Tercera novela que leo de este autor británico que tiene, al parecer, un gran éxito de público y crítica en el ámbito anglosajón. Las otras dos novelas tenían que ver con la enfermedad mental. El tal McGrath fue, según su biografía, hijo de un director de centro psiquiátrico cuando, allá por los años cincuenta, las familias de los trabajadores habitaban viviendas dentro del recinto del sanatorio; así, el niño Patrick convivió con esos internos, quedando fascinado por su comportamiento. Como consecuencia, el adulto McGrath se "especializó" en novelas cuyos protagonistas eran enfermos mentales que interpretaban la realidad con una deformación evidente; lo bueno de este autor es que el lector no se daba cuenta de esa deformación hasta el final, mantenía una intriga notable ocultándolo todo bajo ese manto psicopatológico. El resultado era muy atractivo, original, novedoso; conseguía enganchar hasta el giro final que lo aclaraba todo. Bien, temo que esta novela, La encargada de vestuario, mucho más reciente, no tiene ese componente propio, lo cual la convierte en algo más vulgar.
Esta novela, en cambio, está ambientada en el mundo del teatro (del cual el autor también es deudor, en este caso por vía conyugal, según admite en los agradecimientos), ya que los protagonistas son actores o trabajadores del teatro en el West End londinense. Todo gira en torno a la representación de Noche de Reyes de Shakespeare en una época turbulenta para toda Europa: la posguerra, tiempos complicados incluso para los países que ganaron la contienda. En la Europa continental el nacionalsocialismo y, parcialmente, el fascismo han sido derrotados, pero no en Reino Unido, donde los acólitos de Oswald Mosley y su Unión de Fascistas Británicos siguen acogotando a las amplias minorías (valga el oxímoron) de judíos centroeuropeos refugiados en Londres. Entre esos refugiados judíos están los personajes principales de la novela, los cuales se infiltran en el partido fascista para poder boicotearlo; de por medio también hay tórridos romances entre actores de medio pelo y la encargada de vestuario.
Es, como dice la contraportada, un "thriller", pero lo de "psicológico con tintes góticos" no lo he encontrado por ningún lado; de hecho precisamente es más plana y previsible que las otras de este autor. En fin, la novela no está mal, pero, como antes decía, pierde esa originalidad de las otras novelas de McGrath. Tiene una prosa rápida pero suficientemente cuidada, eso sí, que se agradece en estos tiempos de escritores advenedizos.