Esta película, traducida en España como La extraña pasajera, es una obra menor de la época. Menor incluso para la estrella protagonista, Bette Davis, y para los actores secundarios, Paul Henreid y Claude Rains; sobre todo menor porque en esa década se dan obras maestras como Casablanca (1942, también con Rains y Henreid), El halcón maltés, Rebeca, Ciudadano Kane, El tercer hombre, El ladrón de bicicletas, Arsénico, por compasión, Historias de Filadelfia, ¡Qué bello es vivir! y tantas otras (¡caray, vaya producción cinematográfica en una década con una guerra mundial de por medio!). En todo caso, Bette Davis está enorme; en un papel típico de esta mujer pequeña, de ojos saltones y párpados caídos que no podía, evidentemente, representar adecuadamente los papeles de mujer de bandera que podía hacer, por ejemplo, Marilyn Monroe. No, el papel de la Davis es el de una mujer con problemas psicológicos graves, atormentada, maltratada por una madre posesiva y destructiva, que trata de vivir su propia vida contra viento y marea. El otro tipo de papel típico de esta actriz, por cierto, es el de mujer malvada, fría y calculadora. En ambos roles fue siempre extraordinaria.
Imagen tomada del sitio criterion.com |
El resto del elenco actoral es también destacable, especialmente Claude Rains (el inolvidable Capitán Renault en Casablanca) y Paul Henreid (Victor Laszlo en esa misma película) y, no puede pasarse por alto, Gladys Cooper (la malvadísima madre posesiva y destructora).
El argumento es, ya lo esbocé, la lucha de la protagonista, que vive recluida en la mansión familiar bajo una supuesta depresión, para marcar el rumbo de su existencia. Tras una estancia liberadora en la residencia psiquiátrica dirigida por el doctor Jaquith (Rains), Charlotte Vale (Davis) comienza a respirar, a valorarse y pensar que su vida puede tener un sentido. Por consejo del psicólogo, inicia un crucero (de ahí el título) que facilita que conozca al que será el gran amor de su vida (Henreid) y que subirá su autoestima a cotas que le permitirán mirar con optimismo esa broma macabra que llamamos vida.
Y hasta ahí la película. Ya digo, no es una obra maestra, es una película correcta en la que destaca el trabajo excelente de una gran actriz. Pero a mí, la verdad, me ha llegado más hondo el tema del maltrato familiar que otra cosa. Me he sentido dolorosamente reflejado en el personaje principal, víctima de abuso de esa madre posesiva y castrante. Una madre que inocula un sentimiento de culpa que anula al hijo (hija, en la película) y que nunca acaba hasta la muerte de esa persona que a la vez que dio la vida al hijo, también lo hunde en esa misma vida.
Imagen tomada de mubi.com |
Ya se sabe que la relación progenitores-hijos es una de las más difíciles y que más traumas provocan. En Now, Voyager el sentimiento de culpa, la anulación del hijo está extraordinariamente representada en la relación entre los personajes de Gladys Cooper y Bette Davis. Empezando por considerarse hija no deseada, continuando por un sentimiento de fracaso permanente (casi siempre infundado) y una sensación de inutilidad y bajísima autoestima que acompaña por siempre al maltratado. En fin, qué voy a contar que no hayamos visto en nosotros mismos o en gente cercana.
Ésta es otra gran virtud del cine y de la literatura: la capacidad de describir vidas que pueden tocarnos muy cerca, no sé si para poder cambiar algo en algún sentido, pero sí al menos para no sentirnos tan solos.
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