Probablemente haya pocos narradores tan propicios como Hermann Hesse para editar un libro de aforismos suyos. La mayoría de los que están recogidos en este ejemplar de Alianza Editorial proceden de cartas y ensayos, obviamente los textos más propensos para las máximas; pero la narrativa de Hesse también está preñada de aforismos. No me cabe duda de que obras como El lobo estepario, Sidharta, Bajo las ruedas, Demian, El juego de los abalorios o Peter Camenzind tienen un contenido de corte moralista muy abundante, de manera que, si no expresamente en axiomas, implícitamente se puede sacar una visión ética de la vida. Es, en mi opinión, la gran virtud de Hesse: la voz de un pacifista en medio de la guerra, de un ser espiritual en medio del materialismo, de alguien piadoso en la crueldad generalizada, la voz de la conciencia, en definitiva.
He de decir, no obstante, que muchos de los apotegmas aquí contenidos son coyunturales y, por tanto, menos valiosos. Son aquéllos que tienen que ver con la turbulenta época que le tocó vivir al suizo, con las dos guerras mundiales de por medio. Estos aforismos son claramente producidos como consecuencia de una reflexión sobre la situación sociopolítica y bélica de un momento concreto, con lo cual se pueden encontrar incluso algunos que se contradicen abiertamente. Otros, sobre todo los referidos a la naturaleza humana y la espiritualidad, son completamente atemporales, válidos tanto para principios del siglo XX cuando fueron escritos, como para el XXI.
No hay mejor reseña personal de una recopilación de aforismos que citar aquéllos con los que uno comulga mejor, así que me callo para dejar hablar al sabio.
"Quien está fuertemente individualizado tiene que reconocer que la vida es una lucha constante entre sacrificios y pesar, entre el reconocimiento de la comunidad y la salvación de la personalidad."
"También el hombre zafio, superficial, reacio a pensar siente esa antiquísima necesidad de descubrir un sentido a la vida; y cuando ya no encuentra ninguno, su vida privada cae bajo el signo de una egolatría salvajemente aumentada y de una angustia mortal multiplicada".
"Quien no encaja en el mundo, está siempre de encontrarse a sí mismo. Quien encaja en él, no se encontrará nunca, pero llegará a consejero nacional".
"No debemos buscar, sino encontrar, no debemos juzgar, sino observar y comprender, inspirar y elaborar lo inspirado. Tenemos que sentir nuestra propia esencia integrada y ordenada en el todo. Sólo entonces tendremos relaciones con la naturaleza".
"Creo que no soy responsable del sentido o de la falta de sentido de la vida, pero sí soy responsable de lo que haga con mi propia y única vida".
"¡No digas de ningún sentimiento que es pequeño, ni indigno! Cada uno es bueno, muy bueno; también el odio, la envidia, los celos y la crueldad. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos."
"Siempre ha ganado quien sabe amar, soportar y perdonar, no el que mejor lo sabe todo y todo lo enjuicia."
"La escuela es el único problema cultural moderno que tomo en serio y que ocasionalmente me excita. En mí la escuela ha destrozado muchas cosas, y conozco pocas personas de cierta importancia a las que no les ocurriera lo mismo. Aprender, sólo aprendí allí latín y mentiras."
"Los maestros exigían de nosotros virtudes que ellos mismos no tenían, y la Historia Universal que nos ponían delante era seguramente también una patraña de los adultos para achicarnos y empequeñecernos."