En este volumen se editan diez relatos, entre los que se incluye el que da nombre, que no el mejor, al menos a mi parecer. Tampoco son todos de ciencia ficción, y los que lo son, lo son de forma muy variada: algunos reinterpretan al inmortal H. G. Wells, otros son futuristas, y algunos exploran el morbo del asesinato como si fuera un arte.
Brian Aldiss fue, que duda cabe, uno de los grandes de la ciencia ficción; tal vez no esté al nivel de Tolkien, Lovecraft, H. G. Wells o Arthur Machen, pero sí es uno de los mejores de la segunda mitad del siglo XX. Porque, en realidad, la llamada "ciencia ficción" no es sino un subgénero de la literatura fantástica, que tuvo un enorme desarrollo en la narrativa anglosajona de ambos lados del Atlántico en el siglo XIX. Después de la Segunda Guerra Mundial todo fue cuesta abajo: desaparecieron los grandes autores y las novelas más memorables. Probablemente los lectores occidentales habían sufrido mucho en las dos contiendas globales y las crisis intermedias como para interesarse por historias fantásticas. Tan solo el imparable avance de la tecnología espacial dio alas a autores tan respetables como Isaac Asimov o los hermanos Strugatski.
El relato que da título al volumen es una versión de La guerra de los mundos de Wells, aunque también pudo estar influenciada por El color venido del espacio exterior de Lovecraft. El texto está poblado por extraterrestres carnívoros que aterrizan en nuestro planeta como quien entra en una hamburguesería, listos a licuar a los humanos para dar buena cuenta de ellos.
Peligro, religión es un original relato de viajes temporales con universos paralelos en los que Gran Bretaña unas veces está bajo una dictadura comunista, en otros casos es un tiranía teocrática, en otros ha sido esclavizada por China... El resultado es brillante e imaginativo.
En otros cuentos, como anticipaba, se explora el extraño morbo de un asesino que toma su "afición" como un delicado arte al que dedicar todas sus energías y talentos. Pese a todo, contiene una cierta elegancia que redunda en esa sensación morbosa.
En fin, diez relatos de diversa calidad y longitud: algunos, perfectamente olvidables; otros, imaginativos y brillantes. Una buena opción para soportar la canícula.
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