que se pierde en las formas y apenas tiene fondo. Muchas novelas de Enrique Vila-Matas son gigantescas entelequias sobre otras novelas o autores, trufado con vidas vulgares y obsesivas, algunas rayanas en la enfermedad mental. Sí, que duda cabe de que la lectura nos ha marcado la vida a muchos, no siempre en un sentido positivo, pero de ahí a rebuscar en nuestro cerebro de forma enfermiza para ver cuáles son nuestros defectos más evidentes o cómo nos hemos aislado del mundo al preferir los libros a los amigos... es francamente excesivo. Trato de pensar que la lectura excesiva ha sido fruto de nuestra introversión, dificultad de socializar, desánimo al conocer la mediocridad humana que nos rodea y la falta de expectativas reales, pero, aunque sea un refugio, no se puede exagerar, so pena de acabar en la enfermedad mental o en el suicidio.
 Esta digresión anterior es para recalcar que cuando Vila-Matas habla favorablemente de un autor, se me despierta una desconfianza hacia éste que me suele llevar a su rechazo. Me pasó con Roberto Bolaño (leí sólo dos novelas, El Tercer Reich y Los detectives salvajes, ésta última ni la terminé) o con Laurence Stern.
 Sin embargo sí he leído a Kis... no estoy seguro de haber acertado.
 La buhardilla es, al parecer, la primera obra publicada del balcánico. Es una novela breve (poco más de cien páginas), protagonizado por un personaje arquetípico, a medio camino entre un bohemio y un lector compulsivo. Este personaje convive con otro que es, aparentemente, su opuesto, aunque en mi opinión, no es otro sino otra personalidad del mismo individuo, personalidad opuesta, eso sí. Las digresiones sobre la vida y el modo de ganársela, el amor y las relaciones sociales o la organización social de la humanidad suponen la totalidad de la novela. Está trufado con algunas citas literarias (ya sea en francés, latín o serbocroata) y referencias a autores pasados. Todo muy metaliterario, pues. Al igual que las novelas de Vila-Matas o Bolaño, tiene muy poca acción, ya que en su mayoría son reflexiones en voz alta con el otro (o con la otra personalidad). Y poco más... al menos para mí. No me ha gustado, la verdad. La he tolerado en buena medida por su brevedad, no creo que lea más de este autor.

miércoles, 1 de julio de 2020

"Centro di gravità permanente", Battiato.

Immagine dal web sentireascoltare.com
Una vecchia bretone
Con un cappello e un ombrello di carta di riso e canna di bambù
Furbi contrabbandieri macedoni
Gesuiti euclidei
Vestiti come dei bonzi per entrare a corte degli imperatori
Della dinastia dei Ming

Cerco un centro di gravità permanente
Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente
Avrei bisogno di
Cerco un centro di gravità permanente
Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente
Over and over again

Per le strade di Pechino erano giorni di maggio
Tra noi si sherzava a raccogliere ortiche
Non sopporto i cori russi
La musica finto rock la new wave italiana il free jazz punk inglese
Neanche la nera africana

Cerco un centro di gravità permanente
Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente
Avrei bisogno di
Cerco un centro di gravità permanente
Che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulla gente
Over and over again

You are a woman in love
Baby, I need your love
I want your love
Over and over again
Come in into my life
Baby, I want to give you my soul
Baby, I need your love.

lunes, 22 de junio de 2020

"Minimalist Bookshelves", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"El que escucha", de Algernon Blackwood.

 Un par de entradas atrás escribí que los relatos de Blackwood recopilados en el tomo de Valdemar que estoy leyendo tenían la misma hechura, hasta el punto de que, decía yo, eran el mismo relato cambiando los personajes y la ambientación. Ahora que sigo leyendo ese tomo, me he sentido culpable de crueldad para con el autor inglés. Sigo pensando que esos primeros relatos eran, en verdad, el mismo, y también que es un defecto muy frecuente en muchos autores, algunos aclamados, presentes o pasados. Con todo, al seguir avanzando en los relatos, me he topado con uno ciertamente excelente, que me ha tenido en vilo de principio a fin y que me ha recordado al mejor Lovecraft. El relato es El que escucha, ("The Listener").
Algernon Blackwood. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 El relato, contado con la estructura de un diario, es la bajada a los infiernos psiquiátricos del autor del mismo. Es un texto exquisitamente pergeñado, en el que, entrada a entrada del diario, se puede observar como el escritor se desquicia poco a poco, día tras día. Esa evolución en el carácter del individuo en apenas cuatro meses redondea extraordinariamente al personaje, pudiéndose apreciar las oleadas de locuras trufadas con leves mejorías temporales. El hachazo final del relato corta el aliento, algo en lo que Howard Phillips Lovecraft era un maestro.
 Según parece, Lovecraft admiraba a Blackwood y, de hecho, cita parte de un texto suyo en La llamada de Cthulhu. Es improbable que se llegaran a conocer, y, sin embargo, este relato del inglés podría haber sido firmado perfectamente por el americano. Es un tipo de relato de terror psicológico que tiene más que ver con la ambientación que con lo que ocurre en realidad. Ambos autores son maestros a la hora de crear una situación opresiva y ominosa en lugares y tiempos totalmente vulgares.