domingo, 20 de noviembre de 2022

"El ángel callaba", de Heinrich Böll.

  Séptima novela que leo del Nobel de Literatura de 1972, sin duda la peor, incluso una que no debería haberse publicado. No voy a reseñar las otras seis novelas que leí, sólo las nombraré: Pero ¿qué será de este muchacho?, ¿Dónde estabas, Adán?, El tren llegó puntual, Retrato de grupo con señora, El honor perdido de Katharina Blum y Opiniones de un payaso. En todas ellas se aprecia las mismas líneas generales: realismo rayando en el naturalismo, pues no oculta la fealdad de la posguerra, sus miserias materiales y morales; prosa rápida, frases cortas y poca adjetivación; ambientación en la Alemania de posguerra, entre ruinas, aspecto que dio pie a los críticos para llamarla Bildungsroman (Literatura de escombros); y personajes perdidos, alienados en una realidad que los supera y aliena. Bien, todas esas características están en El ángel callaba, pero ésta es una novela deslavazada, con claras inconsistencias temporales, como si alguien hubiera quitado algún capítulo que deja un vacío que no se llega a comprender. Leyendo el epílogo firmado por un tal Werner Bellmann se comprende plenamente que fue lo que pasó.
 Argumento general de la novela: Hans Schnitzler, sargento de la Wehrmacht, llega a una ciudad del occidente alemán (no se llega a mencionar cuál, pero por la alusión al río Rin y el origen del escritor se sobreentiende que es Colonia) tras la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial. El escenario es apocalíptico: edificios destruidos sin  reconstrucción posible, miles de supervivientes vestidos con harapos y hambrientos, falta de funcionamiento de los suministros más básicos... ¡vamos, lo que viene siendo una guerra! Hans intenta reconstruir su vida previa con los pocos retazos que le quedan, pero no encuentra prácticamente a nadie de su vida anterior, y todas su escasas energías las gasta en buscar un trozo de pan duro para sobrevivir hasta el día siguiente. Se narra someramente que el sargento logró salvar la vida milagrosamente cuando un teniente coronel se cambió por él estando en cautiverio, a pocas horas de ser fusilado; que ese oficial de alto rango diera su vida por la suya propia es algo que no llega a comprender plenamente. Con el paso del tiempo, el protagonista entra en contacto con otra víctima de la guerra, una mujer, Regina, con la que compartirá refugio en una casa bombardeada y con la que acabará por establecer una relación de pareja. Esta mujer es, en realidad, otro zombi producto de la guerra: una persona totalmente solitaria, madre soltera que perdió a su bebé en un bombardeo; al igual que Hans pulula por la ciudad destruida sin saber muy bien por qué esta viva y para qué estarlo. Así, El ángel callaba es, en verdad, una historia de amor, lineal, sin complicaciones, pero las circunstancias que rodean a los amantes es tan brutal que acaba siendo incluso sórdida. Son dos personas perdidas, destruidas, puede que no en lo físico pero sí en lo moral e intelectual, que se entregan el uno al otro para combatir la soledad, la zozobra... sin compromisos ni alegrías.
 Entre los capítulos que narran esta triste historia de amor se entrelazan otros que narran a personajes secundarios que dan un poco más de empaque a la narración. Así, se presenta a un tal Fischer (Hans lo llama humorísticamente "Geldfischer", -pescador de dinero-) que se ha enriquecido con la guerra (su familia siempre tuvo una especial habilidad para enriquecerse mientras los demás sufrían) al traficar con obras de arte que son expoliadas de museos e iglesias y exportadas fuera de Europa. Este tal Fischer y su hermana son utilizados como contrapunto de la extrema pobreza material y zozobra intelectual del resto de la ciudad.
 En fin, como se puede apreciar, es una obra típica de Böll, están todos los ingredientes apreciables en sus otras novelas, y que, para alguien con sentido común y sensibilidad, sirven para abominar de la guerra y su barbarie (parece ser que hay poca gente con sentido común y sensibilidad toda vez que sigue habiendo guerras en todos los continentes). Pero lo cierto es que la sensación que deja su lectura, ya dije, es de estructura deslavazada, como si alguien hubiese hurtado algún capítulo que explicara algo importante, o le faltase a la novela un poco más de desarrollo. Eso sí, el epílogo lo explica todo.
 El epílogo está firmado por Werner Bellmann (escritor y crítico especializado en Böll) y en él se detallan todos los pormenores que llevaron a la editorial que publicaba en Alemania a Böll a rechazar El ángel callaba. Según se dice, la novela fue escrita entre 1949 y 1950; la editorial la rechazó porque, según ellos, el público alemán no era prono a leer en aquella época un recordatorio de tan amarga situación. Por otro lado, el autor y la propia editorial quitaron un par de capítulos y luego añadieron otro; esto es, sin duda, lo que da esa sensación de estructura deslavazada al leerla. La novela fue publicada finalmente en 1992, ya muerto Böll, con esas mermas y añadidos. En fin... ya se sabe que las editoriales no son "hermanitas de la caridad", que sólo buscan el beneficio económico puro y duro, y que, igual que rechazan un original si creen que no lo van a vender, publican "lo que sea" si creen que venderá, independientemente de su calidad. Así, de un autor en boga, típico, claro está, de uno que ha ganado el Nobel de Literatura, se publica hasta lo que escribe en papel higiénico (perdón por la referencia escatológica). En mi opinión, El ángel callaba podía haberse convertido en otra excelente novela de Heinrich Böll si el autor le hubiera dado un par de vueltas más, hubiera corregido las inconsistencias temporales y enlazado los capítulos en que se aprecia un hueco.
 El epílogo del tal Bellmann, por otro lado, es excelente para comprender las miserias a las que estuvo sometido Böll, siendo un escritor de gran éxito, premiado con un Nobel. Así, se muestra al alemán empobrecido pero empeñado en vivir de la literatura, aceptando pequeñas sumas de su editorial a cuenta de futuros beneficios (es decir, endeudándose con la editorial), o aceptando trabajos mal pagados para mantener a la familia pero que lo alejaban de la posibilidad de seguir escribiendo. Nada que no haya sufrido la inmensa mayoría de escritores, pero que duele leer aplicado a alguien como Heinrich Böll. En fin, esa es otra guerra, la de los poderosos contra los débiles, léase la de las editoriales contra los escritores, guerras sin bombardeos pero que dejan igualmente víctimas por el camino.

lunes, 14 de noviembre de 2022

"Un sombrero de cielo" (Mundodisco), de Terry Pratchett.

  Trigésimo segunda novela de la saga del Mundodisco, creada por el genial autor inglés Terry Pratchett. Esta vez la protagonista principal vuelve a ser Tiffany Dolorido, una joven aprendiz de bruja de tan solo once años que pasa por una suerte de rito de paso para convertirse en una bruja hecha y derecha. Es, por tanto, lo que los alemanes llaman una "bildungsroman" o novela de formación o de aprendizaje; en ellas un personaje juvenil se descubre a sí mismo y pasa por uno de esos ritos de paso sin vuelta atrás que lo convertirán en un adulto. Las llamadas "novelas juveniles" están repletas de estas novelas de formación, entre las que están casi todas las de Verne, las principales de Rudyard Kipling o de Robert Louis Stevenson; en definitiva, están casi todas las novelas que nos convirtieron a muchos en lectores empedernidos a esos ya lejanos (al menos, para mí) doce o trece años. Todas ellas son ideales para lectores jóvenes, pues rápidamente se identifican con el personaje protagonista. Pues ésta de Pratchett también lo es; quizá por ello y porque tiene una complejidad menor que otras novelas del Mundodisco es por lo que son consideradas "para lectores jóvenes". En todo caso, como bien reza la contraportada de la Editorial Debosillo (Grupo Penguin Random House) eso no es óbice para que los lectores adultos no puedan disfrutarla plenamente.
 Argumento de Un sombrero de cielo: la joven pastora Tiffany Dolorido deja su región natal, La Caliza, para iniciarse como bruja con la señorita Cabal, pero está claro que en breve la pupila aventajará a la maestra. La chica será asediada por "el Colmenero", una suerte de ente que invade la mente del individuo, tomándola por completo y anulándola. Por cierto, que no he podido evitar pensar en ese ente como una suerte de esquizofrenia, puesto que la pobre chica es, alternativamente, ella y su "parásito cerebral". Caso de ser así sería una triste premonición de la Enfermedad de Alzhéimer que atribuló los últimos años de este espléndido escritor y lo llevó a la muerte a la prematura edad de sesenta y siete años. En fin, volviendo a la novela... el caso es que Tiffany tiene la impagable ayuda de los Nac Mac Feegle, esos hombrecillos azules de unos quince centímetros de alto que sólo saben beber, pelear y maldecir, aunque tienen un buen fondo. Estos personajillos, en la versión original, hablan un batiburrillo de inglés y escocés, y en la versión española (muy acertadamente) les hacen hablar una mezcla de castellano, asturleonés y gallego, dándoles un aspecto fiero y divertido a la vez. Bien, lo cierto es que Tiffany saldrá con bien de su lucha con el Colmenero que supondrá, ya digo, un rito de paso que la convertirá en una adulta (a pesar de sus once años) y regresará a La Caliza ya como toda una bruja.
 En fin, entre los temas que se abordan, aunque sea de refilón, destaca el de la búsqueda de la identidad propia, la maduración y la aceptación de responsabilidades, es decir, la llegada a la madurez. En este ímprobo trabajo, Pratchett se mofa de todos aquellos que hemos conocido demasiado bien, desgraciadamente: abusones, acomplejados y maltratadores, ralea que, incapaces de madurar, usan la violencia para calmar sus frustraciones.

domingo, 13 de noviembre de 2022

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, obras de Martín y Soler y Mozart.

  Concierto en la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid, del 11 de noviembre de 2022; concierto muy clásico, en todos los sentidos, tanto por el frecuentemente representado repertorio de Mozart (los Conciertos para piano 20 y 23) como por el periodo del clasicismo al que pertenecen los autores. De Mozart no voy a decir casi nada por pudor y humildad, de Vicente Martín y Soler sí. 
 No conocía al compositor valenciano que, al parecer, tuvo una brillante carrera en Italia, Austria y Rusia. Se representó anteayer su obra más conocida: la Obertura de Una cosa rara, una ópera muy "mozartiana" en el sentido de la abundancia de melodías rotundas y reconocibles, todo en modo mayor (dando un aspecto más alegre y dinámico), equilibrado y claro, como todo lo clásico, propio del siglo de la Ilustración, de las luces y de la razón. Según la musicóloga María del Ser, quien presentó el concierto, Martín y Soler llegó a codearse con gigantes como Haydn y a ser maestro de capilla de San Petersburgo para Catalina la Grande, la gran reina ilustrada de Rusia (y hay quien dice que la única gobernante decente de todos los tiempos de aquel enorme país, incluyendo el actual sátrapa, claro).
 De los Conciertos para piano y orquesta nº 20 y 23, ¡qué decir! Empezaron con el Nº 23, una composición mayormente alegre y apasionado, aunque con toques melancólicos. En realidad es un mundo (mejor, una vida) en sí mismo: a través de sus tres movimientos (Allegro, Adagio, Allegro assai) pasas por las tres etapas de la vida (juventud, madurez, senectud). El Nº 20 se dejó para la segunda parte, más dramático que el anterior (reforzado esto por la participación de los timbales) y con un Rondó en el tercer movimiento en lugar del Allegro assai que repite la melodía de una forma un tanto oscura; la Romanza intermedia transmite paz y sosiego, algo que el Adagio del 23 no busca tan claramente. Así, el Concierto Nº 20 es la obra redonda con la que salir de la sala con una sensación de plenitud y satisfacción.
 Con respecto a los intérpretes, las dos obras mozartianas fueron dirigidas e interpretadas como solista por Javier Perianes, artista en residencia de la temporada 2022-23 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, de currículum excelso a pesar de su juventud. La dirección de la obertura de Martín y Soler, así como su participación extraordinariamente escenográfica como concertino en los conciertos de Mozart corrió a cargo de Cibrán Sierra Vázquez.
Ya a título personal, un tanto jocoso e informal, me sorprendió la terrible bronca que le echó Perianes al afinador del piano. Esa es la peculiaridad que tiene las localidades laterales de palco, algo que no descubren nunca las butacas de patio, pero desde el gallinero se ven algunas indiscreciones que, siendo meras anécdotas, le divierten a uno un tanto. Lo cierto es que, a pesar del furibundo aplauso de la sala, en el intermedio, Javier Perianes echó una monumental bronca al afinador, el cual tuvo que trabajar apresuradamente en el piano durante todo el descanso. Por supuesto, todo en voz baja, inaudible para el público, pero, por los gestos del pianista, poco faltó para que mandaran fusilar al afinador (es una exageración jocosa, claro). Lo cierto es que el monumental cabreo de Perianes coincidió con un aplauso soberbio de la sala en pleno, lo cual me dejó una duda: ¿realmente estaba desafinado el piano y sólo el reputado intérprete lo sintió? Dicho de otra forma: ¿se nos escapa a los melómanos, con todos nuestros sentidos en el concierto ese ligerísimo desafinado del piano? Me preocupó, la verdad, me dejó la duda de hasta qué punto llegamos a comprender plenamente la interpretación.
  Otro capítulo es la magníficamente teatral interpretación del concertino, Cibrán Sierra Vázquez, violinista gallego, fundador y miembro del Cuarteto Quiroga, también experto violinista en todas las orquestas más preeminentes del mundo. Todo concertino, claro está, en su función de director de la cuerda de la orquesta (y en ese día, de la obra de Martín y Soler) ha de ayudar con gestos y guiños a la perfecta sincronización de todos los músicos, pero en el caso de Sierra esto lo lleva al summum. Porque es un verdadero espectáculo ver a Cibrán Sierra sentir, vibrar  y, literalmente, saltar al interpretar. Es pasión pura, vehemencia, entusiasmo, disfrute sin ambages de las melodías de Mozart. El público, habitualmente acostumbrado a interpretaciones más hieráticas y sosas, disfruta viendo al concertino en ese estado, eso sí, yo temí un par de veces por su integridad física, viendo cómo con sus movimientos su silla se iba desplazando peligrosamente hacia el patio de butacas; no pasó nada, felizmente.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Inciso cinematográfico: "Sin novedad en el frente", película dirigida en 2022 por Edward Berger.

  Tercera adaptación cinematográfica de la excelente novela homónima (del título en español, pues los originales de la novela y las películas hace referencia a un frente, el occidental, pues en todos casos el título es "Im Westen nichts Neues") de Erich Maria Remarque. En este blog reseñé la novela del autor alemán y la adaptación cinematográfica de 1930; quedé encantado y aterrorizado con ambas, encantado por la verosimilitud y el militante antibelicismo (valga el oxímoron), y aterrorizado por las barbaridades narradas. Ahora, los tiempos han cambiado, la película no se ha estrenado en las salas de cine sino en las conocidas plataformas televisivas, concretamente en Netflix. Bien, eso podría mermar su capacidad de difusión, pero como parece que estamos todos idiotizados con estas plataformas que han entrado de lleno hasta el salón de nuestras casas, la merma tal vez no haya sido tan grave.
 En todo caso, sigo pensando (como pensaba cuando leí la extraordinaria novela de Remarque o vi la adaptación de 1930) que la visualización de esta película debería ser obligatoria para todos los chicos mayores de dieciocho años (como se decía en la época en que un servidor tuvo que hacer la "mili", cuando se "entra en caja") para que puedan ver con la espantosa verosimilitud de esas imágenes cómo la guerra es el epítome de la estupidez y barbarie humanas. Según este blog, estas entradas las escribí en 2015 y en 2018, hoy, siete y cuatro años después hay otra guerra en curso, bien cerca, en Ucrania. Hoy, igual que en la Guerra del 14, miles de chicos de veinte años se aprestan a matarse los unos a los otros y a morir o a quedar mellados para el resto de sus días. El ser humano no ha mejorado un ápice. Pues bien, estoy seguro de que si esta película fuera vista por todos los habitantes de Rusia y de Ucrania (amén del resto de Europa, en Estados Unidos y en todo el Mundo) se producirían movimientos sociales de rechazo a la guerra que acabarían con ella en semanas. Sin embargo... los grandes intereses económicos son tan grandes como la estupidez e ignorancia de esos chicos que, según estoy escribiendo, están muriendo en Ucrania. ¡Qué pena!
Imagen tomada del sitio www.film-rezensionen.de
  El argumento de la película es muy fiel a la obra de Remarque, que es éste: en una ciudad de Alemania, un grupo de amigos de un Gymnasium (un instituto en España) se dejan imbuir por el virus del nacionalismo más exacerbado que domina su sociedad hasta el extremo de alistarse para combatir en la que después sería conocida como Primera Guerra Mundial. Los chicos son pura candidez e ignorancia, y son manipulados por muchos adultos con espurios intereses; entre ellos, el propio director del Instituto, que, como todos los cobardes, aparenta ser el más valiente. Así, los cuatro amigos son enviados al frente occidental, concretamente a Alsacia, donde enfrentarán al "terrible enemigo", otros chicos como ellos, en este caso, franceses. La barbarie de la guerra se enseñorea de todo. No hay honor alguno, tan sólo salvajismo animal que mata y muere constantemente. La película no ahorra ni una sola de esas brutales imágenes en las que los protagonistas acuchillan con sus bayonetas a otros chicos, tampoco ahorra un solo segundo de la terrible agonía de esos chicos hasta que su respiración y latido cardiaco cesan. Puede parecer terrible, pero es precisamente ésta la finalidad de la novela y de estas películas: mostrar la barbaridad de la guerra, la sinrazón sangrienta de matar y morir en unas trincheras embarradas. Son escenas difíciles de digerir, que a muchos habrán convencido para dejar de ver la película, pero que han de visualizarse para que sirvan de vacuna frente al belicismo. En fin, la película, inmisericorde como la novela, avanza con la muerte uno a uno (en las formas más horribles posibles) de todos los protagonistas, ¿para qué? Para nada, para que algún general se cuelgue unas medallas.
 Al igual que la novela, esta película genera una repulsión inmediata hacia la guerra y la violencia en general en todas aquellas almas sensibles e inteligentes (algunas quedamos), y ese es el objetivo final. Porque, no nos olvidemos, luego están las películas belicistas, las "pelis de guerra" que no son sino alegatos militaristas y nacionalistas que idealizan la guerra, mostrándola como algo honorable, en la que sólo mueren los "malos" y los "buenos" vuelven convertidos en héroes. No, Sin novedad en el frente es totalmente antibelicista, aquí no hay malos ni buenos, sólo víctimas de la estupidez de sus sociedades.
Imagen tomada del sitio www.kino.de
 Esta versión de 2022 es, pues, muy semejante a la de 1930. Cabría decir que es una actualización, una modernización con el uso de las nuevas técnicas cinematográficas desarrollados en estos casi noventa años que las separan. En el ámbito argumental sí hay un cambio interesante con la rehabilitación que se hace en la cinta moderna de la figura de Matthias Ezberger, ministro de finanzas alemán, encargado de firmar el armisticio en 1919 que puso fin a la masacre. Ezberger fue considerado un traidor a la patria por las concesiones que otorgó a los franceses y acabaría siendo asesinado por un grupúsculo de ultraderecha en 1920. En la película de Edward Berger, Ezberger está interpretado por Daniel Brühl y es representado como la única cabeza fría y corazón misericorde que se apiada de los cientos de miles de muertos semanales en el frente y que sólo quiere acabar las hostilidades lo antes posible. Frente a él, los "militarotes" franceses y prusianos que sólo piensan en su honor y desprecian las vidas de esos chicos que morirán desmembrados en fangosas trincheras.

lunes, 7 de noviembre de 2022

Sirácida 2, 1-18.

 1 Hijo, si te acercas a servir al Señor, | prepárate para la prueba.  
2 Endereza tu corazón, mantente firme | y no te angusties en tiempo de adversidad.  
3 Pégate a él y no te separes, | para que al final seas enaltecido.  
4 Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, | y sé paciente en la adversidad y en la humillación.  
5 Porque en el fuego se prueba el oro, | y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. | En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él.  
6 Confía en él y él te ayudará, | endereza tus caminos y espera en él.  7 Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia | y no os desviéis, no sea que caigáis.  
8 Los que teméis al Señor, confiad en él, | y no se retrasará vuestra recompensa.  
9 Los que teméis al Señor, esperad bienes, | gozo eterno y misericordia. | Porque un don eterno con alegría es su recompensa.  10 Fijaos en las generaciones antiguas y ved: | ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, | o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, | o ¿quién lo invocó y fue desatendido?  
11 Porque el Señor es compasivo y misericordioso, | perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia.  
12 ¡Ay del corazón cobarde, de las manos inertes, | y del pecador que va por dos caminos!  
13 ¡Ay del corazón desfallecido que no tiene fe, | porque no será protegido!  
14 ¡Ay de vosotros, los que habéis perdido la esperanza! | ¿Qué haréis cuando el Señor venga a visitaros?  
15 Los que temen al Señor no desobedecen sus palabras, | los que lo aman siguen sus caminos.  
16 Los que temen al Señor buscan su agrado, | los que lo aman cumplen su ley.  
17 Los que temen al Señor tienen el corazón dispuesto, | y se humillan delante de él.  
18 Caigamos en manos del Señor | y no en manos de los humanos, | pues su misericordia es como su grandeza. 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

"Mutante", de Henry Kuttner.

  En el narrativa de ciencia ficción hay desde hace varias décadas una feliz sinergia con el cine, de manera que lector y espectador (la misma persona, habitualmente) disfrutan de adaptaciones más o menos afortunadas pero que, en todo caso, unifican gustos. Hay, por demás, realizadores cinematográficos que  parece que se hubieran especializado en adaptaciones de esta narrativa, uno de los más famosos es el mexicano Guillermo del Toro. Ya sea en cine "como Dios manda" o en las odiosas plataformas televisivas que han proliferado recientemente y se han colado de rondón en nuestras casas, del Toro ha demostrado fehacientemente su gran calidad como director y productor cinematográfico, pero, además, ha demostrado algo que gusta especialmente a un lector: su gran lealtad al original literario. Porque también hay grandes directores que tienen una visión demasiado personal de la novela o relato en cuestión, tanto que acaban por hacerlos irreconocibles; no, Guillermo del Toro es respetuoso con la obra, aunque, claro, le da su propio toque. Lo cierto es que en una de esas plataformas televisivas se incluyó recientemente una serie denominada El gabinete de curiosidades, en el que se adaptan varios relatos de distintos autores de narrativa de ciencia ficción y terror; entre ellos estaba uno que me gustó especialmente, estaba basado en un relato de un tal Henry Kuttner, nombre desconocido para mí, así que me puse manos a la obra buscando ese autor.
 Bien, resulta que el tal Kuttner fue un escritor americano de la primera mitad del siglo XX (en realidad falleció prematuramente -a sus cuarenta y dos años- en 1958) del famoso ámbito "pulp", ya se sabe esas revistas para adolescentes y jóvenes que publicaban relatos (y alguna novela por entregas) de ciencia ficción y terror. En esas revistas "pulp" se estrenaron autores admirados a posteriori como H.P. Lovecraft, Isaac Asimov, Joseph Conrad, Jack London o H.G. Wells. Parece que esas revistas de baja calidad sirvieron de aprendizaje a los que ya pudieron publicar con métodos más ortodoxos (no todos, Lovecraft apenas pudo publicar y casi siempre recurrió a este tipo de revistas). En fin, Henry Kuttner tiene muy poca obra traducida al español, y menos recientemente. Conseguí el ejemplar cuya portada y contraportada escaneo, en una biblioteca pública, y parece que es muy poco más lo que se publicó en nuestro país, algo un tanto triste para un autor muy prolífico.
 Mutante no es tanto una novela sino la unión de cinco relatos, formato quizá obligado por la publicación en revistas semanales o quincenales. El argumento general está ambientado en un futuro distópico en el que, tras un apocalipsis nuclear (no se aclara si producto de una guerra o por accidente), han aparecido humanos con capacidad telepática. Éstos reciben el nombre de "calvos", pues la única seña de identidad externa es la ausencia absoluta de pelo en todo su cuerpo, y, aunque son una exigua minoría, sus capacidades de comunicación telepática los promociona socialmente. Como consecuencia, hay desconfianza generalizada entre los "no calvos" que llegan incluso a plantear un pogromo para eliminarlos; por su parte, un grupo extremistas de los "calvos", los "paranoides", planean un contraataque que denominan "Operación apocalipsis". En fin, que esa sociedad formada por los dos grupos confrontados tiene los días contados si no fuera por un grupo de telépatas moderados que quieren promover la paz e integración  total.
 La prosa de Kuttner es bastante cuidada y adjetivada, sin llegar a la afectación; para ser literatura de esas revistas "pulp" es una narrativa francamente potable. Me ha recordado sobremanera a Isaac Asimov, tanto por el argumento como por las detalladas descripciones de relaciones entre individuos que se hace en el libro. Y quizá este aspecto sea, además de su virtud, su peor defecto: la novela carece de ritmo. No quiero ser injusto con este casi desconocido autor, la novela está escrita concienzudamente y con mimo, pero son tan extensas las disquisiciones sobre las interacciones entre telépatas y no telépatas que, aparentemente, la acción no avanza. Por otro lado, al estar dividida en cinco partes (ya decía, probablemente por exigencias de publicación de las revistas) el autor repite en cada una de ellas la estructuración de la sociedad en los grupos susodichos de una forma tan exhaustiva que acaba haciéndose pesada. Sí hay acción (de hecho, todo acaba bien, sin graves enfrentamientos entre las dos partes y con visos de futuro pacífico) pero da la sensación de que los personajes están ensimismados en sus propias características hasta el punto de estar paralizados.

jueves, 27 de octubre de 2022

"Germinal", de Émile Zola.

  Tengo la percepción de que de forma progresiva se va abandonando la lectura de las grandes obras literarias de todos los tiempos. En una sociedad en la que falta tiempo, sobra miedo, falta reflexión y criterio propio, sobra adoctrinamiento y actitud borreguil, leer a Zola es una estupidez. Se considera que son lecturas del pasado, propias de tiempos remotos que nada tiene que ver con la actualidad... y se equivocan de lado a lado. Leer a Zola hoy es aprender Historia reciente que ha modelado nuestra sociedad, nuestras vidas. Germinal es, en concreto, un detallado y preciosista cuadro de una sociedad industrial (sí, de un sitio concreto, el norte de Francia, y en un tiempo concreto, finales del XIX, pero extrapolable a cualquier lugar y época) cegada por la producción sin sentido de riqueza, enfangada en las diferencias sociales que tarde o temprano acabarán en revolución sangrienta; pero, además, Zola lo pinta dibujando con esmero caracteres y personalidades de protagonistas que son tan redondos y verosímiles como si fueran de carne y hueso. Leer a Zola hoy es, en definitiva, una lección de humanidad, de comprensión del otro para que pueda existir un reparto de la riqueza equitativo que dé longevidad y sostenibilidad (palabra muy en boga hoy en día) a una sociedad, abocada al fracaso en caso contrario.
 Por cierto, por aquello de que olvidamos tan pronto lo que tiene poco más de un siglo, el título de la novela es, obviamente, un juego de palabras: se refiere al mes revolucionario Germinal (coincidente más o menos con el inicio de la primavera, el 21 de marzo) y a la semilla que germina en la sociedad con una fuerza imparable. Es, por tanto, sinónimo de inicio, principio, época de cambio que no tiene vuelta atrás.
 Argumento general de Germinal: A una zona minera del norte de Francia, cerca de Lille, llega Étienne Lantier, maquinista desempleado en busca de trabajo. Allí lo encontrará como auxiliar, empujando vagonetas en una mina de carbón. Sus compañeros y luego caseros serán los Maheu, familia por completo empleada en el mismo pozo. La dureza del trabajo y su constante peligro se combinan con sueldos de miseria que impiden llevar vidas dignas. Generación tras generación queda atrapada por la mina, que impide a sus trabajadores formarse y progresar, obligándolos a ser mineros sí o sí, matando sus expectativas de mejora; como consecuencia terrible, los días libres que tienen los mineros los dedican a emborracharse y  frecuentar burdeles, embruteciéndose más aún si cabe. A esa realidad espantosa no escapan ni los animales, especialmente los caballos de tiro, que son introducidos en las minas en cuanto llegan a un tamaño adulto y que no saldrán nunca de allí, de la perpetua oscuridad, trabajando, durmiendo, comiendo y excrementando a cientos de metros de profundidad. Temo parecer sensiblero y desconsiderado con el sufrimiento humano, pero me ha sido francamente difícil aguantar la descripción de la vida de los dos caballos de tiro, Batalla y Tormenta, en estas terribles circunstancias.
 Frente a esa realidad terrible está la de los burgueses, tanto los ingenieros de las minas como los capitalistas que compraron acciones cuando éstas valían poco y que ven cómo los réditos llegan sin esfuerzo. Son vidas regaladas, materialistas y superficiales, indiferentes al sufrimiento ajeno.
 Tal situación social no puede sino acabar en violencia, al menos de brazos caídos. Se declara una huelga en toda la región que pone al límite tanto a unos como a otros. Étienne Lantier se acaba convirtiendo en el líder, auxiliado por la autoridad moral de Toussaint Maheu. Precisamente este último morirá en un enfrentamiento con la policía, dejando al resto de la familia en una posición aterradora. La huelga se prolonga, llevando a la miseria a las familias mineras, tanto que acaban por deponer su actitud y volver al trabajo. Aunque, aparentemente, haya una derrota de los mineros, se palpa en el ambiente que nada ha sido en vano, que llegará el día que los derechos de los trabajadores sean respetados, que la semilla plantada germinará.
 En fin, una novela dura como pocas, pero dura sobre todo por su verosimilitud, su historicidad comprobable. La prosa de Zola ha sido siempre tomada por prototipo del Naturalismo, como tal no se oculta nada, todo, bonito o feo es mostrado al lector. El Naturalismo literario, hijo del Realismo, se enfrenta al Romanticismo y su visión deformada de la realidad. Así, Zola es casi un notario social de su época, que levanta acta de la realidad que lo rodea, pero de una forma desapasionada. En Germinal, el autor no toma partido claro por ninguna de las dos clases sociales enfrentadas: si muestra a los mineros como trabajadores incansables y sacrificados, también los muestra como borrachos pendencieros y embrutecidos, incapaces de todo lo que no sea visitar la taberna y el burdel; a los burgueses, grandes beneficiarios del sacrificio vital de los mineros, también los adorna con virtudes evidentes como el amor paterno-filial. No hay, por tanto, buenos ni malos, hay una humanidad emponzoñada en relaciones viciadas desde el principio, pues carecen de la empatía necesaria para respetarse y ayudarse mutuamente. Esto es interesante, pues hay que recordar que Zola fue muy activo en su posicionamiento sociopolítico, especialmente con el famoso Caso Dreyfuss; en todo caso, no tenía problema alguno para dejar clara públicamente su opinión frente a temas clave de aquella Francia de fin de siglo XIX; sin embargo, en el ámbito literario es todo más sutil, menos explícito, lo cual permite al lector sacar sus propias conclusiones.
 En definitiva, una gran novela, una de las más redondas que he leído, un verdadero tratado sociopolítico que es, a la vez, ameno y entretenido, lejos del panfleto o de la sensiblería, una lección de vida.

lunes, 17 de octubre de 2022

"Las moscas", ("Soledades", 1907), Antonio Machado.

  La belleza sin mácula de la poesía de Machado, su remembranza de la vida pasada a través de algo tan irrelevante como las moscas. Sensibilidad en grado sumo.

Vosotras las familiares,
inevitables, golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,

-que todo es volar-, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,

de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,

de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado

sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

                                                        Antonio Machado

"Brainstorm", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El primo Henry", de Anthony Trollope.

  Una de las últimas novelas del gran autor victoriano, fuera de las llamadas Crónicas de Barsetshire (las más exitosas, todas ellas ambientadas en la pequeña ciudad ficticia de Barchester) y de las Novelas de Palliser (sátiras inmisericordes de la nobleza y gobernanza británicas); de hecho, es una de sus últimas novelas, muy breve para un autor victoriano y de menor complejidad que las otras.
 Sin embargo contiene las características de Trollope: extensísima descripción psicológica de los personajes, sutil sátira (a veces, no tan sutil) de las costumbres sociales de la época, ritmo lento y sosegado... Lo que ocurre es que en nuestra época gustan más las novelas ambientadas en Barchester, que son mucho más complejas o las de Palliser por el morbo de ver las corruptelas políticas propias de la época victoriana (y de toda época, lamentablemente). En todo caso, a pesar de las escasas doscientas cincuenta páginas del texto (un relato largo para esta gente) se puede disfrutar suficientemente de la inmersión intelectual en un mundo ya desaparecido en lo externo, pero no en los sentimientos.
 Porque precisamente de eso, de sentimientos, va la novela. El argumento en sí es secundario cuando se tiene la capacidad de crear personajes como lo hace Anthony Trollope. Aquí el argumento gira en torno a la herencia de una casa solariega con varias fincas agrícolas añadidas que el anciano caballero Indefer Jones, cercana ya su muerte, tiene que dejar en testamento a una u otra persona. El anciano no tiene hijos, tan sólo un par de sobrinos (primos entre sí) que son como la noche y el día. Ella, Isabel Brodrick, estuvo sus últimos años a su lado, es impetuosa, terca como una mula, falta de empatía, trabajadora y materialista; él, Henry Jones, trabaja como oficinista en Londres, es introvertido, dubitativo, apocado y espiritual. Esas son las dos opciones. Indefer Jones prefiere nombrar heredera única a Isabel, pero también quiere cumplir con la tradición de hacer heredero al primogénito varón, tradición que trataba de evitar que las posesiones se fueran dividiendo y se perdieran con gente que tenían otros apellidos (como es el caso, Brodrick en lugar de Jones). El caso es que el viejo, con la cabeza no muy clara ya, redacta varios testamentos, anulando cada uno el anterior, claro, el último conocido respetando la primogenitura varonil, pero haciendo otro posterior privado nombrando a Isabel heredera universal. Este último testamento es conocido por la propia Isabel y un par de arrendatarios, pero no por el notario ni funcionario alguno del registro. Así, al morir Indefer Jones, entra en vigor el último testamento registrado, el que hacía heredero universal a Henry (el famoso "primo Henry") que se apresta a dejar su oficina y apartamento londinenses para ser dueño y señor de la finca solariega. Tanto Isabel como los arrendatarios saben que existe un testamento posterior que no llegó a ser registrando anulando el que ha sido ejecutado, por lo cual desprecian profundamente a Henry que, sabiendo dónde está oculto el mismo, no lo hace público.
 Ese es el argumento principal, ya digo, pero la novela, verdaderamente, empieza a partir de aquí, con una descripción psicológica extraordinaria de todos los remordimientos, sensaciones y pensamientos de Henry, que se debate entre callarse la localización del testamento de marras y quedarse con todo, o ser honradez y entregar al notario el testamento que lo perjudica.
 Dicen en la contraportada los de Editorial Belvedere que El primo Henry "se trata de un estudio de caracteres". No puedo estar más de acuerdo, porque aunque la personalidad de Jones, con sus dudas, sus angustias, sus remordimientos es la principal parte de ese estudio de caracteres, tampoco se puede dejar de lado la descripción de Indefer Jones, "ultraconservador", tradicionalista, huraño y desconfiado; así como la de Isabel, una mula con apariencia humana, con una sola cosa en mente; o los leguleyos, con su moral inicua, capaces de despellejar a quien sea por un plato de lentejas...
 Además de ese estudio de caracteres, también se satirizan o, al menos, se ponen en solfa, las tradiciones inmemoriales como la de la primogenitura varonil, lo que ocurre es que Trollope lo hace de forma sutil, para que el lector tome conciencia de ello debido a los problemas que su aplicación generan en la sociedad.
 De nuevo, Anthony Trollope, un francotirador de élite que ametralla su hipócrita sociedad con una pluma por rifle y tinta por balas.