Hay parejas cinematográficas que exceden los platós para convertirse en parejas en la vida real, ya se sabe. Humphrey Bogart y Lauren Bacall es una de las más reconocidas parejas fuera y dentro del celuloide; su química personal daba a las películas un extra, especialmente cuando había tensión sexual entre ambos. Aparentemente, no importaba que el bueno de Humphrey doblara en edad a Lauren (se casaron con 46 y 21 respectivamente) o la evidente diferencia de estilo personal (de tipo duro, él; de "mujer-pantera", ella). Pues eso, cuando rodaron Dark Passage llevaban dos años de feliz matrimonio que fructificaría con dos retoños y varias películas, algunas de ellas memorable. Memorable es ésta, hasta cierto punto. Es una de esas cintas que, redescubiertas en los repositorios de internet, despiertan inmediatamente la atención de uno: por los actores, dos genios; por el tema, relativamente frecuente pero interesante; y, sobre todo, por el planteamiento inicial. El argumento principal: Bogart, preso en San Quintín, se enfrenta a la pena de muerte por el asesinato de su mujer; él, inocente, huye a San Francisco y es recogido cual cachorro perdido por una joven intrigante, hermosa y con un punto de arrogancia (la Bacall) con la finalidad de demostrar su inocencia; ante la caza al hombre instaurada en toda California, el fugitivo se opera la cara para ser irreconocible. Bueno, el argumento no es nada del otro mundo, pero sí la técnica cinematográfica, al menos para 1947. Para evitar tener que andar con maquillajes raros, la primera parte de la película, hasta la cirugía estética, está rodada desde el punto de vista subjetivo de Bogart, sólo se ve lo que él ve además de sus propias manos; ya después de la operación aparece el rostro con rictus de madera del bueno de Humphrey.
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
Ya digo, muy innovadora técnica para 1947; de las primeras veces que se rompe de forma imaginativa la llamada "cuarta pared", el plano que ocupa la cámara. Así, la propia Bacall y otros actores miran a cámara cuando hablan con el Bogart "pre-operación", con una frescura que se agradece. Por supuesto, después de la cirugía estética y, por tanto, de la aparición del protagonista, todo vuelve a la normalidad y respetan la cuarta pared.
Ese planteamiento, tan nuevo para la época, da caché a la película por sí solo. Luego hay que sumar a los actores, la fotografía y demás. Con todo, en mi opinión no es una gran película. Le falta mordiente, a medida que va avanzando la trama (sobre todo a partir de la operación) se hace previsible, le faltan giros argumentales o, al menos, algo de suspense. Si el guión estuviese más trabajado y consiguiera mantener en vilo al espectador tal vez estuviéramos hablando de una de las mejores películas de la era dorada del cine americano.
Con respecto a los actores, están muy en su salsa, quiero decir, los papeles que los encasillaron y antes apuntaba, el tipo duro y la mujer-pantera, con lo cual son verosímiles, en realidad no había muchos más actores que lo pudieran hacer como ellos.
Imagen tomada del sitio www.oviedo.es
La fotografía también juega su papel, con un deambular por las calles de San Francisco que convierte a la ciudad californiana en otro actor más, con esa combinación de calles imposiblemente empinadas, tranvías arcaicos y atractivos edificios art decó que no son tan frecuentes en el cine de Hollywood, más acostumbrado a mostrar la anodina Los Ángeles o la opresiva Nueva York.