lunes, 26 de octubre de 2020

Inciso cinematográfico: "El testamento", dirigida en 2017 por Amichai Greenberg.

  Esta coproducción austriaco-israelí presentada en la Bienal de Venecia de 2017, es, en realidad una historia doble: por un lado la investigación minuciosa para la recuperación de la memoria sobre el Holocausto (Shoah) y por otro, la búsqueda de la identidad personal en adultos, ambos temas, francamente interesantes. Con respecto a la investigación histórica sobre el Holocausto, se trata de un hecho real, la Matanza de Lendorf (Austria), en la que, ya próximo el fin de la Segunda Guerra Mundial, los nazis asesinaron a más de doscientos judíos y los enterraron en las fosas que los propios asesinados habían tenido que excavar previamente. Como siempre, hechos tan vergonzantes y luctuosos llevan a sus testigos, no ya sus perpetradores, claro, sino a los mismos testigos inocentes a tratar de huir de la responsabilidad de dar testimonio, quizá para olvidar la terrible iniquidad que pesa sobre todo ser humano de bien. Para los creyentes judíos, los cementerios son mucho más que meros depósitos temporales de restos humanos, son tierra sagrada que ha de ser respetada hasta la eternidad (signifique esto lo que signifique). Lo cierto es que los actuales países europeos son sensibles y receptivos (aunque algunos dirigentes políticos y sociales israelíes lo nieguen) a esta percepción de los supervivientes y descendientes de los mismos, pero claro, necesitan pruebas. En esta labor ingente, la de conseguir pruebas de los asesinatos mediante el testimonio de testigos visuales, está el protagonista de la película, el historiador Yoel Halberstam, que siente, por su condición de judío ortodoxo pero también por ser historiador, la necesidad de buscar la verdad absoluta por encima de sus conveniencias prácticas, tratando de convencer a octogenarios, tanto austriacos como judíos, para que testifiquen y poder así respetar el lugar de la masacre.
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
 Pero el segundo tema de la novela, para mí aún más interesante, es la búsqueda de la identidad en la edad adulta, cuando todo parece cimentado de hace décadas, pero, de repente, se desploma como un edificio en ruinas. En este caso, el "desplome" ocurre cuando el historiador, al investigar sobre la Matanza de Lendorf, descubre el testimonio que su propia madre había concedido décadas antes al ser superviviente ella misma. Con total normalidad, la madre del judío ortodoxo admite que no es judía sino gentil, que era sirvienta en una adinerada familia judía, que su propia madre lo había sido anteriormente, que la familia judía la había criado como si ella misma lo fuera, enseñándole hebreo, sus oraciones y ritos, de modo que, cuando llegaron los nazis, ella se presentó como judía y como tal fue tratada. Es decir, que al investigador, judío ortodoxo, respetuoso practicante de todos los preceptos de su religión, inmerso a su vez en la preparación para el Bar mitzvah de su hijo, se le caía todo el tenderete: ni siquiera era judío. Recordemos que para los judíos, la "judeidad" se transmite de forma matrilineal, esto es: uno es judío si su madre lo es. Pero la madre de Yoel Halberstam admitía ser de origen gentil y haber fingido ser judía ante los nazis por pura costumbre de su infancia y primera juventud. Todo esto lleva a una comprensible zozobra identitaria al personaje principal: si ya no es judío, ¿quién es? ¿Qué propósito tiene su investigación destinada a descubrir la verdad de aquellos tiempos tan luctuosos? ¿Tiene sentido que siga con la investigación? Más aún, ¿tiene sentido que siga con su vida tal cual la está viviendo?
Imagen tomada del sitio www.jewishstandard.timesofisrael.com
 La combinación en una misma persona de estos dos enormes argumentos hacen que la vida del protagonista haga aguas. La muerte, en el ínterin, de la madre impide que haya una aclaración del pasado con la superviviente, lo cual deja en total soledad a Yoel; su propia hermana no entiende el afán de conocimiento del historiador. Esto es quizá lo que une las dos tramas: la necesidad de verdad que siente Halberstam, dispuesto, como antes dije, a llegar a conclusiones que disgusten o sean contraproducentes para sus intereses prácticos con tal de llegar a conocer y practicar la verdad y la honestidad. 
 En mi opinión, es una película muy interesante, llevada con honradez, sin melodramatismos ni victimismos. La búsqueda de la verdad, así como la de la identidad, tanto personal como colectiva, está en el corazón de todo ser humano, su consecución nos hace mejores, menos falsos, más auténticos; es, por tanto, una forma de mejorar el taimado mundo que conocemos. Existen miles de millones de personas que buscan resultados sociales o económicos, son la práctica totalidad de la humanidad, pero pocos son los que se atreven a nadar contracorriente con tal de encontrar la verdad, el protagonista de esta película es uno de ellos.

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