En el narrativa de ciencia ficción hay desde hace varias décadas una feliz sinergia con el cine, de manera que lector y espectador (la misma persona, habitualmente) disfrutan de adaptaciones más o menos afortunadas pero que, en todo caso, unifican gustos. Hay, por demás, realizadores cinematográficos que parece que se hubieran especializado en adaptaciones de esta narrativa, uno de los más famosos es el mexicano Guillermo del Toro. Ya sea en cine "como Dios manda" o en las odiosas plataformas televisivas que han proliferado recientemente y se han colado de rondón en nuestras casas, del Toro ha demostrado fehacientemente su gran calidad como director y productor cinematográfico, pero, además, ha demostrado algo que gusta especialmente a un lector: su gran lealtad al original literario. Porque también hay grandes directores que tienen una visión demasiado personal de la novela o relato en cuestión, tanto que acaban por hacerlos irreconocibles; no, Guillermo del Toro es respetuoso con la obra, aunque, claro, le da su propio toque. Lo cierto es que en una de esas plataformas televisivas se incluyó recientemente una serie denominada El gabinete de curiosidades, en el que se adaptan varios relatos de distintos autores de narrativa de ciencia ficción y terror; entre ellos estaba uno que me gustó especialmente, estaba basado en un relato de un tal Henry Kuttner, nombre desconocido para mí, así que me puse manos a la obra buscando ese autor.
Bien, resulta que el tal Kuttner fue un escritor americano de la primera mitad del siglo XX (en realidad falleció prematuramente -a sus cuarenta y dos años- en 1958) del famoso ámbito "pulp", ya se sabe esas revistas para adolescentes y jóvenes que publicaban relatos (y alguna novela por entregas) de ciencia ficción y terror. En esas revistas "pulp" se estrenaron autores admirados a posteriori como H.P. Lovecraft, Isaac Asimov, Joseph Conrad, Jack London o H.G. Wells. Parece que esas revistas de baja calidad sirvieron de aprendizaje a los que ya pudieron publicar con métodos más ortodoxos (no todos, Lovecraft apenas pudo publicar y casi siempre recurrió a este tipo de revistas). En fin, Henry Kuttner tiene muy poca obra traducida al español, y menos recientemente. Conseguí el ejemplar cuya portada y contraportada escaneo, en una biblioteca pública, y parece que es muy poco más lo que se publicó en nuestro país, algo un tanto triste para un autor muy prolífico.
Mutante no es tanto una novela sino la unión de cinco relatos, formato quizá obligado por la publicación en revistas semanales o quincenales. El argumento general está ambientado en un futuro distópico en el que, tras un apocalipsis nuclear (no se aclara si producto de una guerra o por accidente), han aparecido humanos con capacidad telepática. Éstos reciben el nombre de "calvos", pues la única seña de identidad externa es la ausencia absoluta de pelo en todo su cuerpo, y, aunque son una exigua minoría, sus capacidades de comunicación telepática los promociona socialmente. Como consecuencia, hay desconfianza generalizada entre los "no calvos" que llegan incluso a plantear un pogromo para eliminarlos; por su parte, un grupo extremistas de los "calvos", los "paranoides", planean un contraataque que denominan "Operación apocalipsis". En fin, que esa sociedad formada por los dos grupos confrontados tiene los días contados si no fuera por un grupo de telépatas moderados que quieren promover la paz e integración total.
La prosa de Kuttner es bastante cuidada y adjetivada, sin llegar a la afectación; para ser literatura de esas revistas "pulp" es una narrativa francamente potable. Me ha recordado sobremanera a Isaac Asimov, tanto por el argumento como por las detalladas descripciones de relaciones entre individuos que se hace en el libro. Y quizá este aspecto sea, además de su virtud, su peor defecto: la novela carece de ritmo. No quiero ser injusto con este casi desconocido autor, la novela está escrita concienzudamente y con mimo, pero son tan extensas las disquisiciones sobre las interacciones entre telépatas y no telépatas que, aparentemente, la acción no avanza. Por otro lado, al estar dividida en cinco partes (ya decía, probablemente por exigencias de publicación de las revistas) el autor repite en cada una de ellas la estructuración de la sociedad en los grupos susodichos de una forma tan exhaustiva que acaba haciéndose pesada. Sí hay acción (de hecho, todo acaba bien, sin graves enfrentamientos entre las dos partes y con visos de futuro pacífico) pero da la sensación de que los personajes están ensimismados en sus propias características hasta el punto de estar paralizados.
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