Pequeña pero interesante película que pone en solfa la dictadura del pensamiento en tiempos de guerra o de posguerra (y siempre son tiempos de guerra). Es necesario, para poder comprender bien la película, recordar que tras la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos se produjo una ola de fanatismo patriotero y político que fue conocido como el "McCarthysm", por ser el senador McCarthy el principal instigador de esa caza de brujas contra todo lo que podría oler a comunista, "rojo" o antiamericano. Esa paranoia llevó a investigar a decenas de actores y directores de Hollywood que tuvieron que demostrar que no tenían absolutamente nada que ver con el comunismo; muchos de los que no lo lograron perdieron sus trabajos e incluso acabaron en la trena. Esta película va sobre eso.
Imagen tomada del sitio www.imdb.com
La película, por cierto, está magistralmente interpretada por Bette Davis, genial como casi siempre, en el papel de la bibliotecaria viuda de veterano de guerra cuya vida está consagrada a la promoción de la lectura entre sus conciudadanos, especialmente los niños.
El argumento es éste: en una pequeña ciudad norteamericana, una entregada bibliotecaria es llamada a capítulo por el pleno del ayuntamiento para preguntarle la razón por la que está disponible en la biblioteca un libro político titulado El sueño comunista. Ella hace una encendida defensa de la libertad de opinión a la vez que se burla del absurdo ("preposterous") contenido del libro y de la propia teoría comunista. En un principio accede a retirar el libro a cambio de una ampliación de la zona infantil de la biblioteca, pero luego piensa en la necesidad de la libre expresión en una democracia, y lo reintegra a la misma. En el ambiente un tanto cerril de la pequeña ciudad, pronto se sabe que la bibliotecaria mantiene libros comunistas al alcance de cualquiera, comienzan a correr bulos sobre el pasado revolucionario de la empleada y a sufrir un hostigamiento laboral. Finalmente, es despedida por el ayuntamiento, con la aquiescencia de la población. La película finaliza con un chico de apenas diez años, otrora ferviente admirador de la bibliotecaria, que, habiendo sufrido el típico lavado de cerebro, ahora odia a muerte a la misma, llegando a provocar un incendio que destruye la biblioteca (escena que emula a las hordas nazis quemando libros en los años treinta).
Imagen tomada del sitio www.parkcircus.com
La película es muy corrientita, ya digo, sólo la redonda actuación de Bette Davis la salva de la mediocridad, pero me parece muy interesante la defensa de la libertad de pensamiento y el ataque al borreguismo generalizado de la sociedad. Hay que recordar la coyuntura sociopolítica de los años cincuenta, pero, cambiando alguna cosa, los hechos podrían trasladarse al siglo XXI. Hoy han cambiado los temas, el comunismo ya está derrotado, pero el pensamiento único sigue imponiéndose a través de los medios de comunicación. Un ejemplo palpable es que nada menos que en 2022 se cortó el acceso desde los países de Europa Occidental a los sitios de internet rusos a raíz de la Invasión de Ucrania por Rusia. ¿Acaso necesitamos protección? ¿Creen que no tenemos espíritu crítico para saber lo que tenemos que leer? ¿Quién es nadie para decir lo que podemos leer en internet? Efectivamente, la policía del pensamiento sigue activa (como siempre), imponiendo su pensamiento único para que todos seamos buenos borregos obedientes. En la película, Bette Davis acaba admitiendo que no sólo tiene libros comunistas en la biblioteca, sino uno que le repulsa hasta la náusea: Mein Kampf (Mi lucha), de Adolf Hitler; su presencia en la biblioteca se incluye en la libertad de elección que es sagrada en una democracia que se precie. En nuestros días, la censura campa por sus respetos, todos tienen miedo a ser revocado o suprimido, el revisionismo está a la orden del día, la libertad ha muerto... Y da igual desde que lado del espectro político se impone el pensamiento único, todo político, en su esencia íntima, es liberticida.