Según los doctos, el sedentarismo supuso un avance fundamental en el progreso de la sociedad humana. Se abandonaba la caza y recolección por la agricultura y ganadería; las viviendas mejoraban y permitían llegar a zonas con climas más adverso; la transmisión cultural también mejoraba... todo parece mejor con el sedentarismo, pero... ¿acaso no se perdió nada? Cuando el hombre primitivo se asentó resurgieron con más fuerza las viejas desigualdades, las jerarquías que le asimilaban al nivel de los otros animales; los maltratos entre unos y otros aumentaban, se cronificaban; algunas enfermedades, incluso, repuntaron al perder el nomadismo... pero sobre todo el hombre perdió libertad, capacidad de innovar y posibilidad de cambios. En otros tiempos la superación de alguna contrariedad se conseguía cambiando de situación; la búsqueda de nuevos lugares suponía, y a fecha de hoy también lo podría ser, un acicate, una posible sorpresa, una posibilidad por remota que sea. Estoy convencido de que la sensación de alienación que muchos sentimos en esta "inhumana sociedad" puede romperse con cambios de residencia; quizás incluso muchos suicidios podrían ser evitados si el desesperado valorara la posibilidad de abandonar la ciudad en la que vive cambiando así su fatal destino. Es posible que un porcentaje no pequeño de nuestro carácter, de nuestra personalidad esté ligado al lugar de residencia, de manera que mudándonos cambiamos no solo de residencia sino de vida e incluso de forma de ser, al menos en algún aspecto.
Sin duda este moderno nomadismo podría ser calificado de huida hacia delante, de no afrontar los problemas sino huir de ellos, pero, en la irremisible temporalidad de nuestras vidas, ¿qué importancia tiene el vivir en uno u otro sitio? Total, todo será cambiar de residencia unas cuantas veces hasta cesar de existir.