domingo, 11 de abril de 2021
miércoles, 7 de abril de 2021
Más aforismos de Hesse.
Los apotegmas de Hermann Hesse están muy bien, algunos son como un directo al mentón (o, como quien dice, a la conciencia): rápidos, duros e imparables. Pero luego sigues pensando sobre ellos y empiezas a encontrar fallos, o, mejor dicho, resquicios por donde introducir una palanca y hacer mella intelectual en ellos. Así se acaba por concluir que nada plenamente irrebatible.
Por otro lado, muchas sentencias están, claramente, sacadas de contexto. Como consecuencia, el mensaje completo está cercenado, cambiando parcial o incluso totalmente el sentido del mismo. Son como los titulares de los malintencionados periodistas, que son una simplificación, una alteración, pero en absoluto casual, sino dirigidas hacia un fin predeterminado y, muy frecuentemente, peligroso.
En fin, virtudes y defectos incluidos, sigo pensando que la mejor forma de hacer honor a los aforismos es ponerlos directamente. Aquí van unos cuantos:
"Campesinas ha habido que, poseyendo y conociendo sólo la Biblia, han leído y extraído de ella más ciencia, consuelo y alegría que la que jamás pueda sacar algún que otro millonario mimado de su valiosa biblioteca."
"Muchos consideran que es una vergüenza no conocer la última novela del autor de moda más reciente, mientras dejan durante toda su vida que los viejos "mamotretos" sigan siendo mamotretos, sin darse cuenta siquiera de que mucho de lo novísimo y preferido no es más que algo viejo recalentado a toda prisa y servido como nuevo."
"Una profesión es siempre una desgracia, una limitación y una resignación."
"Lo que necesita y exige nuestra época no es laboriosidad y espíritu de funcionario, sino personalidad, conciencia, responsabilidad. Intelecto, talento, hay de sobra."
"El enemigo más peligroso de la alegría es, sin duda, la excesiva valoración del minuto, la prisa como causa primordial de nuestra forma de vida. La consigna es: lo más posible y lo más aprisa posible. De lo cual resulta siempre cada vez más complacencia y menos alegría."
"Para vivir la felicidad es necesario ante todo desligarse del tiempo y, con ello, tanto del temor como de la esperanza, pero la mayoría de los hombres pierden esa capacidad con los años."
"La guerra la hacen gentes a las que es indiferente la vida de los demás. Hacen sus guerras con los bienes, la sangre y la vida de otros, y les importa un bledo lo que nosotros pensemos y lo que tengamos que sufrir."
"Uno se olvida de juzgar y criticar a los demás cuando está lleno de dudas sobre sí mismo."
"Todo individuo debe alguna vez dar el paso que le aleja de su padre, de sus maestros; todo individuo debe experimentar algo de la dureza de la soledad, si bien la mayoría de las personas poseen poca capacidad de aguante y vuelven pronto al refugio."
"Todo es colectividad, todo es arracimarse, todo es abdicar del propio destino y refugiarse en la cálida proximidad del rebaño."
"La soledad es el camino por el que el destino quiere conducir al hombre hacia sí mismo."
"Sin mucha comprensión, pero con gran conciencia de superioridad suele enfrentarse el adulto con el niño. Hasta que se demuestra que ese sentimiento de superioridad no tiene otra base que una profunda ignorancia."
¿Por qué no se ha de entretener uno con libros? Muchas veces son tan inteligentes como los hombres y tan graciosos como ellos, y menos impertinentes."
viernes, 2 de abril de 2021
"Lecturas para minutos". Hermann Hesse.
Probablemente haya pocos narradores tan propicios como Hermann Hesse para editar un libro de aforismos suyos. La mayoría de los que están recogidos en este ejemplar de Alianza Editorial proceden de cartas y ensayos, obviamente los textos más propensos para las máximas; pero la narrativa de Hesse también está preñada de aforismos. No me cabe duda de que obras como El lobo estepario, Sidharta, Bajo las ruedas, Demian, El juego de los abalorios o Peter Camenzind tienen un contenido de corte moralista muy abundante, de manera que, si no expresamente en axiomas, implícitamente se puede sacar una visión ética de la vida. Es, en mi opinión, la gran virtud de Hesse: la voz de un pacifista en medio de la guerra, de un ser espiritual en medio del materialismo, de alguien piadoso en la crueldad generalizada, la voz de la conciencia, en definitiva.
He de decir, no obstante, que muchos de los apotegmas aquí contenidos son coyunturales y, por tanto, menos valiosos. Son aquéllos que tienen que ver con la turbulenta época que le tocó vivir al suizo, con las dos guerras mundiales de por medio. Estos aforismos son claramente producidos como consecuencia de una reflexión sobre la situación sociopolítica y bélica de un momento concreto, con lo cual se pueden encontrar incluso algunos que se contradicen abiertamente. Otros, sobre todo los referidos a la naturaleza humana y la espiritualidad, son completamente atemporales, válidos tanto para principios del siglo XX cuando fueron escritos, como para el XXI.
No hay mejor reseña personal de una recopilación de aforismos que citar aquéllos con los que uno comulga mejor, así que me callo para dejar hablar al sabio.
"Quien está fuertemente individualizado tiene que reconocer que la vida es una lucha constante entre sacrificios y pesar, entre el reconocimiento de la comunidad y la salvación de la personalidad."
"También el hombre zafio, superficial, reacio a pensar siente esa antiquísima necesidad de descubrir un sentido a la vida; y cuando ya no encuentra ninguno, su vida privada cae bajo el signo de una egolatría salvajemente aumentada y de una angustia mortal multiplicada".
"Quien no encaja en el mundo, está siempre de encontrarse a sí mismo. Quien encaja en él, no se encontrará nunca, pero llegará a consejero nacional".
"No debemos buscar, sino encontrar, no debemos juzgar, sino observar y comprender, inspirar y elaborar lo inspirado. Tenemos que sentir nuestra propia esencia integrada y ordenada en el todo. Sólo entonces tendremos relaciones con la naturaleza".
"Creo que no soy responsable del sentido o de la falta de sentido de la vida, pero sí soy responsable de lo que haga con mi propia y única vida".
"¡No digas de ningún sentimiento que es pequeño, ni indigno! Cada uno es bueno, muy bueno; también el odio, la envidia, los celos y la crueldad. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos."
"Siempre ha ganado quien sabe amar, soportar y perdonar, no el que mejor lo sabe todo y todo lo enjuicia."
"La escuela es el único problema cultural moderno que tomo en serio y que ocasionalmente me excita. En mí la escuela ha destrozado muchas cosas, y conozco pocas personas de cierta importancia a las que no les ocurriera lo mismo. Aprender, sólo aprendí allí latín y mentiras."
"Los maestros exigían de nosotros virtudes que ellos mismos no tenían, y la Historia Universal que nos ponían delante era seguramente también una patraña de los adultos para achicarnos y empequeñecernos."
martes, 30 de marzo de 2021
"Historia de una escalera", de Buero Vallejo.
Aunque, lamentablemente, sólo soy capaz de leer en lengua extranjera en inglés obras de renombre, me jacto vanamente de haber catado y catar con regularidad la literatura de todas las lenguas y culturas, para ello, obviamente, he de recurrir a los traductores, malhadada tribu que subvierte demasiado a menudo los textos con los que trabaja. Pero, aun así, al menos de lenguas europeas, me siento razonablemente satisfecho de ser omnívoro; no tanto por afán de ilustración, sino de evasión. Porque, sí, para que ocultarlo, leer a autores de lenguas y culturas ajenas es emprender una suerte de viaje mental que lo aleja a uno de la asfixiante cotidianeidad que lo subyuga. Pero claro, hete aquí que leo a uno de los clásicos del teatro español del siglo XX, Antonio Buero Vallejo (por cierto, muchos sesudos académicos lo siguen incluyendo en el Simbolismo, que me expliquen que narices tiene de simbolista Historia de una escalera, ejemplo perfecto de realismo social, pero bueno...), pues eso, que leo a Buero Vallejo, tipo nacido en Guadalajara pero criado en Madrid, en puro casticismo de esta ciudad, pergeñando personajes y ambientes típicos de la capital ("Costumbrismo", lo llaman los sesudos), y no puedo por menos pensar que no es que no haya viajado, es que me he metido de nuevo en mi propia familia, los que viven y los que ya han pasado, me he metido en sus costumbres, sus hábitos, sus mezquindades... ¡Buff! Tengo que buscar narrativa de Extremo Oriente una vez más...
Porque, vamos a ver, la obra es una crítica social a la pequeñez de los habitantes de un bloque de pisos de cualquier ciudad, pero, utilizando el lenguaje popular como lo usa Buero, sólo tengo que cerrar los ojos para imaginar a mis abuelos, mis padres o mis tíos en EXÁCTAMENTE la misma situación, con ilusiones fracasadas que devienen en rencores y resentimientos de por vida, mientras ésta, la vida, se les escapa como arena entre los dedos. Apenas hora y media de lectura, pero me ha costado Dios y ayuda terminarla... No porque no me gustara o porque fuera ardua, ni mucho menos, sino por lo hirientemente cercana que lo he sentido.
Grosso modo, se trata de un drama en tres actos ambientado en una casa de vecindad de una ciudad innominada (como antes decía, los modismos de los personajes son del habla popular de Madrid a mitad del siglo XX). En esa escalera, dos personajes principales, Fernando y Urbano, jóvenes en un principio, hacen proyectos de vida, proyectos muy diferentes entre sí pero que tienen en común la huida de ese vecindario, cada uno con su respectiva enamorada. En el tercer acto los encontramos ya talluditos, con sus ilusiones fracasadas, viviendo en la misma escalera, casados con sus parejas contrarias y con hijos "en edad de merecer". Merecer una h*stia, porque resulta que se emparejan entre ellos y, ante el horror de los padres, se aprestan a vivir la misma vida mezquina y sin futuro que ellos mismos han vivido.
Es una historia de pobreza material, pero mucho más de pobreza moral. Pero, tal cual yo lo veo, la miseria moral viene de juzgarse unos a otros con una dureza sólo equiparable, por contraste, a la displicencia con la que se juzgan a sí mismos. ¡Esa es la inmoralidad de los personajes! Tratan de elevarse un milímetro por encima del otro para poder criticarlo. Son insectos humanos emponzoñados por la envidia que viven en el sucio hormiguero que es esa escalera.
O sea, que se repite el ciclo como una maldición insoslayable. Buero es muy explícito, haciendo decir lo mismo a dos personajes distantes treinta años en el tiempo, a Fernando y a su hijo, también Fernando, a cuenta de las ilusiones futuras. Yo prefiero copiar dos fragmentos, uno del primer acto y otro del tercero, que pone en evidencia este círculo vicioso en el que están inmersos los personajes:
De Fernando a Urbano, en el primer acto: Y mañana, o dentro de diez años que pueden pasar como han pasado los últimos..., ¡sería terrible vivir así! Subiendo y bajando la escalera, una escalera que no conduce a ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo..., perdiendo día tras día...
De Fernando (hijo) a Carmina (hija): Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo y bajando esta escalera... Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares.
domingo, 28 de marzo de 2021
"Names for my Novel", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)
Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid, 2021.
Pocas casetas, poca gente, mucho control... pero bueno, tal y como están las cosas no deja de ser una buena señal para luchar contra la destrucción social. Eso habrá que reivindicar, que podemos leer y que leer nos hace libres... libres de liderazgos estúpidos, libres de convencionalismos, libres de sostener a una sociedad inútil, libres...
martes, 23 de marzo de 2021
"Historia de dos ciudades", de Charles Dickens.
Novela dickensiana a más no poder: relato histórico en el que se producen grandes cambios socioeconómicos, la Revolución Francesa; acerba crítica social de las desigualdades, en este caso del Antiguo Régimen, pero también del periodo posrevolucionario, el llamado Reinado del Terror; personajes arquetípicos que, aún en su extraordinaria redondez, son casi caricaturas; relato dramático no exento de toques irónicos que hacen soportable la crítica; o el carácter moralista e idealista del escritor que juzga con mano de hierro los desmanes humanos. Esas características, y alguna más, cocinadas a fuego lento y con el talento de un Charles Dickens consiguen hacer de la literatura, como dijo alguien, el placer más gozoso que se puede hacer vestido...
Pues sí, Historia de dos ciudades, es otra de las novelas redondas de Dickens, un prodigio de narrativa serena y profunda, pero a la vez amena y entretenida. El inicio (ya puse el primer párrafo en otra entrada de este blog) tiene un lirismo propio de prosa poética, mucho más de lo que es habitual en el inglés, que tiene una prosa menos rimbombante, es algo que choca, pero luego vuelve a la narración más llana, más suya.
El argumento es sencillo, pero a la vez enrevesado. Dickens pergeña la novela a camino entre Londres y París, con personajes franceses, los Manette y Charles Darnay, que tienen relaciones financieras con el Banco Tellson de Londres y, a través de éste, con otros ciudadanos ingleses. Los primeros en ser presentados son Lucie Manette y su padre, encarcelado por el Antiguo Régimen en Francia, que, gracias al banquero Lorry, consigue ser librado de La Bastilla. Paralelamente, en Londres se da otro juicio en el que Charles Darnay es acusado injustamente de espiar a favor de su país; aquí, gracias a un personaje secundario que irá creciendo conforme avanza la novela (Sydney Carton), conseguirá eludir la presión. Finalmente, Lucie Manette y Charles Darnay se casarán y tendrán dos criaturas, una de escasa vida. Darnay, a requerimiento de un amigo, Gabelle, acude a París; pero toda Francia, tras la Toma de la Bastilla, es puro frenesí revolucionario y Darnay es detenido como aristócrata y condenado a muerte. Por último, el reo conseguirá salvar su cabeza gracias al sacrificio supremo de ese personaje secundario, Carton, que intercambiará sus papeles en prisión.
Ese es, grosso modo, el argumento, pero Dickens lo enriquece con un montón de personajes secundarios que, como antes decía son verdaderos arquetipos. Como Monseigneur, arquetipo de una nobleza autista, incapaz de empatizar con el pueblo hambriento si no es para aprovecharse de él; o como la señora Defarge, arquetipo del pueblo vengativo y resentido que, aunque pleno de derecho de resarcimiento, lo pierde al confundir justicia con venganza. Esos personajes y otros muchos no son imprescindibles para explicar el argumento, pero permiten entenderlo plenamente y le da una verosimilitud al relato que pocos escritores son capaces de conseguir.
Hablaba antes del Dickens moralista, y es algo que se nota en toda la novela. No es un narrador indiferente sino plenamente involucrado en el bienestar de los personajes. Lo hace de forma directa cuando critica abiertamente situaciones sociales desfavorables para la mayoría social, e indirectamente creando personajes detestables y llenos de vicios para orientar al lector en el mismo sentido. Así, no deja títere con cabeza al censurar al Antiguo Régimen y la terrible sociedad dicotomizada que genera, apostando sin lugar a dudas por la Revolución Francesa como un avance necesario para la humanidad. Luego, sin embargo, reprueba ferozmente la deriva vengativa que toma al mostrar pantomimas de juicios en los que se acaba condenando sin pruebas a la decapitación, todo por un tribunal de borrachos.
Es ésta una novela de una profundidad psicológica sin igual, capaz de mover el corazón del lector más impertérrito, pero sin caer en sentimentalismo alguno, entretejiendo pequeñas vidas en los acontecimientos históricos más señeros. Algo, evidentemente, al alcance de muy pocos.
jueves, 18 de marzo de 2021
Mateo, 23, 1-36. Denuncia de los maestros de la ley y fariseos hipócritas. Hoy, no sólo líderes religiosos, también líderes políticos y sociales.
Mt23 1 Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, 2 diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: 3 haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. 4 Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. 5 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; 6 les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; 7 que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí. 8 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. 10 No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. 11 El primero entre vosotros será vuestro servidor. 12 El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
13 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? 18 O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? 20 Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; 21 quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; 22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; 28 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, 30 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! 31 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. 32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna? 34 Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad. 35 Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación».
13 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? 18 O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? 20 Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; 21 quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; 22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; 28 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, 30 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! 31 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. 32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna? 34 Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad. 35 Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación».
sábado, 13 de marzo de 2021
"Historia de dos ciudades", Dickens. Semejanzas con estos tiempos... y todos los tiempos.
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Lo poseíamos todo, pero no teníamos nada; caminábamos directamente hacia el cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.
lunes, 8 de marzo de 2021
"El cazador de sueños", de Stephen King.
Creo que me pasa en todos los ámbitos de la vida: antes de hacer algo, leer un libro, ver una película, visitar una ciudad... me hago un juicio a priori de lo que voy a ver. Pero un juicio duro como pocos... quizá como me juzgaron y me enseñaron a juzgar los que me educaron. Lo cierto es que no soy capaz de aplicar colores intermedios, todo es blanco o negro. Aplicado a la literatura: o espero leer una obra maestra que cambie mi vida o una simple novelilla para pasar el rato. ¡Claro, así luego me decepciono o sorprendo! Cuando espero leer a un maestro universal tiendo a buscar defectos... y los encuentro, al fin y al cabo eran seres humanos; eso me pasa leyendo a Dickens, Dostoievsky, Tolstoi, Henry James y demás gigantes de la literatura elevados al Parnaso cultural desde hace más de un siglo; como consecuencia, me siento un tanto decepcionado al no encontrar la excelencia inmaculada que esperaba. Y por otro lado, cuando leo a autores contemporáneos, todavía en proceso de formación (como se encuentra todo ser humano inteligente hasta el momento de su muerte, aunque ésta sea a los cien años) tiendo a ser benevolente e incluso despectivo, así me acabo sorprendiendo de que estos tipos de ahora sean capaces de escribir casi sin faltas de ortografía o puntuación. Esto último me pasa con Stephen King, al cual, prejuicioso yo, tildo de autor menor contemporáneo, autor de "poca chicha", para pasar el rato... Y me vuelvo a confundir.
Mis prejuicios perjudican mi capacidad crítica. Pero temo no ser el único. Es más, siento que no ha existido un ser humano desde Adán y Eva (si es que existió esa pareja de hippies que vivía en un jardín y hablaba con serpientes) que no prejuzgue. Dicen los listos que prejuzgar es una forma de anticiparnos a lo que podamos encontrarnos (claro, manda c*j*nes la obviedad), es decir, que automáticamente prejuzgamos porque necesitamos saber a qué nos enfrentamos y actuar de forma rápida para salvar nuestra vida. Por ejemplo, que si yo soy un tío como Adán, con mi hojita de parra tapándome las vergüenzas, ahí mordisqueando manzanas y matando algún bicho que otro para hacerme unas chuletillas, tengo que saber a toda h*stia si el bicho que tengo delante sirve para lo de las chuletillas o tengo que salir corriendo porque me va a comer él a mí, y todo en cuestión de décimas de segundo en función de que el bicho sea peludito, blanco y no pare de balar, o sea grande, a rayas amarillas y negras y no pare de rugir... Bueno, ahora ya no voy con hoja de parra (no por mi gusto, desde luego) y las chuletillas las compro en el M*rcad*na, pero sigo manteniendo ese instinto animal que me obliga a hacerme una idea a toda velocidad sobre que voy a encontrarme... también cuando leo. Y así es, queridos niños, como los prejuicios funcionan.
Bueno, simplificando, que cuando leo a Stephen King tiendo a pensar que es un autor bueno para pasar el rato, y me sorprendo de la calidad que tiene. Pienso, prejuicios aparte, que en esta ingrata sociedad humana, incapaz de decirle a alguien que verdaderamente es valioso (no sea que se lo crea... o que me reviente el bazo al hablar bien de alguien...), autores como Stephen King, que venden millones de libros en cada tirada (mira, me alegro, así podrá comprar un montón de chuletillas en el M*rcad*na que tenga al lado de su casa en Bangor, Maine, United States of America), pues eso, que ese tío, digo, será elevado a esos altares del Parnaso cultural y será, consecuentemente, estudiado por sesudos doctorandos en literatura universal. Lo cierto es que aunque a King se le considere un autor comercial (algunos dirán "si la envidia fuera tiña...") tiene algunas descripciones psicológicas de los personajes que ríase usted de don Fiódor Mijáilovich. Por otro lado, el hecho de que el americano haga referencias constantes a la llamada cultura popular (sus personajes tararean canciones de los Rolling Stones, recuerdan películas de Spielberg o novelas de Ray Bradbury) servirá en un futuro no muy lejano para que otros tipos sabihondos y empingorotados, también doctorandos, estudien las costumbres sociales del siglo XX y XXI, igual que hoy se estudian las costumbres sociales de la Inglaterra del XIX en las novelas de Dickens.
En fin, que los prejuicios son muy malos pero nos han tenido vivos hasta la fecha (signifique eso lo que signifique y tenga el valor que tenga) y nos permiten actuar sin pensar para comernos al bichito blanco que no deja de balar, y huir del bicho grande a rayas amarillas y negras que no deja de rugir... ¿o era al revés?
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