Novela publicada en 1967 que tal vez haya envejecido demasiado, al menos ha envejecido sin llegar a convertirse en nada relevante. Quiero decir que siendo Criptozoico una novela de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo, no ha alcanzado la categoría de "novela clásica y de referencia" que alcanzaron, por ejemplo, La máquina del tiempo de H.G. Wells o El mundo perdido de Conan Doyle. No, Criptozoico es "otra" novela más de ese argumento, no pasará a engrosar ese magro grupo de novelas elegidas para la posteridad. Y eso que he de reconocer la maestría de Aldiss para provocar un giro argumental el último capítulo del libro que deja una sonrisa y un regusto agradable en el lector.
Argumento de esta novelilla: en un futuro distópico (2093) se ha avanzado tecnológicamente lo suficiente como para poder viajar en el tiempo, al menos hacia el pasado, a épocas tan remotas como el Jurásico. Los viajes en el tiempo son, en realidad, viajes mentales; se llevan a cabo tomando una droga que proyecta al individuo a esos pasados remotos sin peligro para su vida. Sólo los más ricos, claro, pueden hacerlo; sin embargo, algunos lo hacen por trabajo. Es el caso de Edward Bush, el protagonista, un pintor, un artista que es enviado a épocas prehistóricas para que componga obras que luego admirarán sus contemporáneos de finales del siglo XXI. A la vuelta de uno de esos viajes al pasado lo encontrará todo cambiado: su madre ha muerto, el gobierno de su país ha sido destituido por la fuerza imponiéndose una dictadura, y su trabajo para el Instituto Wenlock cambiará por completo: de ser un artista pasará a ser un espía y un asesino encargado de buscar a un tipo en el pasado y eliminarlo. Para esta infame tarea recibirá instrucción militar que lo alienará y trocará en un insensible matón. Aquí acaba el libro primero de la novela, que a mí me ha parecido razonablemente potable; la segunda parte, sin embargo, creo que disminuye mucho en calidad. Argumentalmente, esta segunda parte se ocupa de la búsqueda de un tal Silverstone, el individuo al que tiene que eliminar, y el descubrimiento de un hecho un tanto inverosímil: el tiempo se ha invertido, todo va al revés, de la muerte al nacimiento... Ya cuando todo está acabando, con un sentimiento por mi parte de hastío, el bueno de Aldiss es capaz de dar ese giro argumental del que hablaba antes: al fin todo queda reducido a que el tal Edward Bush está recluido en un sanatorio psiquiátrico, toda la novela (al menos el libro segundo) no es sino el producto de una mente desquiciada por el uso de la droga que permite los viajes mentales en el tiempo. Ya dije, el final apaña un poco la novela.
No es una obra inmortal, ya dije, aunque tiene sus pequeños temas subyacentes al argumento, como la reflexión que hace Bush cuando está recibiendo la instrucción militar y es consciente de la alienación que está sufriendo al perder su individualidad en aras de una uniformidad marcial. Otra es freudiana, la muerte de la madre del protagonista y la búsqueda fatal de una mujer que sustituya a la progenitora. En fin, una obra menor de Aldiss, en absoluto al nivel de aquella trilogía que tanto me gustó, Heliconia.