Gaskell es una escritora victoriana menor. No tan conocida como los Dickens, las hermanas Brönte, Jane Austen, Thackeray, Henry James, George Eliot o Thomas Hardy, pero sí forma parte de esa constelación, de esa pléyade de genios que llevaron la literatura a un nivel pocas veces alcanzado con anterioridad. Lo cierto es que uno podría dedicar lo poco o mucho que le quede de vida a leer y releer todo lo que este espléndido y heterodoxo grupo humano aportó a la cultura. Heterodoxo es el grupo porque la propia condición de "literatura victoriana" es un titulillo inventado por los británicos que, ya se sabe, son muy aficionados a considerarse un mundo aparte. Los sesudos filólogos encuadran la literatura del reinado de Victoria (en puridad, sólo, por tanto, de 1837 a 1901) en diversos grupos: la del Romanticismo literario en los primeros autores, hasta mitad del XIX y del Realismo en los últimos. Lo cierto es que, una vez más, la obsesión por crear entelequias científicas deja claro que lo de dividir y clasificar todo puede ser muy útil para llegar a aprehender conocimientos, fechas y nombres, pero siempre está forzado y es simplista. Porque los escritores en lengua inglesa (principalmente a este lado del océano) de ese periodo son tan variados entre sí que toda clasificación es injusta y menosprecia las diferencias individuales. Lo sorprendente es que en la paranoia academicista occidental los bobos solemnes que dibujan enormes árboles mentales lo hacen con tal acopio de grandilocuencia y vanidad que son tomados por referentes intelectuales. Lo importante, una vez más, no me cansaré de decirlo, es leer; disfrutar con la lectura y... sí, encontraremos diferencias y semejanzas entre autores pero de ahí a dedicar una vida, aunque sólo sea en el ámbito profesional, a pergeñar teorías literarias... me parece un desperdicio vital sin parangón.
Así que no trataré de comparar más a Gaskell con otros o a comprobar si se dan ciertas características propias de un grupo literario u otro en su narrativa.
Los cuentos (nueve) incluidos en este volumen incluyen elementos misteriosos cuando no fantásticos. No son, realmente, de terror, se basan más en leyendas populares de ciertas zonas del Reino Unido e Irlanda (en época de la autora, llamadas con corrección, Islas Británicas) que gustaban mucho en la época y que incluían maldiciones familiares que llegaban a varias generaciones posteriores, fantasmas que vengan afrentas del pasado, confinamientos en castillos... Autores como Elizabeth Gaskell ponían esa tradición oral negro sobre blanco petrificando así sus múltiples variedades y asegurando que llegaran a la posteridad. La prosa de Gaskell es muy descriptiva, con una adjetivación brillante y abundante, con multitud de frases subordinadas que ahondan en la descripción y con muy escasos diálogos. Algo que llama la atención y se diferencia de otros victorianos es la "tendencia centrífuga" en la ambientación de sus argumentos; frente a la omnipresente Inglaterra, ella tiende más a localizar sus historias en Gales, Escocia o Inglaterra, cuando no en el "continente". Incluso es frecuente la inclusión de topónimos y antropónimos en otras lenguas británicas como el galés o el irlandés.
Con respecto a la calidad, hay mucha variedad: algunos relatos son francamente olvidables por anodinos, otros tienen más mordiente, aunque he de admitir que no tienen el aliciente, al menos para mí, de aquéllos de Dickens, James o Hardy. He disfrutado leyendo La maldición de los Griffiths, un relato que llamaría "clásico" en el sentido más victoriano del término, narrando la sucesión de generaciones de ese apellido y sus fines trágicos.
Con respecto a la calidad, hay mucha variedad: algunos relatos son francamente olvidables por anodinos, otros tienen más mordiente, aunque he de admitir que no tienen el aliciente, al menos para mí, de aquéllos de Dickens, James o Hardy. He disfrutado leyendo La maldición de los Griffiths, un relato que llamaría "clásico" en el sentido más victoriano del término, narrando la sucesión de generaciones de ese apellido y sus fines trágicos.