Un clásico del semiólogo italiano, con su famosísima adaptación cinematográfica protagonizada por Sean Connery. De Eco sólo he leído Baudolino y El cementerio de Praga, aunque es sabido que el piamontés fue un prolífico autor de ensayo lingüístico y escaso mas soberbio novelista. El nombre de la rosa no defrauda en lo que aparenta ser: una excepcional novela profusamente documentada y muestra de la erudición de su autor que en absoluto riñe con la amenidad e incluso con la diversión. Los personajes principales: Guillermo de Baskerville, Adso de Metz, Ubertino da Casale, Abbone da Fossanova, el inquisidor Bernardo Gui, los dulcinistas Salvatore de Monferrato y Remigio da Varagine y tantos otros son francamente redondos, verosímiles y complejos; las descripciones tanto físicas (la abadía con su Edificio, iglesia, scriptorium, refectorio...) como de ambientes (órdenes religiosas en la Edad Media, relación de éstas con grandes personajes teológicos -Santo Tomás o San Agustín-) hace que la novela tenga un nivel de erudición difícilmente alcanzable; pero, como enunciaba al principio, Eco fue un maestro de la narrativa y es capaz de hacer francamente divertido un tema que podía ser muy hueso, muy áspero, sin embargo, el autor es capaz de ser riguroso a la vez que entretenido, culto a la vez que ameno.
Uno imagina que con el alto nivel de conocimientos lingüísticos de Eco y su capacidad de contar historias de tiempos remotos podría haber sido un extraordinariamente prolífico escritor de novela histórica, pero de novela histórica de calidad, no los bodrios politizados que publican las editoriales especializadas en novela histórica que son simplemente infumables panfletos patrioteros sin verosimilitud histórica alguna... y los hay de todas y cada una de las nacionalidades históricas de Europa.
Eco consigue pintar un fresco de la Baja Edad Media con una clarividencia propia de un libro de texto, pero para todo el público. En la contraportada de esta edición de la editorial Debolsillo (Penguin Radndom House) dice que "sin él, los índices de lectura de los últimos veinte años habrían sido mucho menores", esta afirmación es verdaderamente rotunda, que un autor sea capaz de conseguir que el público general lea narrativa con una calidad como esta es aplicable a muy pocos escritores... y yo, al menos, estoy totalmente de acuerdo con la afirmación.
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