Debido a la costumbre de las editoriales de categorizar a sus escritores y a la propia manía de poner etiquetas a todo es difícil no dejarse arrastrar por los prejuicios a la hora de leer a un escritor fuera de su categoría característica. Esto ocurre con Roald Dahl, un excepcional cuentista para niños (en mi opinión a la altura de los grandes de todos los tiempos: Perrault, los hermanos Grimm, Andersen...) al que cuesta leerlo en cuentos (relatos cortos con final sorprendente o mágico) para adultos. Tal vez sea por ello por lo que la editorial Anagrama haya iniciado el recopilatorio de cuentos de Dahl con una colección titulada El gran cambiazo, que son cuatro historias de tema sexual bastante explícito.
En esos relatos contenidos en El gran cambiazo están las características típicas del autor británico de origen familiar noruego: humor negro y cruel, giros inesperados y desconcertantes, o incluso un gusto por lo macabro; sin embargo, estos relatos fueron escritos en los finales años 60 y primeros 70 y, mucho me temo, no han envejecido muy bien. Hoy, de hecho, alguien un tanto quisquilloso podría tacharlos de machistas y anticuados por cuanto están exclusivamente enfocados desde la óptica masculina (maridos que se intercambian las esposas, mujeres que son valoradas únicamente como trofeo sexual...) en fin, tal vez hoy estos cuentos no serían ni publicados.
Con respecto a los cuentos contenidos en Historias extraordinarias, éstos son de temática más variada, aunque el humor negro y macabro forma parte de sus urdimbres más íntimas.
Con todo, probablemente Dahl sea mucho mejor cuentista infantil que para adultos, pero, aún así, es un tipo de una originalidad tan característica que merece la pena leerlo aunque más de una vez uno acabe exclamando: "¡Por Dios, qué macabro!".