domingo, 22 de septiembre de 2019

Inciso cinematográfico: "The Public", dirigida en 2018 por Emilio Estévez.

 Película muy personal de Emilio Estévez (hijo de Martin Sheen, hermano de Charlie Sheen, según parece, uno de los pocos de su familia que no tiene miedo a dar su nombre verdadero), ya que es director, guionista e incluso productor ejecutivo de la misma. Se podría decir que es un drama social pues aborda los problemas de pobreza y exclusión a la que se ve sometido un porcentaje cada vez mayor de la población de las sociedades occidentales. Stuart Goodson (Estévez) es bibliotecario de la Biblioteca Pública de Cincinnati, alguien que lleva una vida rutinaria, anodina y cuadriculada, aunque oculta un pasado que luego se desvela. En un país como Estados Unidos en los que los niveles de pobreza aumentan a la vez que disminuyen los caudales públicos para asistencia social, la biblioteca pública es un oasis en el desierto: decenas de personas sin hogar utilizan el edificio para asearse y huir del intenso frío imperante en aquella ciudad del Medio Oeste.
Imagen tomada de filmaffinity.com
  El bueno de Goodson es el santo Job a juzgar por la paciencia con la que trata a estos personajes (que son siempre retratados de forma extraordinariamente benigna), aunque su vida no es fácil ni plenamente satisfactoria. Cuando se acentúa la ola de frío que asola la región y comienza a aumentar el número de mendigos muertos cada noche, los que merodean la biblioteca deciden no abandonarla por la tarde y pasar allí la noche. El bibliotecario, confuso al principio, acaba por aceptar su demanda e incluso se convierte en el abanderado de los desfavorecidos al permitir que se atrincheren en el edificio. Por supuesto, esto no pasa desapercibido, la policía sitia la biblioteca, los medios de comunicación retransmiten en directo el conflicto y el fiscal (el gran canalla de la película) aprovecha la coyuntura para hacer campaña electoral pues se presenta a la alcaldía. Total, que se forma un circo monumental en el que un centenar de personas sin hogar además de unos pocos empleados se atrincheran en la biblioteca pública ante la vista de millones de espectadores que, se supone, empiezan a tomar partido por unos u otros. No destriparé el final, aunque diré que los ocupantes son desalojados pero consiguen una gran victoria en la derrota.
Imagen tomada de comingsoon.net
 La película cosechó una crítica agridulce y un fracaso de taquilla. En mi opinión, es un cinta bienintencionada (buenista, dirían algunos) que toca una situación social con un enfoque un tanto simplista, ya se sabe, hay buenos buenísimos (Estévez y los propios sin hogar, víctimas todos de la cruel sociedad) y malos malísimos (el fiscal -Christian Slater- y el jefe de policía -Alec Baldwin-, que son todo ambición e inmoralidad). Tal vez hay que pensar que esta película tiene menos sentido en Europa que en Estados Unidos, toda vez que aquí la asistencia social a desfavorecidos es, de momento, aceptable en comparación con el capitalismo salvaje del otro lado del Atlántico. 
 En todo caso hay una dimensión que se escapará a muchos pero para otros nos es muy querida: la exaltación de la biblioteca pública como lugar de lucha frente a la injusta sociedad humana (animalesca sociedad, mejor dicho) y, en última instancia, la lectura como salvavidas que ha sido y es para muchos de nosotros. Eso es lo que más me interesa, por eso me siento más cercano a esta película y la considero tan entrañable... tan entrañable como leer en el silencio de una amable sala de lectura de una biblioteca pública en un desapacible día de lluvia y viento...

sábado, 21 de septiembre de 2019

Stefan Zweig.

 
Imagen tomada de Wikipedia.org
"Así, los judíos rezaron todas las noches hasta muy tarde, durante aquellos oscuros y peligrosos días del saqueo. Pues, ¿qué otra cosa podía hacer el hombre justo en un mundo injusto y cruel, donde la violencia prevalece siempre, sino alejarse del mundo y volverse hacia Dios?"
                El candelabro encerrado. Stefan Zweig.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Oscar Wilde.

 
Imagen tomada de wikimedia commons

We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars.



Todos vivimos en las cloacas, pero algunos miramos a las estrellas.

sábado, 7 de septiembre de 2019

"Dioses menores", por Terry Pratchett.

 Decimotercera entrega de la espléndida sátira del Mundodisco. A este paso y teniendo en cuenta que son cuarenta y una novelas las que conforman este mundo paralelo ideado por Pratchett no va a quedar títere con cabeza. Porque el bueno de Terry ironiza sobre absolutamente todos las incongruencias, las vanidades, las soberbias, los engreimientos de ese mono con pantalones que se autodenominó ser humano. En Dioses menores la burla cae sobre la religión, nada más y nada menos, tanto en la necesidad (por ser consciente de su propia pequeñez y temporalidad) de crear dioses que aseguren la vida eterna; como por haber creado un gigantesco árbol con miles de millones de ramas de "conocimientos", creencias, liturgias, argumentos y contraargumentos, teorías y "contrateorías" que ocuparon miles de vidas desperdiciadas creando esas entelequias. Además, obviamente, Pratchett se burla de la falsa religiosidad (a la que yo, por familia y sociedad, he estado siempre tan cercano), es decir, gentes que hurtaban lo espiritual a lo religioso y se quedaban con una simple plataforma para trepar socialmente, ¿nos suena de algo?
 Para los prejuiciosos (tal vez el 99,9% de la sociedad humana) Pratchett fue un autor de libros juveniles y de entretenimiento ("ficción juvenil" dicen los eruditos vendedores -sorpréndanse, algunos acabaron el Bachillerato- de unos conocidos grandes almacenes), pero, francamente, a mí me parece de lo más maduro que he leído por su capacidad de análisis, de conocimiento del alma humana y de capacidad de sátira. Pratchett, de verdad, me reconcilia con la vida. Algo semejante me pasó siempre con Julio Cortázar: nunca me gustó Rayuela, que leí tanto linealmente como con la guía que el propio autor sugería alterando el orden, sin embargo, los relatos contenidos en Historia de cronopios y de famas con su finísimo humor me recordó que queda algo salvable en el ser humano.
 En Dioses humanos los protagonistas principales son el dios Om (dios menor de una religión politeísta con millones de fieles) que se encarna en una tortuga tuerta (como él mismo dice, está en horas bajas); Brutha, el fiel y simplón novicio al que se  presenta Om que es convertido en "el" elegido; Vorbis, que encarna el "exquisidor", convencido de su superioridad moral sobre el resto de fieles y que impondrá su fanatismo para seguir sus "altos designios". Además de personajes menores como frailes mezquinos y miserables sin un ápice de espiritualidad y toda una caterva de gentuza que vive de crear sentimiento de culpa en los fieles de a pie para que estos los mantengan con óbolos y limosnas.
 En fin, Terry Pratchett ha satirizado a mi familia y a mi sociedad: su falsedad, su hipocresía, su cinismo, además de su soberbia, vanidad y engreimiento, pero todo con humor, fantasía, imaginación. De nuevo, la literatura como salvavidas, como vacuna frente a la depresión, el enfado y el posible suicidio final.

miércoles, 28 de agosto de 2019

"Los ejes de mi carreta", Atahualpa Yupanqui.

Porque no engraso los ejes
Me llaman abandonao
Si a mi me gusta que suenen
¿Pa qué los quiero engrasaos ?
 
Es demasiado aburrido
Seguir y seguir la huella
Demasiado largo el camino
Sin nada que me entretenga
 
No necesito silencio
Yo no tengo en qué pensar
Tenía, pero hace tiempo
Ahora ya no pienso más
 
Los ejes de mi carreta
Nunca los voy a engrasar

Inciso cinematográfico: "Odd Man Out", dirigida en 1947 por Carol Reed.

 En el cine, igual que en la literatura, tirando del hilo llegas a las grandes obras. Por eso siempre digo que me gustas las compilaciones de relatos, aunque algunos digan que son engendros comerciales de las editoriales, a mí me gustan porque así se descubren autores que han sido olvidados en favor de mediocridades contemporáneas. Pues lo mismo con el cine. Entradas atrás hablaba de la genialidad de El tercer hombre, una maestría en dirección, fotografía, elenco actoral... pues claro, rebuscando lo disponible en la inmensidad virtual de la red de redes hay varias de Carol Reed, de la más impresionantes, esta:
Imagen tomada del sitio www.imdb.com
  Rodada en 1947, narra las últimas horas de vida de un pistolero del IRA. Probablemente por razones políticas no se refiere nunca a este grupo terrorista (que es llamado "la organización") como tampoco se menciona la ciudad norirlandesa de Belfast; como muy bien se dice al principio, no importa la política ni la geografía sino las relaciones humanas. 
 La cinta es para "muy peliculeros", no es comercial. Es para alguien que quiera entender la dificultad que tiene cualquier director para transmitir una historia con imágenes, sin apenas diálogos, jugando con la fotografía para hacer entender al espectador la tensión en la que se encuentra un moribundo asediado por sus heridas, por la policía y por todo el mundo. La fotografía, de hecho, firmada por Robert Krasker es francamente genial, especialmente la escena final en la que el protagonista y su enamorada ven cómo el cordón policial se va cerrando sobre ellos en un ambiente nevado. James Mason, como siempre, está inconmensurable, un actor que transmite con gestos, miradas, poses, sin siquiera hablar. El resto de actores está en su línea, y es que se podría decir que es una película coral en la que están representados no sólo los terroristas del IRA sino todos los bajos fondos de Belfast: borrachos, artistas fracasados, mendigos, confidentes de la policía, chorizos...
Imagen tomada del sitio www.filmforum.org
  En España, la película fue traducida como Larga es la noche, que aunque es totalmente diferente del título original no traiciona la sensación del paso del tiempo como una espada de Damocles que acabará con la situación de forma irremediable. 
 El guión, los actores, la fotografía, la producción... todo redunda en hacer de este film uno de los mejores de su época, pero, en mi opinión, por encima de todo la increíble capacidad de Carol Reed para combinarlos a todos para hacer esta pequeña joya que, como casi todo lo artístico, acaba desapareciendo para el gran público que prefiere el garrafón a lo exquisito.

martes, 27 de agosto de 2019

"El río del francés", de Daphne du Maurier.

 Temo haberme equivocado al comprar este libro. Daphne du Maurier, por si no se sabe, fue una de las mejores escritoras británicas del siglo XX, especialmente conocida por algunas obras suyas que fueron llevadas al cine por Alfred Hichtcock, entre ellas: Rebeca, Jamaica Inn o Los pájaros, grandes éxitos de la cinematografía de todos los tiempos. Sin embargo, yo me fijé en esta tipa leyendo una compilación de cuentos de la editorial Valdemar; me llamó la atención la prosa lenta, adjetivada, con muchas frases subordinadas típica de la literatura victoriana. Busqué en la red de redes por ver qué había disponible hoy en día y encontré esta novela:
  Despotrico habitualmente (alguna vez, lo reconozco, de modo injusto) de las editoriales y su visión mercantil por encima de todo. Es, aunque me duela aceptarlo, una pataleta infantil, pues es necesaria la existencia de las editoriales para que podamos seguir leyendo y, obviamente, tienen que ser rentables; pero es que son tantas las veces que se ve cómo tergiversan las obras y vidas de escritores para hacerlos más llamativos y por tanto vendibles que uno ya está harto. Con todo, he de admitir que debería fijarme más en las portadas y contraportadas de las editoriales; así podría haber leído lo que ponen en esta edición de Alba: "En una atmósfera nocturna y  brillante, repleta de infamias y peligros, esta novela respira el aliento seductor y temerario de las grandes aventuras románticas". Esa frase deja bien a las claras que esta es una novela de las llamadas "románticas", pero ¿y eso qué significa? Una cosa es el Romanticismo literario, corriente que surge a finales del XVIII como reacción frente al Neoclasicismo, que incluye entre su nómina a gigantes como Goethe, Schiller, Poe, Pushkin, Bécquer y tantos a lo largo y ancho de Europa, y otra cosa distinta es lo que voy a encontrarme en cualquier librería bajo el epígrafe "novela romántica".
  Para evitar equívocos, algunas librerías "tachan" como "novela rosa" e incluye historias borrascosas de amor que acaban triunfando pese a incontables avatares y dificultades. Aquí encontramos a centenares de autores (especialmente, autoras) que venden por millones, la mayor parte de ellas de una calidad medio-baja hacia ínfima. Pero claro, la pregunta que se plantea es: ¿todas las novelas cuyos temas principales son de tipo amoroso son novela rosa? Porque entonces tendremos que incluir a decenas de autores "serios" entre ellos. Me viene a la cabeza Henry James, uno de los grandes de la mal llamada "literatura victoriana", ejemplo de escritores, con una calidad indiscutible, y que me digan que el tema principal de Lejos del mundanal ruido no es el azaroso enamoramiento imposible entre Gabriel Oak y Bathseba Everdene... No todo es tan sencillo.
 Bueno, volviendo a El río del francés, el argumento principal es el enamoramiento arrebatado (de ahí toda la discusión anterior) entre Dona St. Columb, una joven mujer de Londres que, harta de su anodino matrimonio, busca aventuras en Cornualles, y un pirata francés. Así escrito, no puede parecer más facilón, sin embargo hay que apuntar una calidad literaria alta, en algunos capítulos a la altura de la literatura victoriana que se escribía en su país un siglo antes de cuanto esto fue escrito. Con todo, ya decía al principio, no sé si me equivoqué al comprar esta novela.

viernes, 23 de agosto de 2019

"El visitante", de Stephen King.

 O sea, que Orhan Pamuk no me gusta porque es un escritor contemporáneo... ¿y Stephen King qué es, un escritor de la Roma clásica? Así son mis inconsistencias. Para muchos (los más estirados), escritores de best sellers como King no entran siquiera en el rango de escritores serios. Están equivocados. Como siempre, los prejuicios son nuestros peores defectos como lectores. Pues sí, leo a Stephen King, un escritor contemporáneo de temas de terror con novelas que entran entre las más vendidas de la actualidad y algunas de ellas convertidas en exitosas películas. No sé por qué será, tal vez el cliché de que en el verano apetecen lecturas menos profundas, pero lo cierto es que raro es el verano de los últimos años que no he leído algo de King. Ésta es la que leo ahora:
  Es una de sus últimas novelas publicadas (al menos en español), aunque ya ha sido convertida en miniserie (del canal HBO). Es, algo que no es del todo extraño en King, mezcla de novela policíaca y de terror; la primera forma ocupa la mayor parte del texto, con la investigación minuciosa de los horrendos asesinatos que se cometen en una pequeña localidad de Oklahoma; la segunda es el descubrimiento de un ser sobrenatural como artífice de los anteriores. Como anécdota (aunque destripe algo) decir que King se inspira en el folclore popular hispánico (y lo reconoce en el texto), pues el visitante acaba siendo el hombre del saco, el coco, aquel individuo con el que se asustaba a los niños que no querían dormir ("duérmete niño, duérmete ya, que viene el coco y te comerá..."). Afortunadamente ya no asustamos a los niños con figuras horrendas que los raptarán y devorarán si no duermen o se portan bien, pero los que tenemos peinamos canas recordamos bien esas ancestrales costumbres.
  Stephen King une esa leyenda con el ámbito policial cuando la investigación apunta indefectiblemente a un sujeto como único culpable posible (imágenes de cámaras de seguridad, testigos, pruebas de ADN...) con la posibilidad de que ese hombre del saco adopte la apariencia de aquel sujeto. El resultado es brillante, una novela de casi seiscientas páginas que no se hace pesada ni farragosa a pesar de la minuciosidad en los detalles; tampoco, por supuesto, es previsible en ningún momento (esto si que es un rasgo característico de King, capaz de provocar giros del argumento que te dejan con el alma en vilo).
 En fin, una novela entretenida, bien pergeñada e imaginativa que rellena los periodos de relax y tedio siempre presentes en cualquier periodo vacacional.

jueves, 22 de agosto de 2019

"Nieve", de Orhan Pamuk ("lectura interruptus").

 Mira que lo digo siempre: que no me gusta leer novela contemporánea, que me llevo muchas desilusiones... Pues nada, erre que erre. Lo que pasa es que incluso a un tipo como yo le regalan libros, y claro, se siente uno forzado a leerlo, sobre todo cuando la persona que lo regala, como es el caso, es querido por uno. Para más inri, recibir un libro de un premio Nobel, admirado por millones, odiado por muchos miles (especialmente en su propio país) estimula a la lectura. Me lancé a ella, pues.
  Pero no hubo forma. Lo intenté con firmeza, créanme. Además lo hice en un momento en el que uso la lectura para aislarme de todo lo que me rodea y se me pase todo más rápido, es decir en un viaje en avión, una maldición moderna más. Fueron casi tres horas de vuelo, más las dos horas preceptivas de espera, más hora y pico de retraso, más... o sea, poco más o menos medio día. En ese medio día liquidé una tercera parte del libro, pero cada vez que empezaba un capítulo suspiraba (tanto por el viaje interminable como por el libro con el que me automartirizaba).
 No me gustó Nieve, lo siento. No me gustó el tema (la polifacética idiosincrasia social turca, a medio camino entre Oriente y Occidente, pero con características propias y diferenciadas de uno y otro lado) ni la forma de contarlo (descripciones muy detalladas, con muy poco diálogo).
  Cuando el viaje terminó, el Todopoderoso sea alabado, decidí que no iba a seguir con este autoinfligido castigo y di por acabada la lectura. No me gusta hacer esto, pero menos obligarme a leer; para mí la lectura es algo placentero o, al menos, interesante y adictivo. Con Pamuk no encontré placer, interés y menos aún adicción.

miércoles, 7 de agosto de 2019