Es claro que los archiconocidos cuentos tradicionales centroeuropeos no tenían afán formativo ni lúdico, sino el de amedrentar a los niños para que se portaran bien, fueran obedientes, no frecuentaran malas compañías, etcétera. Lo que ocurre es que a las últimas generaciones nos han llegado tras un doble filtro que ha dulcificado y tergiversado sus finales, haciendo de ellos relatos mucho más comerciales y vendibles para público que ya no necesitaba las advertencias que daban. Porque los cuentos se crearon, probablemente, en la Baja Edad Media o principios de la Edad Moderna, cuando la vida, especialmente en el medio rural, era mucho más dura de lo que sería siglos después y no era extraño que los niños desaparecieran para no volver a aparecer jamás, por ejemplo. Es sabido que los que pasaron de la tradición oral al negro sobre blanco fueron los hermanos Grimm en Alemania y Charles Perrault en Francia (cronológicamente, en orden inverso de como los he citado). Éstos ya moderaron notablemente los finales de los cuentos, quizá, como dije antes, porque en su época la cosa no estaba tan mal como cuando se crearon y ya no era necesario meter tanto miedo a los niños, quizá porque fueran más rentables para la editorial de la época. Pero lo cierto es que los cuentos tradicionales centroeuropeos sufrieron una mayor modificación en el sentido de hacerlos menos duros, más pasables cuando fueron adaptados al cine, especialmente por un empresario, creador de un verdadero emporio cinematográfico llamado Walt Disney. Sí, así es, cuando los niños veían, desde los años cuarenta del pasado siglo, las adaptaciones de esos cuentos al cine no veían el peligro que se les quería anunciar, no había moraleja. Sí, es verdad que había "malos y buenos", pero éstos se salían siempre con la suya mientras que aquéllos salían escaldados. Cuando esos niños crecían, recurrían (los que tenían una cierta inquietud cultural, claro) a las versiones de Perrault y de los Grimm encontraban un final más acerbo y despiadado, pero de todos es conocido que los originales de la tradición oral eran mucho más duros aún. Bueno, pues la recopilación de relatos fantásticos de terror que comento va en el sentido contrario de lo que pasó en los últimos siglos: a partir de esos cuentos tradicionales, un grupo de reconocidos escritores de fantasía y terror los retuerce para sacar un final más sangriento y terrorífico, lejos ya de cualquier moraleja posible.
Algunos de ellos son muy conocidos para los amantes del subgénero narrativo, como Neil Gaiman, quien inicia la lista en la misma portada; Joe Hill, hijo del afamado Stephen King; Mike Carey, notable entre los lectores de cómics; o Laura Purcell. Todos ellos, claro, anglófonos, toda vez que el inglés se impuso a partir del llamado Romanticismo Literario (lo que ellos llamaron "Literatura Victoriana) como lengua principal para este tipo de narrativa. La mayor parte de ellos han trabajado como guionistas para distintas plataformas de entretenimiento, bien adaptando obras propias o haciendo aceptables por el séptimo arte, así que los de la editorial no debieron dudar mucho cuando buscaron relatos para una antología de terror.
En el volumen encontramos a una niña vampira que devora a su propio padre en "Snow, Glass, Apples", de Gaiman, evidentemente la inversión de Blancanieves (que siempre fue analizado como el afán de un padre de que su hija no llegara a la pubertad -simbolizando el pinchazo con la aguja y el sangrado con la primera menstruación-), precisamente cuando la niña llega a los doce años. En "The Red Shoes", A. C. Wise adapta Las zapatillas rojas de Hans Christian Andersen, en la que una niña pobre tiene como toda herencia unas zapatillas rojas, que elige para calzar los principales días de su vida (Primera Comunión y Confirmación), hasta que descubre que están embrujados; los zapatos la hacen caminar a toda velocidad por bosques y pueblos, hasta que, arrepentida, pide perdón a Dios por su vanidad. Bueno, pues Wise va más allá y les otorga a las zapatillas vida propia, haciendo que la niña baile sin poder evitarlo hasta su muerte. "Wake", de Laura Purcell es la reinterpretación de La bella durmiente, continuando el cuento donde éste acaba, llegando la princesa a ser reina, dándole ahora un tono tétrico, muy alejado del dulce final del cuento recopilado por los Grimm
Son modificaciones interesantes, muy diferentes de calidad, que aprovecha la creatividad del escritor en textos ya clásicos, una forma más de crear literatura.
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