domingo, 3 de abril de 2016

Ahora leyendo: "Drácula", por Bram Stoker.

 Es curioso, pero habiendo leído decenas de relatos y cuentos sobre el tema vampírico, resulta que no había leído la novela que desató toda esta locura literaria y cinematográfica. Leí Carmilla de Sheridan Le Fanu, La muerta enamorada de Gautier, El misterio de Salem's Lot de Stephen King, por no hablar de las excelentes recopilaciones de la editorial Valdemar sobre el tema; tocaba pues recurrir al original.
  Lo peor sobre dicho tema es la pléyade de películas y series de medio pelo que han aparecido en las últimas décadas, la mayoría de ellas orientadas hacia el público adolescente y juvenil. Son películas de chicos y chicas guapos, un poco decadentes y taciturnos que mordisquean cuellos en el tiempo libre que les deja el instituto y el onanismo adolescente... ¡bazofia pura! Frente a esos engendros, la novela de Stoker parece (aunque no lo sea por completo) una gran obra inmortal que asienta canon literario. Porque el bueno de Abraham Stoker es un autor que está más cercano a Dickens y otros autores "victorianos" que a los infames guionistas de esas abominaciones cinematográficas y televisivas.
 Entre las muchas virtudes del Drácula de Stoker cabe citar que es el iniciador de ese mito fundamental en la literatura y cine de terror que es el vampiro. Lo hace mezclando, un tanto irreverentemente, la historia medieval de Transilvania (la del terrible Vlad Tepes, gran enemigo de los turcos que tenía la no muy recomendable costumbre de empalar a sus enemigos) con otro mito que se remonta a los inicios de la humanidad y que relaciona la sangre con la esencia vital que todas las religiones occidentales recogieron en un sentido u otro (los cristianos que beben la sangre de Cristo en la Eucaristía o los musulmanes y judíos que exigen que los animales sean desangrados totalmente para ser comida halal o kosher, respectivamente).
  Pero Stoker también desarrolla temas atemporales de la humanidad como son la atracción irresistible hacia lo prohibido, lo pecaminoso, personificado en Jonathan Harker, que se debate entre su ordenada vida de abogado  en Londres con su adorada Mina y el placer sexual y animal que promete Lucy una vez convertida en vampiresa; los miedos del ser humano también están recogidos en la novela: el miedo a lo desconocido, a lo antiguo, a lo ominoso, personificado, evidentemente, en el propio conde Drácula. Todo esto está mixturado de forma sabia con un respeto erudito por la cultura y geografía transilvana que es muy de agradecer, y con un estilo literario muy por encima de los estándares a los que los escritores contemporáneos nos tienen acostumbrados. Es, pues, una novela que concita un tema extraordinario y, en su tiempo, novedoso con unas formas cuidadas y nobles; lástima que en nuestro apresurado prejuicio muchos tengan a este texto como algo de calidad menor o propio para jóvenes inexpertos, tal vez, como antes dije, todas esas películas y series televisivas, que sí son desechables, hayan influido negativamente en la opinión sobre esta excelente novela. 

lunes, 21 de marzo de 2016

Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid, 2016.

 Un año más, la Asociación de libreros de viejo y antiguo de Castilla y León (ALVACAL) organiza esta feria que está especialmente llena de curiosos por coincidir con la Semana Santa. No estoy seguro, pero me ha dado la impresión de que este año hay menos casetas (diecisiete en total) que otros años, tal vez es el cambio de disposición de las mismas... no sé. En cualquier caso es imposible que cualquier "letraherido" no se sienta irremediablemente atraído a estos eventos, por mucho que tengan más de comercial que de otra cosa, en busca de alguna "joya" que el tiempo haya barrido de los escaparates de las librerías convencionales.
  Por cierto, compré dos libros: uno de Heinrich Böll y otro de Isaac Bashevis Singer, que leeré próximamente.

sábado, 19 de marzo de 2016

Conclusiones tras leer la prosa de Larkin.

 Ya dije que Una chica de invierno era la primera  novela que leía de Larkin, ¿qué he sacado en claro? Lo primero, que todo escritor se vuelca en su obra dejando unas marcas perfectamente distinguibles, ya sea poesía, prosa, ensayo o teatro; la segunda, que la cosmovisión vital del bueno de Philip debía ser terriblemente aburrida, "anglosajonamente" aburrida; y la tercera, que su dominio formal del lenguaje era ciertamente muy alto, algo que en poesía moderna no se pone tantas veces de manifiesto como en prosa.
  La protagonista de Una chica de invierno, Katherine Lind, es una refugiada europea (no se afirma, pero se insinúa que puede ser tal vez holandesa, ya que se recalca que su llegada a Inglaterra se hace cruzando el Canal de la Mancha) que trabaja como bibliotecaria en una pequeña ciudad inglesa y que sobrelleva con hastío su existencia cotidiana, el mediocre pasar el tiempo: soledad, falta de expectativas personales, trato agotador con compañeras estúpidas y jefes mezquinos, la irremediable pérdida de la ilusión juvenil... ¡la vida real, vaya! Tan solo el recuerdo de un amor adolescente le sirve de acicate para seguir alentando. Sin querer estropear la posible lectura de alguien, incluso esa ilusión se trunca finalmente con la mediocridad general de la existencia. En fin, todas esas características que, según sus biógrafos, marcaron la existencia del mejor poeta en lengua inglesa del siglo XX. Para muestra dejo un par de perlas de sabiduría que nos dan medida de la animosidad del caballero:

 "I think writing about unhappiness is probably the source of my popularity, if I have any after all, most people are unhappy, don't you think?"

 "I have a sense of melancholy isolation, life rapidly vanishing, all the usual things. It's very strange how often strong feelings don't seem to carry any message of action."

 Vamos, que quien quiera reconciliarse con la vida y mirar alegremente el futuro, no debe, de ninguna manera, leer a Philip Larkin.  

jueves, 17 de marzo de 2016

La angustia de la página en blanco, por Max.

Viñeta de Max, tomada del suplemento cultural de El País, Babelia.

Ahora leyendo: "Una chica en invierno", por Philip Larkin.

 Tal vez sea artificioso clasificar a los escritores en novelistas, poetas, ensayistas... lo habitual es que quien tenga veleidad literaria y la costumbre de ponerlo "negro sobre blanco" cultive varios géneros, otra cosa es que se tenga más éxito en un género que en otro o que la editorial opte por presentar a su "producto" con un sobrenombre u otro. Philip Larkin es conceptuado sin duda alguna como poeta, como uno de los más grandes rapsodas en lengua inglesa del siglo XX. Su poesía descarnada, que muestra la grisura vital, la mediocridad del paso existencial en todas sus etapas ha maravillado a muchos, sobre todo a aquellos que concebían la poesía como un conjunto de ripios sentimentaloides propios de quinceañeros... No, la poesía de Larkin (al menos la de su madurez, no la de juventud que tan influenciada estaba por el lirismo mitológico de Yeats) es seria y terrenal, algo que nos hace esbozar una sonrisa amarga, de alguien que está ya de vuelta de todo, que no quiere endulzar un ápice nada.
  Pues bien, ahora estoy leyendo una novela suya, según parece (para mí es la primera) la más admirada por público y crítica. Tanto en la temática (una bibliotecaria -la profesión real de Larkin- que vive en una gris ciudad inglesa -al igual que Hull, donde vivió el autor- rememora los momentos de su vida que tuvieron un mayor brillo), como en las formas (en este caso una prosa directa y descarnada, sin florituras estilísticas ni adjetivación excesiva) es Larkin puro, no cabe duda. No es sino otra forma de conocer esa alma un tanto lúgubre y mediocre pero de una genialidad sin parangón.
 

sábado, 12 de marzo de 2016

X Salón del cómic y manga de Castilla y León.

 Algo de cómic (poco), mucho de manga, casi todo lo disponible en España de merchandising, cientos de adolescentes disfrazados. Interesante desde el punto de vista social para Valladolid y Castilla y León, unos territorios ultraconservadores, tradicionalistas y con una media de edad que se acerca a la senectud. Desde el punto de vista literario muy poquito, la verdad.

lunes, 7 de marzo de 2016

Ahora leyendo: "El tío Goriot", por Honoré de Balzac.

 Hay ciertas lecturas que llevan a uno al éxtasis del delirio literario, su finura, su corrección gramatical, su fuerza argumental y su humor sarcástico se unen para formar una obra maestra. Es el caso de El tío Goriot ("Le pére Goriot") de Balzac, una novela perteneciente a La comedia humana que narra la apurada vida de los inquilinos de una modesta pensión en el París de 1830.
  Pudiera pensarse que las arrastradas experiencias de estos tipos no son relevantes en la actualidad, pero el enfoque que da Balzac los hace totalmente atemporales. La mirada del escritor es la del psicólogo experto que, como explica esta edición de Alianza editorial es "agudo observador de la sociedad y buen conocedor de las pasiones humanas". Es, en efecto, un extraordinario fresco del alma humana, la del siglo XIX, la del siglo XXI o la del XI. Balzac disecciona la miseria moral del hombre, sus bajos instintos, sus inseguridades, su comportamiento más animalesco, sus hipocresías... Tal vez los comportamientos de los protagonistas sean un tanto extraño para un vietnamita o un ghanés, pero desde luego para un europeo contemporáneo son plenamente conocidos y sufridos. Para ejemplo un botón: "las almas ruines satisfacen sus sentimientos buenos o malos por medio de pequeñeces incesantes"", o "si tiene la desgracia de afanar cualquier cosilla será usted exhibido en la plaza del Palacio de Justicia como un bicho raro. Robe un millón y será considerado en los salones como una excelente persona". ¿Nos suena de algo? A poco que se haya vivido se habrá experimentado cosas semejantes.
  Comparando al gran escritor francés con Charles Dickens (fueron contemporáneos) uno no puede dejar de pensar que la cosmovisión de Balzac es más madura que la del inglés, ya que este es un moralista que crea buenos y malos (normalmente los buenos son proletarios explotados, todo virtudes, mientras que los malos son ricachones o nobles que no son sino ejemplo de deformidades); en Balzac todo es más realista, no hay esa dualidad un tanto pueril y sus personajes son más creíbles, más verosímiles.
 Es un disfrute tremendo leer a Balzac. Me reafirma en mi opinión de que no merece la pena leer literatura contemporánea, a la vuelta de un siglo cada uno será puesto en su lugar... ya no hay dudas de quien fue un gran autor y quien un fraude editorial.

sábado, 5 de marzo de 2016

Inciso cinematográfico: "Remember", dirigida por Atom Egoyan.

 Remember es una película sobre el Holocausto. Más ajustadamente sobre las condicionamientos que aquella masacre perpetúa en los seres que la vivieron e incluso en sus descendientes. 
  Tal vez lo más destacable con respecto a otras películas de la misma temática sea el enfoque dado: no sale una sola imagen de los años en los que se perpetró la matanza. El hilo conductor es la lectura de la carta que Max Rosenbaum (Martin Landau) escribe a su compañero de residencia de ancianos Zev Gutman (Christopher Plummer) que tiene demencia senil, ambos son supervivientes del campo de exterminio de Auschwitz. En esa carta, un verdadero manual de instrucciones, le detalla quien es el propio Zev y cómo ha enviudado recientemente, debiendo actuar como prometió: buscar al carcelero nazi que mató a sus familias, Rudy Kurlander, y asesinarle. Toda la acción se ve dificultada por la extrema ancianidad de Gutman y la demencia senil que le obliga a leer la carta una y otra vez para recordar quién es y qué tiene que hacer.
  La trama, pues, se va complicando con los recuerdos aislados que asaltan a Zev, los errores en la identificación de Kurtlander y el propio agotamiento físico del anciano. El desenlace final, verdaderamente sorprendente, está espléndidamente ideado y deja un sabor de boca espectacular.
 Por otro lado, las actuaciones de Christopher Plummer y Martin Landau son extraordinarias, totalmente verosímiles, de una profundidad que hace desear una mayor participación de esta generación de veteranos que, a pesar de su edad, o tal vez debido a ella, tienen muchísimo que decir todavía. El elenco actoral se redondea con un puñado de excelentes actores (alguno de ellos europeos) como Bruno Ganz, Dean Norris o Jürgen Prochnow.
 Una gran película, en suma. Un tema muy manido pero con un tratamiento novedoso y afortunado.

martes, 1 de marzo de 2016

"El pequeño gran libro cumple medio siglo". Artículo de Ferrán Bono en el suplemento cultural de El País.

 Traslado a mi blog este artículo de Ferrán Bono por su gran concisión y por la enorme cantidad de libros de la colección de bolsillo de Alianza Editorial que pueblan los anaqueles de mi biblioteca personal.

 
 Se planteó como un juego literario, y también generacional. Porque no es lo mismo leer El lobo estepario con el hambre de comerse el mundo de un adolescente que coger la novela de Hermann Hesse ya talludito y baqueteado. Hubo incluso alguno que prefirió abstenerse y “pasar palabra”, siguiendo el tono lúdico de la pregunta formulada a los asistentes a la presentación de la conmemoración de los 50 años de la icónica colección de bolsillo de Alianza Editorial: ¿qué libro elegirías?
 El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger; 1080 recetas de cocina, de Simone Ortega; La metamorfosis, de Franz Kafka; Cosecha roja, de Dashiell Hammet; Los dublineses, de James Joyce, La Celestina, de Fernando de Rojas; Poesía completa, de Lezama Lima... Cualquier lector atento del español podría ofrecer su propio canon de la citada colección, que supo aunar rigor y popularidad abriendo una cuña de pensamiento y literatura como si España no fuera la España franquista de entonces. “El lector suele tener una relación personal y de pertenencia con la colección. Los libros nos cambian, nos hacen crecer y también, por cierto, nos influye el aspecto material”, comentó ayer Valeria Ciompi, directora editorial de Alianza, en la comida en la que asistieron periodistas y responsable de las distintas colecciones de la firma que adquirió el Grupo Anaya en 1989.
 Ese sentido de pertenencia e identificación nace tanto por el placer de la experiencia lectora, que el paso del tiempo suele engrandecer, como por el estupendo y rompedor diseño de las portadas. Corría el año 1966 cuando José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo José Ortega y Gasset, convirtió su distribuidora en una editorial, en compañía del intelectual Javier Pradera, del periodista Jaime Salinas y del diseñador Daniel Gil. “Era un equipo brillante que tendió un puente con los lectores”, agregó Ciompi. “El mismo precio que una entrada de cine”, decía uno de sus primeros lemas publicitarios. En colaboración con editoriales latinoamericanas (como Losada o Emecé en Argentina), la editorial incluyó en su catálogo autores política y socialmente controvertidos en un país sin libertades. Es el caso de Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Andre Gide.
 
 Desde entonces se han publicado más de 2.000 títulos dentro de El libro de bolsillo, y un total de 3.500 sumando el resto de posteriores colecciones de Alianza, en las que también se han publicado libros tan trascendentales como La era de la información, de Manuel Castells, El otoño de la edad media, de Johan Huizinga.

El éxito de ‘1080 recetas’

 De todos los pequeños grandes libros de Alianza, el más que se ha vendido es 1080 recetas de Simone Ortega, que ya ha superado las 35 ediciones y los tres millones de ejemplares vendidos. Hasta de que el punto de que el editor fundador de la editorial solía contar con humor que, antes de la publicación de esta obra en 1973, era conocido por ser el hijo de Ortega y Gasset, después lo fue por ser el marido de la autora.
 El guardián entre el centeno, El señor de las moscas, de William Golding, y León el Africano, de Amin Maalouf, son otros de los títulos más demandados por el público de una colección que le ha perjudicado la noción anglosajona de los libros de bolsillo como una segunda explotación de los títulos, según explicó Javier Setó, responsable del área de bolsillo de Alianza. Porque en la colección se editan inéditos y títulos por primera vez. 
 
 Alianza ha renovado su catálogo, así como su aspecto. El reputado diseñador Manuel Estrada ha sido el encargado de continuar la labor de Daniel Gil. Ha renovado las colecciones y, con motivo de la conmemoración del 50 aniversario de los libros de bolsillo, se han vuelto a editar con una imagen completamente nueva títulos como El arte de tener razón, de Schopenhauer, El rumor del olea, de Mishima, Hitchcock, de Truffaut, En busca del tiempo perdido, de Proust, Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietszche, o la Ilíada, de Homero, y las célebres novelas de Maalouf y Salinger. En mato saldrá otro lanzamiento de otros ocho títulos.
 La colección de Alianza ha sido un éxito, a pesar de que “para que los libros de bolsillo funcionen hace falta un país lector y España no lo es”, señaló Valeria Ciompi. Además de los bajos índices de lectura en España, hoy se lee de otra manera y se piratea mucho. Y un problema añadido, según expresó la propia editora, y que tiene que ver con el signo de los tiempos: la menguante existencia del “lector de libro completo”.