Concierto del día 20 de marzo, la OSCYL dirigida por Alexander Liebreich, con la pareja (musical y conyugal) del violinista Pinchas Zukerman y la violonchelista Amanda Forsyth. Un lujo contar con ese director y esos solistas a orillas del Pisuerga, la verdad.
La elección de los autores, de nuevo buscando que sea contrastante, es oportuna: Mozart y Richard Strauss. Sin embargo, hay puntos de unión entre ambos, algo que se ha buscado expresamente, de forma acertada. Y aquí, de nuevo, a riesgo de hacerme pesado por repetitivo, traeré a colación la fértil relación entre literatura y música culta. Porque la elección de la Obertura de Don Giovanni de Mozart y la pieza completa de Don Quixote, de Strauss tienen en común, claro, la musicalización de obras literarias que, en buena medida, tienen mucho de arquetipos, Don Juan y Don Quijote.
El Don Giovanni de Mozart musicaliza ese personaje que levantaba en un pasado admiración y rechazo a partes iguales. Digo "levantaba" porque hoy en día, mucho me temo, la mayor parte de la sociedad no conoce el mito de ese vividor, seductor de mujeres que, en realidad, lo único que hacía era desafiar a la muerte, fin obligado de todo ser humano. Recordemos que el mito de Don Juan fue tomado por muchos escritores, dándole distintas coyunturas sociales e históricas, adaptándolo, digamos, a sus tiempos; injusto sería si no recordara aquí que una de las mejores adaptaciones fue la de José Zorrilla, natural de la ciudad en la que habito y en la que tuvo lugar este concierto. Bien, Mozart, en su genialidad, da al personaje principal un toque tragicómico muy adecuado que escenifica esas ansias de vivir que siempre han de cortar la muerte.
El Don Quixote de Richard Strauss se fija en nuestro arquetipo universal, arquetipo que, sin embargo, ha ido cambiando con el paso de los siglos. Cervantes lo creó como pura burla del enajenado por la lectura, alguien de quien mofarse por simple diversión; a partir del siglo XIX, con el Romanticismo, se reinterpretó la figura de don Quijote, siendo admirado por su idealismo sin apego ninguno a la realidad, un alma pura que no encaja en este corrupto mundo humano, alguien a quien admirar por estar por encima, moralmente hablando, de toda la ralea de "pequeños triunfadores" que lo acompañan en su existencia. Bueno, pues Strauss adapta esta última versión, otorgándole una visión romántica. La identificación de Quijote con el violonchelo, mientras que Sancho, con su bonancible campechanía, será interpretado por la tuba hace de esta obra, con algunos movimientos ásperos, para qué ocultarlo, una gran pieza, sin embargo.
Y entre medias de esas dos obras, el Concierto para violín y orquesta, número 5 de Mozart, con su belleza inabarcable. La extraordinaria interpretación de Pinchas Zukerman deja al público al borde de sus asientos, debatiéndose entre el sentimiento de asistir a lo sublime en apenas cuatro cuerdas y un arco, y la rotundidad orquestal que siempre aporta Mozart.
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