viernes, 20 de marzo de 2020

"El halcón maltés", por Samuel Dashiell Hammett.

 De nuevo en aquella isla macaronésica. De nuevo tratando de huir de relaciones tóxicas sin solución. De nuevo encontrando el refugio en la lectura... y de nuevo en una pequeña tienda de segunda mano (no librería, pues también venden muebles, recuerdos y todo tipo de objetos usados). Rebuscando lo poco que tienen, sólo encontré esto:
 Es una edición barata (aunque de tapa dura) de la que no he encontrado siquiera por ningún sitio el nombre de la editorial; supongo que será la típica edición de periódicos a cuenta de colecciones con títulos tremendos como: "literatura de cine", "las mejores novelas policíacas", "los Premio Nobel del siglo XX", etc. En todo caso, no encontré nada mejor y, al fin y al cabo, era mucho mejor que la realidad que tenía que tragar.
 Nunca fui aficionado a la novela negra. He leído muy poco, más que nada de los grandes de antaño: Conan Doyle, Agatha Christie o George Simenon. De ellos destacaría, por supuesto, las de Sherlock Holmes, las de Hércules Poirot, pero no las del Comisario Maigret, de Simenon siempre me gustaron las otras, no tanto por su argumento sino por la minuciosa descripción de personajes y situaciones. Quiero decir con esto que, al margen de novela negra, blanca o a rayas, un buen escritor es siempre un buen escritor, cualquiera que sea la temática. Así, Simenon es un gran escritor que se dedicó, probablemente por razones económicas, a la novela negra, pero hubiera demostrado su enorme calidad en cualquier otro subgénero narrativo.
 Por supuesto que he visionado más de una vez la adaptación cinematográfica de esta novela dirigida en 1941 por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart, gran película, pero no a la altura, por ejemplo, de Casablanca, de la que escribí largo y tendido en este blog. En El halcón maltés no hay personajes moralmente aceptables. Todos son jugadores de ventaja cuando no hipócritas o incluso asesinos; sus únicas motivaciones son el afán de enriquecimiento ilícito. La novela está escrita con corrección. Como es de esperar en este subgénero, es una prosa rápida, casi periodística, que no "pierde tiempo" en frases subordinadas, descripciones profusas y adjetivaciones abundantes. Todo se supedita a la trama que no se aclara hasta, claro está, el mismo final. Es una novela entretenida, de violencia excesiva para mi gusto, pero amena y aceptable.

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