En este país de "enteraos" y, en las últimas décadas, de "enteraos summa cum laude", hay que explicar que los tres monos sabios no significan, como muchos creen, hacer la vista gorda ante los problemas del mundo, hacerse el desentendido y aprovecharse de todo, no, todo lo contrario, la tradición japonesa de los tres monos sabios (Mizaru, Kikazaru e Iwazaru) significa "no ver el mal, no escuchar el mal y no decir el mal". Es decir, protegerse de la podredumbre humana haciendo caso omiso a todo lo malo que los medios de manipulación, perdón, de comunicación, vomitan hora tras hora. Renunciar a lo mundano en busca de una realidad superior. Hacer un "apagón informativo a la inversa" y no colaborar transmitiendo el mal. Esto es: apagar la televisión, la radio, las redes sociales, los periódicos... Pues eso, valga la criatura principal del gran Quino para ilustrar esa suerte de ascetismo.
lunes, 17 de mayo de 2021
Mafalda y los tres monos sabios.
domingo, 16 de mayo de 2021
"Juventud sin Dios", por Ödön von Horváth.
Hay novelas que por atemporales parecen escritas ayer mismo aunque lo fueran en realidad hace noventa años. Es el caso de Juventud sin Dios, una extraordinaria novela de un tal Ödön von Horvarth, hijo de un diplomático austriaco, étnicamente húngaro, muerto accidentalmente en París en 1938. Dicha novela está escrita con una prosa tremendamente ligera (a veces, es mi opinión, demasiado rápida, casi telegráfica), deshaciendo los párrafos en simples oraciones, lo cual convierte cada frase en un proyectil infalible que golpea al lector. En realidad no es un texto sensiblero, que nadie se confunda, incluso con el tema que trata (asesinato entre adolescentes), de hecho, lo apabullante es la frialdad con la que se describe a esos adolescentes, hipotético futuro de la sociedad, y sus comportamientos viciosos y pervertidos. Juventud sin Dios ha sido considerada paradigma de la denuncia de la sociedad pergeñada por los teóricos del nacionalsocialismo que, básicamente, se define por la consecución de unos objetivos (nacionalistas, étnicos y de identidad colectiva) por encima de cualquier moral. No es una interpretación errónea: von Horváth ya había sido señalado por los jerarcas nazis en el Völkischer Beobachter, la portavocía oficial; sus libros habían ardido en esas infames piras tantas veces recordadas; su casa familiar de Murnau, Baviera, había sido registrada en busca de textos antipatrióticos... Probablemente, su pertenencia a la nobleza austriaca lo libraba de momento, pero hubo de huir del país en todo caso, para encontrar una muerte absurda (la caída de una gran rama en un día de tormenta) en París. Sin embargo, la novela de von Horváth es atemporal, pues, desgraciadamente, todos esos vicios y perversiones son encontrables en cualquier tiempo y lugar.
En esencia, la novela retrata la opresiva situación de un grupo escolar de adolescentes en la Alemania del Tercer Reich, en el ámbito de los campamentos de montaña que tan frecuentes fueron en el ámbito fascista (también, además de en Alemania, en Italia y en España) en los que se adiestraba militarmente a los chicos, además de "formar su espíritu nacional" y homogeneizaba sus dispersas mentes. En ese ámbito, el protagonista es un profesor que asiste atónito al desarrollo de las relaciones entre escolares, con el descubrimiento del amor, el sexo, los celos y la venganza como motores del asesinato de uno de ellos. El maestro no es totalmente ajeno a la desgracia, tampoco en el sentido de la responsabilidad, clara metáfora de que en una sociedad como aquélla no hay nadie que se libre de culpa, aunque sea por mirar hacia otro lado. El asesinato se esclarece en un juicio en el que los chicos no dudan en mentir y levantar falso testimonio por librarse de un mínimo castigo, aun a sabiendas de que metían en un problema a un inocente.
En mi opinión, esto es trasladable a cualquier sociedad humana. Retrata jóvenes (teóricamente, la mejor parte y el futuro de aquélla) con todos los vicios de los adultos: mienten, espían, levantan falso testimonio contra otros, incluso asesinan... pero, sobre todo, miran para otro lado y, en lugar de ayudar, se complacen con el mar ajeno. ¿Acaso ha habido alguna sociedad en la que todos esos vicios y defectos no hayan sucedido? ¿Acaso no lo hemos hecho, aunque sea en pequeña medida, nosotros mismos para no complicarnos la vida? Es fácil (y apropiado) entender esta novela como denuncia del sistema social basado en la delación y la falta de solidaridad impuestos por los nazis; pero es mucho más útil si se piensa en que todos esos vicios son propios del ser humano de cualquier época y lugar. Hacer esto con una finalidad, claro está: buscar la solidaridad en lugar de la delación; la honestidad, aunque perjudique, en lugar de la mentira; el compromiso en lugar de la indiferencia; la misericordia en lugar de la aplicación brutal e impersonal de las leyes; la compasión en lugar del rencor...
El gran Primo Levi, víctima en primerísima persona de la brutalidad nazi, dedicó el resto de su vida a narrar sus terribles experiencias en el campo de concentración no para ganarse la compasión de los demás, sino para "vacunar" a la sociedad frente a la intolerancia, la barbarie y la indiferencia. Puede que la Historia no se repita nunca, como me decía un querido profesor, pero la naturaleza animalesca del ser humano pervive en lo más recóndito de su corazón y, bajo determinadas circunstancias, rebrota con ánimo homicida con facilidad, repitiendo esquemas ya acaecidos tiempo atrás.
domingo, 9 de mayo de 2021
"Génesis".
Creo que verdaderamente la Biblia es "el libro de libros". No sólo, claro está, porque esté compuesto de una abigarrada mezcla de libros, algunos históricos, otros sapienciales, otros proféticos, incluso un poema erótico; sino porque el hecho de que miles de millones de humanos lo hayan leído de pe a pa ha marcado sin duda nuestra sociedad. Y es especialmente notable en aquéllos que luego han dejado obra escrita, marcada en muchos casos por la Biblia (estoy pensando, claro en Hermann Hesse, pero también en Tolstoi, Dostoyevski, Dickens o el propio Cervantes).
Lo cierto es que los libros contenidos en la Biblia se pueden leer desde muchos puntos de vista. El más frecuente, no obstante, es el del creyente que busca un poco de luz entre tanta oscuridad; pero también podemos leerla desde un enfoque meramente literario (en cuyo caso, salvo los Salmos, el Cantar de los Cantares -el poema erótico al que antes me refería-, el Eclesiastés y alguno más, francamente dejan mucho que desear), o desde una visión más amplia que incluya todo lo humano, religioso y terrenal. Yo prefiero abordarlo desde este último plano, por ser más completo (aunque puede que más superficial). Así que empiezo por el principio, nunca mejor dicho, por el Génesis.
Puede que este libro no sea el más antiguo de los escritos, pero sí el que trata de los orígenes más arcaicos. Es una obviedad ridícula, pero hay que tenerlo en cuenta. Desde un punto de vista literario, si al lejano autor de estas letras, muerto hace milenios, hubiera que pagarle en función de los millones de lectores que sus mal pergeñadas sentencias han tenido, no habría habido hombre más rico en la faz de la Tierra. Pero como el ser humano es como es, es un tipo desconocido para siempre. No cabe duda de que lo contenido en el Génesis forma parte de una cultura oral transmitida de padres a hijos desde los tiempos más antiguos, desde que surgieron las civilizaciones del llamado Creciente Fértil, especialmente de Mesopotamia. Así, el mito del Gran Diluvio ya está recogido en las crónicas de Gilgamesh, y tres cuartos de lo mismo se puede decir del mito de la creación, de Adán y Eva o del Paraíso terrenal. Bueno, pues, desde un punto de vista literario yo diferenciaría los cuatro primeros capítulos del resto, es decir, los tres mitos que he citado antes hasta justo el del Diluvio Universal. En esos cuatro capítulos hay fragmentos que es pura prosa poética, de una belleza y, a la vez, un simplismo verdaderamente maravillosos; frases que se aprenden de memoria y se repiten como sentencias justificadoras de la existencia... pura hermosura. Sin embargo, a partir de Noé, es todo más ramplón, da la impresión de que fuera otro escritor, uno más interesado en narrar los hechos desnudos sin darles mucho lustre. Salvo en momentos críticos (la historia de Abraham e Isaac, por ejemplo) todo tiende hacia una vulgaridad arrolladora. Esto desde un punto de vista meramente literario, pero la verdadera enjundia viene cuando se juzga desde un punto de vista humano y religioso.
Desde un punto de vista humano y religioso de un tipo del siglo XXI que trata de dar un enfoque cristiano a su propia existencia y a todo lo demás, el Génesis es, perdón, la hostia. Desde esos enfoques, el Génesis es el libro más arcaico, anacrónico y desfasado que uno pueda leer. Paso a explicar esto: Tradicionalmente se ha tenido claro el abismo que existe entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es, valga la redundancia, muy antiguo en el ámbito humano; es muestra de una sociedad tribal, primitiva y violenta que tiene a un dios exigente, cruel y vengativo; por el contrario, el Nuevo Testamento refleja una sociedad más moderna, que tiene un dios paternal, misericorde y generoso. Esto se lo enseñan a los chicos en catequesis para la Primera Comunión, y es tan indiscutible y evidente que no merece la pena ni argumentarlo. Pero ya, libro por libro, hay diferencias dentro del propio Antiguo Testamento, y, con mucho, el Génesis es de lo peorcito.
A riesgo de que algún malintencionado me llame antisemita, diré que aquellos judíos que tienen la Torah, esto es, el Pentateuco cristiano (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) como norma fundamental de comportamiento cotidiano se convierten en auténticos nazis. Sé, por supuesto, que estos son una exigua minoría, los ultraortodoxos ("haredim" se llaman ellos mismos), porque la inmensa mayoría de los judíos, liman la aspereza de esos cinco libros con los libros contenidos en su Talmud, una recopilación inmensa de libros que convierte a más del noventa por ciento de los judíos en ciudadanos del mundo que respetan a los gentiles y ni se les pasa por la cabeza creerse superiores a nadie. Con todo, las minorías muchas veces marcan a la totalidad, sobre todo cuando se piensa apresurada y prejuiciosamente (como pensamos casi siempre, lamentablemente).
Paso a paso, el Génesis contiene lo peor de la humanidad: la envida y el parricidio de Caín a Abel; el filicidio fanático, no consumado, de Abraham a Isaac; la manipulación terrible de una madre, Rebeca, para malmeter entre sí a sus dos hijos (Esaú y Jacob); el incesto de Jacob, encamado con Raquel y con Lía; otro incesto, el de Rubén; por supuesto la poligamia de todos ellos; la masturbación compulsiva de Onán; José, "guapo y esbelto", que es poco menos que violado por la mujer de su dueño, y que, al ser rechazada, miente y acusa a José de ser el violador; la traición, cuando José es recompensado por el Faraón y se olvida de su pueblo, que sigue esclavizado; las traiciones, engaños y abusos de autoridad de los hermanos de José, que lo venden como esclavo; el insulto descarado cuando Jacob "bendice a sus hijos", las doce tribus de Israel, en la que llama incestuoso a Rubén, "armas de violencia" a Simeón y Levi, "asno robusto" a Isacar, "lobo rapaz" a Benjamín... ¡Vamos, lo peor de lo peor!
Se dice del Génesis que es un libro histórico, pero, en realidad, es un libro repulsivo, que desprecia el género humano de una manera brutal, además de mostrar un dios, como antes dije, cruel, vengativo, tribal e inmisericorde.
Recuerdo que hace veinte años, viviendo yo en Inglaterra, conocí un tipo que, tomándose cierta libertad, decía: "como los católicos no tenéis que leer la Biblia". Nada más cierto, en cualquier caso, que esa pulla un tanto simplona. La inmensa mayoría de los que se hacen llamar católicos y cristianos a voz en grito (precisamente por eso, por hacerlo a voz en grito, prueba de inmensa soberbia, no lo son) no han leído en sus puñeteras vidas la Biblia; no saben de que va, simplemente mantienen una tradición (mera liturgia) que vieron practicar a sus padres y abuelos... nada más. Es triste pero cierto. En mi familia, algunos ya fallecidos y otros todavía vivos se encuentran en esta situación. Lo cierto es que la generalizada incultura católica ha sido promovida por las jerarquías eclesiásticas para poder domeñar más fácilmente a su ignorante grey que, en realidad, sólo quería repetir lo que habían hecho sus ancestros para medrar socialmente. Si hubieran dedicado un poco de tiempo diario a leer los distintos libros de la Biblia se habían encontrado con unas incongruencias descomunales, pero también con algunos libros hermosísimos en el plano literario y, al menos en mi opinión, una espléndida guía de comportamiento en los Evangelios. Pero claro, leer (y, sobre todo, leer con espíritu crítico) es más trabajoso que escuchar adormilado el sermón de un orondo, borrachín y lujurioso cura que no entiende una mierda de nada y que, al igual que sus feligreses, sólo quiere abusar del poder del que le inviste una tradición milenaria que pervirtió el Evangelio para medrar socialmente.
Es difícil justificar la existencia de muchos libros del Antiguo Testamento junto a los Evangelios. Únicamente por pura inercia de una tradición que busca enlazar algo rabiosamente moderno (aunque tenga dos mil años) y algo tan anacrónico como el Génesis. Francamente, prefiero leer el mito de Gilgamesh a muchos fragmentos de aquél; por lo menos con lo de los mesopotámicos no trato de buscar una norma de comportamiento aplicable en cualquier lugar y momento.
jueves, 6 de mayo de 2021
"El aventurero Simplicissimus", por Hans Jakob Christoffel Von Grimmelshausen.
Una de las obras más importante de la Historia de la literatura en lengua alemana, que muchos recordamos haber oído citar en clase de Lengua y Literatura en el Bachillerato, pero nunca llegamos a leer (de forma obligatoria, al menos) pues se englobaba en la literatura del Barroco, emparentada con la llamada Novela picaresca, de la que se tenía que leer íntegramente El Lazarillo de Tormes y Rinconete y Cortadillo, así como fragmentos de El buscón de Quevedo. Así, se hacía una sucinta referencia a un autor alemán conocido como Grimmelshausen que tenía otra novela picaresca llamada El aventurero Simplicissimus, o, directamente, Simplicissimus. Pero claro, siendo el siglo XVII parte del llamado Siglo de Oro de las letras españolas, es natural que todas las energías lectoras se centraran en Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca... Bien, esto es lo bueno que tiene seguir leyendo sin que un profesor de instituto o universidad te obligue a ello, que se descubren verdaderas joyas que, en mi opinión, debieran tener más predicamento del que tienen.
El tal Grimmelshausen nació en 1621 y murió en 1676 en el estado alemán de Hesse, lo cual viene a decir que le pilló de lleno la Guerra de los Treinta Años, en la cual los europeos decidieron matarse unos a otros por un "quítame allá esas pajas" en el ámbito religioso, unido, eso sí, con la ambición política y territorial de las casas reales del momento. Aquel periodo que llevó al exterminio de la mitad de los centroeuropeos por una diferente interpretación de unos mismos Evangelios debió calar notablemente en un alma sensible como la de Grimmelshausen. Eso y que, al parecer, había leído El Lazarillo (y yo casi aseguraría que también El Quijote) le decidió a escribir una suerte de novela picaresca, que sirviera de distracción y entretenimiento, pero también con un fortísimo mensaje moral, a saber: uno de los mensajes principales del Evangelio, que todas las dignidades y honores terrenales no son sino flor de un día y que lo único que tiene sentido es el mantenimiento inmaculado del alma inmortal.
Decía que Simplicissimus se vio influenciado por El Lazarillo, pero seguro que también por El Quijote, pues el personaje principal es una mezcla de Quijote y Sancho, arquetipos humanos por excelencia. Así, Simplicissimus tiene la sencillez y bondad inmensa de Sancho, pero también la espiritualidad y altas miras de Quijote. Teniendo en cuenta además que la primera edición en alemán de la novela de Cervantes se publicó en 1621 y la de Simplicissimus en 1668, es más que probable que Grimmelshausen la hubiese leído y hubiese quedado prendado por la belleza atemporal del cuadro cervantino.
Pues Simplicissimus no queda muy a la zaga de El Quijote en la muestra de la belleza del alma humana cuando ésta no está contaminada por la basura de la sociedad en la que nos ha tocado vivir. El personaje principal es un alma cándida, inocente, que no comprende la corrupción y miseria humana cuando la contempla con sus claros ojos. Las citas bíblicas son continuas, hechas desde una simpleza tan inabarcable como un portaviones. Es, ya digo, la sencillez de Sancho y el idealismo de Quijote combinados. La moral que se trasmite, no me queda duda, es totalmente cristiana, pero habría que apostillar que, en mi opinión, más típicamente reformada que católica, pues trata de volver una y otra vez a la pureza del Evangelio, desprovisto de toda la Tradición que tanto ha emponzoñado la vida de los europeos del sur.
La novela, bastante extensa, por cierto, es una delicia para paladear con tranquilidad, sin prejuicios de ningún tipo, igual que se ha de leer El Quijote, más con el alma que con el intelecto.
miércoles, 28 de abril de 2021
"The Worst Reader", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).
Genial comienzo de "El aventurero Simplicissimus", de Grimmelshausen. La novela picaresca en lengua alemana por excelencia, a medio camino entre El Quijote y El Lazarillo de Tormes.
En estos tiempos (que muchos creen los últimos) las gentes humildes han dado en someterse a la manía de aparentar más de lo que son, pues apenas consiguen reunir y encerrar en sus bolsas cuatro cuartos, lucen ya un extravagante viaje de moda, con infinidad de cintas y aderezos; apenas, por un puro azar, consiguen renombre o importancia, pretenden ser hidalgos, caballeros y nobles personajes de ilustre prosapia. Investigando escrupulosamente en su pasado se llega a la conclusión de que sus padres no fueron más que jornaleros, carreteros o esportilleros; sus primos, acaso, borriqueros; sus hermanos, alguacilillos y justicias; sus hermanas, putas; y sus madres, alcahuetas y hasta incluso brujas. En fin, que, a lo largo de treinta y dos generaciones, toda su estirpe está más mancillada y llena de oprobio que el gremio de rateros que capitaneaba aquel Juckerbastel de Praga. Estos nuevos nobles son de una ralea más oscura que si hubieran nacido y se hubieran criado en la Guinea.
martes, 27 de abril de 2021
"Arrest This Man", published in "Good Morning" (1921), by Arthur Young.
Published a century ago, as it if were today. Irony shot at our beloved bien pensant society.
Eclesiastés (Qohélet) 9, 9-10. (La esencia de la vida).
Goza de tu vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida de vanidad que Dios te da bajo el sol, porque ésa es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol. Todo lo que está en tu mano hacer, hazlo mientras puedas; porque no hay ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría en el abismo al que irás a parar.
miércoles, 14 de abril de 2021
"¡Voto a bríos!", por Terry Pratchett.
Vigésimo primera entrega de esa genial parodia de la sociedad humana que es el Mundodisco. Esta vez toca poner en solfa la actividad más animalesca del ser humano (con perdón de los animales que nunca han practicado esta actividad): la guerra. No podía ser de otra manera, ahora Pratchett se mofa de esa actividad exclusivamente humana que nos relega al escalón más bajo de la escala filogenética; habiéndose reído de tantos defectos humanos (la soberbia, el engreimiento, el desprecio de los demás, la avaricia, la lujuria, la ira...) todas esas cosas que algunos llamaban "pecados capitales" y que, en realidad, son nuestra naturaleza animal sin el contrapeso de la moral, ahora le toca a la guerra. Y es que la guerra es producto de muchos de esos defectos y vicios. Por lo menos lo es de la soberbia, de la vanidad, del chovinismo, del nacionalismo exacerbado (si es que ha existido alguna vez un nacionalismo que no fuera exacerbado)... en fin, lo peorcito del género humano.
Todo, claro está, en el Mundodisco. Es decir, en ese mundo plano con forma de disco que reposa sobre los lomos de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, descansan sobre el caparazón de la tortuga cósmica, la Gran A'Tuin. De modo, que los dos contendientes de la estupidez bélica son la propia ciudad de Ankh-Morkpork y Klatch, un antiguo imperio desértico. Las analogías de Pratchett no son explicitadas, pero las semejanzas permiten inferir que Ankh-Morkpork representa a Occidente, con todos sus vicios de materialismo, individualismo feroz e indiferencia ante el prójimo; y Klatch representa al mundo islámico, con todos sus vicios de fanatismo religioso, colectivismo nacional feroz e indiferencia ante el prójimo. Estereotipos al fin, pero es que precisamente eso, los estereotipos son las razones que llevan a la guerra. El título original de la novela es Jingo!, vocablo que no está en nuestro diccionario, pero sí sus derivadas "jingoísmo" y "jingoísta", haciendo referencia al nacionalismo exacerbado y agresivo.
El argumento es, grosso modo, el siguiente: en la frontera marítima entre Ankh-Morkpork y Klatch surge de la noche a la mañana una isla. Es un territorio carente del más mínimo valor, pero los pescadores de uno y otro país lo reclaman simultáneamente. Poco después, los gobernantes de ambos lados, presionados por la opinión pública (aparentemente), comienzan a alimentar el ego colectivo que es el nacionalismo, haciendo que todos los instintos más tribales aparezcan en ese patrioterismo tan frecuente en las situaciones prebélicas. Así, todos los tejemanejes que se han visto a lo largo de la historia humana se suceden: fabricación de un casus belli a partir de pruebas inventadas cuando no con ataques de bandera falsa; búsqueda del chivo expiatorio (que, por supuesto, es el otro, el diferente) y su escarnio público; las guerras de religión por una nimia interpretación de un libro sagrado (que, por supuesto, oculta las ambiciones personales de poder de sus líderes); la reducción al estereotipo más grosero de toda una cultura y civilización; así como arrumbar a los líderes moderados y conciliadores para que los más malvados y perversos medren. En definitiva, ¡Voto a bríos! es una excelente novela antibelicista. Como siempre, Terry Pratchett, con su pantomima del Mundodisco, consigue poner en evidencia los males humanos. Nadie que haya leído este libro sería capaz (salvo que se sea de una maldad extrema, de una estupidez supina o de un interés inmoral) de justificar cualquier guerra. El inglés hace tan evidente el engaño colectivo de la guerra que no queda otro remedio que reírse... y huir de la estúpida sociedad humana...
domingo, 11 de abril de 2021
Inciso cinematográfico: "They Live", dirigida en 1988 por John Carpenter.
Esta película tuvo un pequeño éxito relativo allá por 1988, cuando se estrenó; tal vez más por el tema de ciencia ficción que por la crítica soterrada que se hacía a la sociedad del momento. Crítica soterrada que fue recuperada gracias al bueno de Slavoj Zizek en 2012. Y es que cuando un heterodoxo filósofo al que un astuto periodista clasificó como "el hombre más peligroso de Occidente" recupera en una de sus charlas una novela o, más frecuentemente, una película, éstas son lanzadas a la actualidad mundial. Porque, sí, hay que reconocerlo, Zizek tiene un cierto atractivo popular: un sesudo tipo con aspecto de colega de bar, con su inglés macarrónico y su comportamiento histriónico choca con la imagen estereotipada que tenemos de un intelectual. Sea como fuere el tal Zizek y con sus salidas de tono y otras veces que junta churras con merinas, lo cierto es que en la interpretación de esta película, They Live, no se equivocó en absoluto.
Imagen tomada del sitio www.avivametfest.info
Como decía, el argumento aparente es ciencia ficción. Es un argumento, la verdad, poco trabajado, sin brillantez, un tanto mediocre: se trata del presente (de entonces), con un personaje principal, John Nada (apellido en castellano en el original), que viaja a California en busca de trabajo. Lo consigue, aunque de forma muy precaria, en una construcción de obra civil, un trabajo no cualificado de pago semanal, que no le da para vivir en otro sitio que no sea un asentamiento chabolista. Allí, por casualidad, descubre que otros habitantes de ese asentamiento parece que están tramando algo ilegal, con reuniones subrepticias y gran sigilo. La policía, según parece, está al tanto e interviene en una de esas reuniones, desbaratándolo todo y arrestando a los cabecillas. El protagonista del film consigue ver, cuando la policía se ha ido, los panfletos que iban a distribuir, y unas cajas llenas de lo que parecen ser simples gafas de sol. Lo peculiar, sin embargo, es que esas gafas de sol no tienen nada de simples. Al contrario, son gafas que modifican lo que se está viendo y cambian la idílica visión de la sociedad de consumo estadounidense por otra francamente preocupante. Así, los típicos carteles publicitarios son sustituidos, cuando se mira con esas gafas, por grandes letreros que dicen : Obey (obedece), consume (consuma), watch T.V. (vea televisión) o no thought (sin pensamiento, no pienses) entre otros eslóganes de atontamiento general de la población; pero lo más sorprendente es que aquellos amables ciudadanos que, claramente, están por encima de la mayoría: policías, ejecutivos, hombres de negocio... son, con las gafas puestas, alienígenas de aspecto cadavérico. En fin, sorpresa mayúscula, cabe entenderlo. El bueno de John Nada contacta con aquellos a los que había visto reunirse junto al asentamiento chabolista para terminar descubriendo que los alienígenas se encuentran entre ellos, que dominan el planeta de forma encubierta y que pretenden explotarlo como una multinacional explota un país del Tercer Mundo (de hecho, un personaje acaba diciendo que para los alienígenas, el planeta Tierra es como el Tercer Mundo para Estados Unidos). Claro, los "resistentes" se organizan para luchar contra los extraterrestres y, con muchas bajas, consiguen derrotar la vía de atontamiento y dominio de los humanos: la televisión.
Imagen tomada del sitio www.donostiakultura.eus
Una lectura superficial de la película la dejaría en una mediocre película de ciencia ficción típica de aquellos años 80. Pero, hete aquí, que nuestro buen filósofo esloveno viene al rescate de la conciencia ciudadana para recordar que en aquellos años, con Ronald Reagan en la Casa Blanca, aplicando la forma más salvaje de desregulación liberal auspiciada por el gran gurú del liberalismo, Milton Friedman, el grado de dominio mental que las autoridades tenían sobre la ciudadanía a través de la imposición del consumismo como religión oficial, así como la manipulación periodística vía televisión, había convertido a los honrados ciudadanos americanos en auténticos borregos a la orden de una élite económica. Parece ser que John Carpenter y su productor, Larry J. Franco, nunca negaron tal extremo, e incluso sus trayectorias personales y profesionales indican que no iba mal encaminada esta interpretación más profunda de la cinta.
Al margen de la interpretación argumental, lo cierto es que la película tiene muchos defectos, sobre todo en el sentido de parecer de bajo presupuesto, lo cual compromete gravemente la credibilidad de la misma. Por otro lado, si dejamos de lado aquella interpretación, es necesario decir que es una película floja en cuanto a la inexistencia de argumentos secundarios, la poca redondez de los personajes y lo previsible del guion. En todo caso, a treinta y pocos años de su estreno, la película ha pasado ya a la historia como una crítica soterrada a la situación sociopolítica de los Estados Unidos de la época y del mundo en general.
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