En esto de escribir, por mucho que el escritor esté resuelto a permanecer en el camino principal, no puede evitar tomar caminos laterales que ofrecen un interés difícilmente resistible. Ahora me voy a desviar por uno de estos senderos. Si el lector me quiere acompañar estaré encantado de que así lo haga. Podemos prometernos, cuando menos, ese placer que con cierta malignidad se dice que hay en el pecado, pues nuestro inciso será con seguridad un pecado literario.
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