Consideran a Thackeray como el "segundo mejor escritor de la época victoriana", como si se tratase de una competición. Pero si se considera así es porque la novela que he acabado de leer es una de las más analizadas en estudios de Humanidades en los países anglosajones, no tanto por su argumento como por sus temas y, sobre todo, por su estilo, verdaderamente paradigma de calidad excelsa. Y, a decir verdad, la comparación con Dickens se me antoja forzada, únicamente defendible por cuestiones temporales (contemporáneos hasta parecer casi gemelos); pues Dickens tenía un pronto sentimental más marcado, era un escritor prejuicioso (benditos prejuicios, por cierto, que comparto casi en su totalidad), mientras que Thackeray hace gala de un realismo intelectual más puro, protegido, eso sí, por el sarcasmo y la ironía. Exagerándolo un poco, cabría decir que muchas novelas "dickensianas" tienen un sesgo ideológico que parece propio de un propagandista (defensa de los pobres, siempre honrados y trabajadores, ataque a los ricos, siempre avaros y mezquinos); mientras que en Thackeray encontramos un desapego por el individuo, no toma partido, digamos, por nadie. De hecho, al leer Barry Lyndon no he podido dejar de recordar La vida y opiniones del caballero Tristam Shandy de Laurence Sterne, principalmente porque al igual que la de Thackeray tiene más de novela picaresca que de otra cosa, poniendo en solfa mediante el más sutil sarcasmo la apariencia de caballerosidad y nobleza en un tipejo de la más baja estofa; es decir, un espejo de la sociedad humana, cuyos más altos dignatarios son, en realidad, los más despreciables inmorales de todos.
El argumento de Barry Lyndon es la autobiografía de un rufián, ludópata, misógino y pendenciero que se tiene a sí mismo por un caballero honrado, buen pagador, defensor de las damas y pacifista. Vamos, un auténtico caradura. Se considera descendiente de "los antiguos reyes de Irlanda", si es que estos existieron alguna vez, y todos sus esfuerzos vitales están orientados hacia la consecución de una fortuna que le permita vivir como "alguien de su alcurnia merece". Para enriquecerse se une al ejército de Su Majestad (británica, claro, puesto que Irlanda en aquel entonces pertenecía al Reino Unido) en la Guerra de los Siete Años (1753-1763) donde destacará como camorrista indómito que no duda en cambiar de bando por conseguir una pequeña prebenda; después trata de lucrarse con los naipes, siendo un fullero incapaz de aceptar la derrota, acabando en el atraco y robo si se tercia; finalmente trepará socialmente buscando un matrimonio ventajoso con una rica viuda (la condesa Lyndon) por la que cambiará su nombre de Redmond Barry a Barry Lyndon. A esta pobre mujer y a su hijastro les dará una mala vida de violencia física y verbal que sólo un patán como él es capaz de generar. Con este casamiento conseguirá riquezas que le abrirán las más altas puertas, llegando a recibir un escaño en el Parlamento. Pero, cual si la vida fuera la elipse descrita por un bumerán, el maltrato de Lyndon a su esposa acabará por mandarlo de nuevo al arroyo, siendo desposeído de su título, su riqueza y su castillo, acabando sus días en una cárcel, mísero y alcoholizado.
Y los temas, pues lo que antes apunté: ironía de las aspiraciones y anhelos humanos, sarcasmo de la apariencia de respetabilidad de los más destacados miembros de nuestra sociedad, burla de los supuestos principios morales de la misma... Por eso es una novela picaresca. Con todo, la ironía no es tan palmaria como en el Lazarillo de Tormes, por ejemplo, donde se mofa de la hipocresía social del momento (y de siempre) con unas pullas evidentes y sangrantes, no, en La suerte de Barry Lyndon es todo más sutil (más anglosajón, quizá), cualquier lector medianamente formado detecta la sátira de un tipejo soberbio, fanfarrón y vanidoso que pretende pasar por ser lo contrario. Y con respecto al estilo literario, aquí todo ya es sublime. Antes decía que Barry Lyndon es obra de análisis obligado en cualquier estudio superior de Humanidades en el ámbito anglosajón. La meticulosidad de las descripciones hace de la novela una referencia inolvidable de la imperfecta naturaleza humana, capaz de todos los vicios y siempre aspirante a la máxima virtud; la psicología del personaje es tan redonda que uno cree conocer personalmente a Barry Lyndon, sobre todo por su evolución en el tiempo, pues la autobiografía abarca desde su adolescencia hasta la muerte en la vejez, pasando por toda clase de vicisitudes y evolucionando como individuo con cada una de ellas.
Es una "novela global", tanto como lo puede ser el Quijote u Oliver Twist, pues aun teniendo unas coordenadas espaciotemporales bien definidas, es extrapolable a cualquier época y cualquier lugar en el que lata un corazón humano. Una gran novela, un enorme disfrute para el lector avezado.