Una lectura que me retrotae a mi ya lejana primera juventud. Como generaciones enteras de chicos (primordialmente varones) tuvimos a famosos autores decimonónicos de las llamadas "novelas de aventuras" como inicio del hábito lector que nos ha de abandonar cuando exhalemos nuestro último aliento. Aparte de Julio Verne, estoy pensando en Emilio Salgari, Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, Joseph Conrad... Raro será el que no haya sido raptado en la adolescencia por su prosa sencilla pero cuidadosa (que más quisieran la mayoría de los escritores contemporáneos que tener su calidad), sus temas de aventuras que hacían volar la imaginación de un chico de quince años en su tediosa rutina familiar y escolar... De todos los anteriormente citados, fue Verne el que más me enganchó. De hecho, todavía hoy guardo como oro en paño una pequeña colección que mis padres me compraron en torno a esa edad, entre los títulos: El faro del fin del mundo, Norte contra sur, De la Tierra a la Luna, 20.000 leguas de viaje submarino, Héctor Servadac, Ante la bandera, La vuelta al mundo en 80 días o Miguel Strogof. Puede ser que la nostalgia senil comience a rondarme en el inicio de mi quinto decenio de vida, porque lo cierto es que decidí volver a Verne, aunque, para evitar males mayores, no hacerlo sobre esta colección leída y releída cien veces, sino "aventurarme" con un título todavía no disfrutado.
Como era previsible, los recuerdos fluyen en mi cabeza; algunos buenos, otros no tanto. Volví a entender porque un chico de quince años podía enamorarse de Julio Verne, de esa forma de narrar y describir de forma somera pero intrigante, fácil de seguir pero cuidada, y, por encima de todo, unos temas que ahora no me interesan tanto pero en su momento eran una promesa de aventura, de ensoñadora acción. Sí, no puedo dejar de pensar que es una excelente lectura para un adolescente. Una suerte de aprendizaje de vida para quien está comenzando a vivir.
La isla misteriosa es, como bien dicen los de Alianza, una "actualización y a la vez refutación del mito de Robinson Crusoe". Cinco individuos que huyen de las tropas sudistas (en la Guerra de Secesión Americana, claro) roban un globo aerostático y, de forma francamente inverosímil, atraviesan todos los Estados Unidos (desde Virginia en la Costa Este hasta salir por California) y continúan hacia el sureste, acabando por caer en una isla aislada (valga la redundancia) en mitad del Océano Pacífico. Ahí comienza la aventura: explorando la isla, consiguiendo refugio y comida, trazando planes para ser rescatados... en definitiva, sobreviviendo contra viento y marea. Los cinco tipos son un ingeniero (el protagonista principal, Cyrus Smith), un periodista, un marinero, un chico de quince años, un negro y, por añadidura, un perro. Releo la última frase y parece racista a más no poder... pero no falto ni un ápice a la verdad de la novela... ahora me explico.
La isla misteriosa fue escrita a mediados del XIX. Esto, como todo, influye para bien y para mal en su naturaleza. Yo, humildemente, incluiría a Julio Verne entre las pocas personas que he conocido que tuvo una visión fuertemente moralizada de la existencia. Moral seguramente proviniente del cristianismo que a su vez deriva de una moral natural de respeto a todo ser humano. Pero Julio Verne era un tipo del XIX, sí, inteligente, culto y bienintencionado, de esos que creían firmemente en el progreso de la Humanidad sin dejarse a nadie atrás, pero también con lo malo de aquel siglo. Así pues, el francés trata de una forma muy diferente a sus personajes: el protagonista principal, el ingeniero, es una suerte de "hombre para todo" capaz de sobrevivir a un huracán en el mar, como de proveer alimento y refugio para sus compañeros, así como, por supuesto, no amilanarse jamás ante las más terribles dificultades; el periodista y el marinero son tratados de forma semejante: son entusiastas y sufridos, sin llegar jamás a la habilidad del ingeniero, pero tienen sus respectivas cualidades que facilitan la supervivencia del grupo; luego está el chico de quince años, todo ilusión ante la adversidad y ganas de aprender, quizás el protagonista con el que el lector se tiene que identificar; y luego están (perdón si esto suena racista, pero a continuación lo justifico) el negro y el perro. ¡Pero qué dice este tío! Lo siento, pero es así, tanto el "afroamericano", Nab, como el perro, Top, tienen las mismas cualidades: lealtad, obediencia y capacidad de trabajo. No quiero decir que Julio Verne fuera racista, ni mucho menos, pero sí que la visión decimonónica de otras razas los trataba (aunque teóricamente nadie dudara de su humanidad, y menos que nadie el propio Verne) como una suerte de seres inferiores sólo aptos para lo mismo que es apto un buen perro. Quien no me crea que lea o relea La isla misteriosa, se dará cuenta de que no exagero ni un ápice.
En fin, todos somos hijos, queramos o no, de nuestro tiempo, con sus virtudes y defectos. Los que tropezamos por el siglo XX y XXI seremos juzgados con igual severidad por nuestros descendientes de siglos posteriores (y los que no lo seamos, que nadie se engañe, será porque no llegaremos a ser ni una milésima parte de importantes o recordados que el propio Verne).