Era esperable que me gustara Bashevis Singer: por ser un escritor judío europeo superviviente del Holocausto; por escribir en esa lengua que fue borrada de Europa, su territorio de origen, el yidish; por hacer referencia de la cultura askenazí, otra cultura con millones de practicantes que fue erradicada de esta Europa tan "políticamente correcta". Por cierto, como mero inciso, me parece sorprendente que las palabras yidish o idish o yidis que, claro está, definen esa lengua judeo-alemana que se habló por millones en Europa y ahora se hace, en menor cuantía, en Israel, Estados Unidos, Argentina o Reino Unido, no estén reconocidas en el Diccionario de la Real Academia; esta falta de atención al vocablo que denomina una lengua supone que haya que tomarlo como extranjerismo y escribirlo en cursiva o con comillas; ¿acaso no hay más relación con el yidish, especialmente en países hispanohablantes como Argentina o Uruguay, que con el iroqués, que sí tiene término reconocido por la Real Academia? En fin, si algún sesudo académico leyese esto, espero que se muestre una mayor sensibilidad al respecto.
De Bashevis Singer solo he leído una monumental recopilación de cuentos, muy originales y sorprendentes; ahora continúo con Enemigos, "una historia de amor", como reza el título, de dos supervivientes de la Shoah y residentes en Estados Unidos; por cierto, la versión es de RBA y la traducción a partir de la versión ya traducida previamente al inglés, es lamentable que, habiendo buenos traductores del yidish -esa lengua sin siquiera nombre en español- a la lengua española, se continúe con traducciones de traducciones...¡en fin, será cosa del negocio editorial!
Otra cuestión interesante de Isaac Bashevis Singer es que habiendo tenido que superar el odio nazi y todas las adversidades de la marginación y el exterminio de aquellos oscuros años, fuera un notable activismo del vegetarianismo, incluso llegó a decir que: "En relación con los animales, toda la gente es nazi; para los animales, esto es un eterno Treblinka", sorprende tal afirmación -sobre todo porque equipara la vida de un ser humano a la de un animal-, en cualquier caso era uno de los pocos suficientemente libres para poderlo decir, cualquier otro hubiera sido tildado de frívolo o de antisemita.