martes, 30 de marzo de 2021

"Historia de una escalera", de Buero Vallejo.

  Aunque, lamentablemente, sólo soy capaz de leer en lengua extranjera en inglés obras de renombre, me jacto vanamente de haber catado y catar con regularidad la literatura de todas las lenguas y culturas, para ello, obviamente, he de recurrir a los traductores, malhadada tribu que subvierte demasiado a menudo los textos con los que trabaja. Pero, aun así, al menos de lenguas europeas, me siento razonablemente satisfecho de ser omnívoro; no tanto por afán de ilustración, sino de evasión. Porque, sí, para que ocultarlo, leer a autores de lenguas y culturas ajenas es emprender una suerte de viaje mental que lo aleja a uno de la asfixiante cotidianeidad que lo subyuga. Pero claro, hete aquí que leo a uno de los clásicos del teatro español del siglo XX, Antonio Buero Vallejo (por cierto, muchos sesudos académicos lo siguen incluyendo en el Simbolismo, que me expliquen que narices tiene de simbolista Historia de una escalera, ejemplo perfecto de realismo social, pero bueno...), pues eso, que leo a Buero Vallejo, tipo nacido en Guadalajara pero criado en Madrid, en puro casticismo de esta ciudad, pergeñando personajes y ambientes típicos de la capital ("Costumbrismo", lo llaman los sesudos), y no puedo por menos pensar que no es que no haya viajado, es que me he metido de nuevo en mi propia familia, los que viven y los que ya han pasado, me he metido en sus costumbres, sus hábitos, sus mezquindades... ¡Buff! Tengo que buscar narrativa de Extremo Oriente una vez más...
  Porque, vamos a ver, la obra es una crítica social a la pequeñez de los habitantes de un bloque de pisos de cualquier ciudad, pero, utilizando el lenguaje popular como lo usa Buero, sólo tengo que cerrar los ojos para imaginar a mis abuelos, mis padres o mis tíos en EXÁCTAMENTE la misma situación, con ilusiones fracasadas que devienen en rencores y resentimientos de por vida, mientras ésta, la vida, se les escapa como arena entre los dedos. Apenas hora y media de lectura, pero me ha costado Dios y ayuda terminarla... No porque no me gustara o porque fuera ardua, ni mucho menos, sino por lo hirientemente cercana que lo he sentido.
 Grosso modo, se trata de un drama en tres actos ambientado en una casa de vecindad de una ciudad innominada (como antes decía, los modismos de los personajes son del habla popular de Madrid a mitad del siglo XX). En esa escalera, dos personajes principales, Fernando y Urbano, jóvenes en un principio, hacen proyectos de vida, proyectos muy diferentes entre sí pero que tienen en común la huida de ese vecindario, cada uno con su respectiva enamorada. En el tercer acto los encontramos ya talluditos, con sus ilusiones fracasadas, viviendo en la misma escalera, casados con sus parejas contrarias y con hijos "en edad de merecer". Merecer una h*stia, porque resulta que se emparejan entre ellos y, ante el horror de los padres, se aprestan a vivir la misma vida mezquina y sin futuro que ellos mismos han vivido.
 Es una historia de pobreza material, pero mucho más de pobreza moral. Pero, tal cual yo lo veo, la miseria moral viene de juzgarse unos a otros con una dureza sólo equiparable, por contraste, a la displicencia con la que se juzgan a sí mismos. ¡Esa es la inmoralidad de los personajes! Tratan de elevarse un milímetro por encima del otro para poder criticarlo. Son insectos humanos emponzoñados por la envidia que viven en el sucio hormiguero que es esa escalera.
 O sea, que se repite el ciclo como una maldición insoslayable. Buero es muy explícito, haciendo decir lo mismo a dos personajes distantes treinta años en el tiempo, a Fernando y a su hijo, también Fernando, a cuenta de las ilusiones futuras. Yo prefiero copiar dos fragmentos, uno del primer acto y otro del tercero, que pone en evidencia este círculo vicioso en el que están inmersos los personajes:
 De Fernando a Urbano, en el primer acto: Y mañana, o dentro de diez años que pueden pasar como han pasado los últimos..., ¡sería terrible vivir así! Subiendo y bajando la escalera, una escalera que no conduce a ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo..., perdiendo día tras día...
 De Fernando (hijo) a Carmina (hija): Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo y bajando esta escalera... Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares.

domingo, 28 de marzo de 2021

"Names for my Novel", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid, 2021.

  Pocas casetas, poca gente, mucho control... pero bueno, tal y como están las cosas no deja de ser una buena señal para luchar contra la destrucción social. Eso habrá que reivindicar, que podemos leer y que leer nos hace libres... libres de liderazgos estúpidos, libres de convencionalismos, libres de sostener a una sociedad inútil, libres...

martes, 23 de marzo de 2021

"Historia de dos ciudades", de Charles Dickens.

 Novela dickensiana a más no poder: relato histórico en el que se producen grandes cambios socioeconómicos, la Revolución Francesa; acerba crítica social de las desigualdades, en este caso del Antiguo Régimen, pero también del periodo posrevolucionario, el llamado Reinado del Terror; personajes arquetípicos que, aún en su extraordinaria redondez, son casi caricaturas; relato dramático no exento de toques irónicos que hacen soportable la crítica; o el carácter moralista e idealista del escritor que juzga con mano de hierro los desmanes humanos. Esas características, y alguna más, cocinadas a fuego lento y con el talento de un Charles Dickens consiguen hacer de la literatura, como dijo alguien, el placer más gozoso que se puede hacer vestido...
 Pues sí, Historia de dos ciudades, es otra de las novelas redondas de Dickens, un prodigio de narrativa serena y profunda, pero a la vez amena y entretenida. El inicio (ya puse el primer párrafo en otra entrada de este blog) tiene un lirismo propio de prosa poética, mucho más de lo que es habitual en el inglés, que tiene una prosa menos rimbombante, es algo que choca, pero luego vuelve a la narración más llana, más suya.
 El argumento es sencillo, pero a la vez enrevesado. Dickens pergeña la novela a camino entre Londres y París, con personajes franceses, los Manette y Charles Darnay, que tienen relaciones financieras con el Banco Tellson de Londres y, a través de éste, con otros ciudadanos ingleses. Los primeros en ser presentados son Lucie Manette y su padre, encarcelado por el Antiguo Régimen en Francia, que, gracias al banquero Lorry, consigue ser librado de La Bastilla. Paralelamente, en Londres se da otro juicio en el que Charles Darnay es acusado injustamente de espiar a favor de su país; aquí, gracias a un personaje secundario que irá creciendo conforme avanza la novela (Sydney Carton), conseguirá eludir la presión. Finalmente, Lucie Manette y Charles Darnay se casarán y tendrán dos criaturas, una de escasa vida. Darnay, a requerimiento de un amigo, Gabelle, acude a París; pero toda Francia, tras la Toma de la Bastilla, es puro frenesí revolucionario y Darnay es detenido como aristócrata y condenado a muerte. Por último, el reo conseguirá salvar su cabeza gracias al sacrificio supremo de ese personaje secundario, Carton, que intercambiará sus papeles en prisión.
 Ese es, grosso modo, el argumento, pero Dickens lo enriquece con un montón de personajes secundarios que, como antes decía son verdaderos arquetipos. Como Monseigneur, arquetipo de una nobleza autista, incapaz de empatizar con el pueblo hambriento si no es para aprovecharse de él; o como la señora Defarge, arquetipo del pueblo vengativo y resentido que, aunque pleno de derecho de resarcimiento, lo pierde al confundir justicia con venganza. Esos personajes y otros muchos no son imprescindibles para explicar el argumento, pero permiten entenderlo plenamente y le da una verosimilitud al relato que pocos escritores son capaces de conseguir. 

 Hablaba antes del Dickens moralista, y es algo que se nota en toda la novela. No es un narrador indiferente sino plenamente involucrado en el bienestar de los personajes. Lo hace de forma directa cuando critica abiertamente situaciones sociales desfavorables para la mayoría social, e indirectamente creando personajes detestables y llenos de vicios para orientar al lector en el mismo sentido. Así, no deja títere con cabeza al censurar al Antiguo Régimen y la terrible sociedad dicotomizada que genera, apostando sin lugar a dudas por la Revolución Francesa como un avance necesario para la humanidad. Luego, sin embargo, reprueba ferozmente la deriva vengativa que toma al mostrar pantomimas de juicios en los que se acaba condenando sin pruebas a la decapitación, todo por un tribunal de borrachos.
 Es ésta una novela de una profundidad psicológica sin igual, capaz de mover el corazón del lector más impertérrito, pero sin caer en sentimentalismo alguno, entretejiendo pequeñas vidas en los acontecimientos históricos más señeros. Algo, evidentemente, al alcance de muy pocos.

jueves, 18 de marzo de 2021

Mateo, 23, 1-36. Denuncia de los maestros de la ley y fariseos hipócritas. Hoy, no sólo líderes religiosos, también líderes políticos y sociales.

 Mt23 1 Entonces Jesús habló a la gente y a sus discípulos, 2 diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: 3 haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. 4 Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.  5 Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; 6 les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; 7 que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame rabbí. 8 Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. 10 No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. 11 El primero entre vosotros será vuestro servidor. 12 El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
 13 «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! 17 ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? 18 O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? 20 Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; 21 quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; 22 y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. 24 ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! 26 ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro y así quedará limpia también por fuera. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; 28 lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, 30 diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”! 31 Con esto atestiguáis en vuestra contra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. 32 ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna? 34 Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad. 35 Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el santuario y el altar. 36 En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación». 

sábado, 13 de marzo de 2021

"Historia de dos ciudades", Dickens. Semejanzas con estos tiempos... y todos los tiempos.

  Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Lo poseíamos todo, pero no teníamos nada; caminábamos directamente hacia el cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.

lunes, 8 de marzo de 2021

"El cazador de sueños", de Stephen King.

  Creo que me pasa en todos los ámbitos de la vida: antes de hacer algo, leer un libro, ver una película, visitar una ciudad... me hago un juicio a priori de lo que voy a ver. Pero un juicio duro como pocos... quizá como me juzgaron y me enseñaron a juzgar los que me educaron. Lo cierto es que no soy capaz de aplicar colores intermedios, todo es blanco o negro. Aplicado a la literatura: o espero leer una obra maestra que cambie mi vida o una simple novelilla para pasar el rato. ¡Claro, así luego me decepciono o sorprendo! Cuando espero leer a un maestro universal tiendo a buscar defectos... y los encuentro, al fin y al cabo eran seres humanos; eso me pasa leyendo a Dickens, Dostoievsky, Tolstoi, Henry James y demás gigantes de la literatura elevados al Parnaso cultural desde hace más de un siglo; como consecuencia, me siento un tanto decepcionado al no encontrar la excelencia inmaculada que esperaba. Y por otro lado, cuando leo a autores contemporáneos, todavía en proceso de formación (como se encuentra todo ser humano inteligente hasta el momento de su muerte, aunque ésta sea a los cien años) tiendo a ser benevolente e incluso despectivo, así me acabo sorprendiendo de que estos tipos de ahora sean capaces de escribir casi sin faltas de ortografía o puntuación. Esto último me pasa con Stephen King, al cual, prejuicioso yo, tildo de autor menor contemporáneo, autor de "poca chicha", para pasar el rato... Y me vuelvo a confundir.
 Mis prejuicios perjudican mi capacidad crítica. Pero temo no ser el único. Es más, siento que no ha existido un ser humano desde Adán y Eva (si es que existió esa pareja de hippies que vivía en un jardín y hablaba con serpientes) que no prejuzgue. Dicen los listos que prejuzgar es una forma de anticiparnos a lo que podamos encontrarnos (claro, manda c*j*nes la obviedad), es decir, que automáticamente prejuzgamos porque necesitamos saber a qué nos enfrentamos y actuar de forma rápida para salvar nuestra vida. Por ejemplo, que si yo soy un tío como Adán, con mi hojita de parra tapándome las vergüenzas, ahí mordisqueando manzanas y matando algún bicho que otro para hacerme unas chuletillas, tengo que saber a toda h*stia si el bicho que tengo delante sirve para lo de las chuletillas o tengo que salir corriendo porque me va a comer él a mí, y todo en cuestión de décimas de segundo en función de que el bicho sea peludito, blanco y no pare de balar, o sea grande, a rayas amarillas y negras y no pare de rugir... Bueno, ahora ya no voy con hoja de parra (no por mi gusto, desde luego) y las chuletillas las compro en el M*rcad*na, pero sigo manteniendo ese instinto animal que me obliga a hacerme una idea a toda velocidad sobre que voy a encontrarme... también cuando leo. Y así es, queridos niños, como los prejuicios funcionan.

 Bueno, simplificando, que cuando leo a Stephen King tiendo a pensar que es un autor bueno para pasar el rato, y me sorprendo de la calidad que tiene. Pienso, prejuicios aparte, que en esta ingrata sociedad humana, incapaz de decirle a alguien que verdaderamente es valioso (no sea que se lo crea... o que me reviente el bazo al hablar bien de alguien...), autores como Stephen King, que venden millones de libros en cada tirada (mira, me alegro, así podrá comprar un montón de chuletillas en el M*rcad*na que tenga al lado de su casa en Bangor, Maine, United States of America), pues eso, que ese tío, digo, será elevado a esos altares del Parnaso cultural y será, consecuentemente, estudiado por sesudos doctorandos en literatura universal. Lo cierto es que aunque a King se le considere un autor comercial (algunos dirán "si la envidia fuera tiña...") tiene algunas descripciones psicológicas de los personajes que ríase usted de don Fiódor Mijáilovich. Por otro lado, el hecho de que el americano haga referencias constantes a la llamada cultura popular (sus personajes tararean canciones de los Rolling Stones, recuerdan películas de Spielberg o novelas de Ray Bradbury) servirá en un futuro no muy lejano para que otros tipos sabihondos y empingorotados, también doctorandos, estudien las costumbres sociales del siglo XX y XXI, igual que hoy se estudian las costumbres sociales de la Inglaterra del XIX en las novelas de Dickens.
 En fin, que los prejuicios son muy malos pero nos han tenido vivos hasta la fecha (signifique eso lo que signifique y tenga el valor que tenga) y nos permiten actuar sin pensar para comernos al bichito blanco que no deja de balar, y huir del bicho grande a rayas amarillas y negras que no deja de rugir... ¿o era al revés?

jueves, 4 de marzo de 2021

Salmo 120. "Contra el calumniador". Actualizado a hoy: "Mass Media".

 En mi aflicción llamé al Señor,
 | y él me respondió. 
 2 Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, | de la lengua traidora.
  3 ¿Qué te va a dar o mandarte Dios, | lengua traidora?
  4 Flechas de arquero, | afiladas con ascuas de retama.
  5 ¡Ay de mí, desterrado en Masac, | acampado en Cadar!
  6 Demasiado llevo viviendo | con los que odian la paz
.  7 Cuando yo digo: «Paz», | ellos dicen: «Guerra». 

lunes, 1 de marzo de 2021

"Papá Puerco", por Terry Pratchett.

  Vigésima entrega de la serie del Mundodisco, la genial sátira de Pratchett sobre absolutamente todo lo concerniente al homo sapiens y la sociedad que ha creado. Ahora le toca el turno a las tradiciones sociales, familiares y religiosas (aunque las principales lo son todo a la vez), no en vano, el título en español hace referencia, obviamente, a Papá Noel. Pero, como siempre, Pratchett va mucho más allá para poner en solfa la razón última de estos bonitos cuentos infantiles que, como tantas mentiras humanas, se desmoronan al llegar a la adultez.
 En esencia, Papá Puerco es un remedo "mundodisquiano" de Papá Noel, esto es, un tipo risueño, gordo y barbudo que va dejando regalos para los niños en la Vigilia de los Puercos. El nombre hace referencia a los animales que tiran del trineo, que, en lugar de ser elegantes y estilizados renos son grasientos y gruñones verracos. Pues bien, Papá Puerco ha desaparecido (aquí he de hacer un inciso para corregir la traducción al español: en inglés se dice que Papá Puerco se ha ido -is gone-, con el sentido que tiene también de "ha muerto", así se deja abierta la posibilidad de que haya pasado una cosa u otra; en español se ha traducido como "ha muerto", con lo cual se rompe el doble sentido... las traducciones, ya se sabe...). Lo cierto es que el primero en detectarlo ha sido nada más y nada menos que La Muerte, y no se le ocurre nada mejor que sustituirlo personalmente.
 Solamente esta sustitución supone un filón de equívocos y situaciones hilarantes (como cuando, por ejemplo, La Muerte sustituye a Papá Puerco en el centro comercial más importante de Ankh-Morpork y comienza a sentar a pequeños niñitos en sus huesudas rodillas) para un genio de la ironía como Pratchett. Pero eso es muy poco para el bueno de Terry: aprovecha para destripar todas esas tradiciones, por ejemplo, la del Hada de los Dientes (en España, el Ratoncito Pérez) haciendo que la aparentemente inocente criatura angelical, toda alitas, resplandor y magia tenga montado un negocio con terceros, ya que gracias a los dientes de leche que consigue puede pervertir la voluntad de los niños (y de éstos cuando lleguen a adultos) para que se comporten de una forma determinada.
 Por otro lado, Susan Sto Helit, la nieta de La Muerte, con todo lo que eso significa... trata de investigar por qué su abuelo, alguien concentrado en cuerpo y alma (huesos y túnica, mejor) a su labor de segador de vidas para actuar de forma altruista sustituyendo al gordo barbudo. Para ello le ayudará el Oh dios de las resacas, la personificación de un dios fallido que tiene como toda característica sobrenatural sufrir las resacas y dolores de cabeza de todos aquellos que han bebido el día anterior.
 La Muerte, con barba postiza y un cojín debajo del abrigo rojo, tiene como ayudante a Albert, antiguo mago reconvertido en criado de la Parca. Albert está mucho más versado en comportamiento humano, ya que su amo se limita a segar las vidas, no a conocerlos; así, Albert se convierte en el guía que abre los ojos a La Muerte. Hasta tal punto es así, que muchas veces recuerdan a Scrooge y los espíritus de las distintas Navidades, del inmortal Cuento de Navidad de Dickens.
 En definitiva, otra historia inmortal de Pratchett, otra vuelta de tuerca de la sátira con la que el genial autor inglés nos abre los ojos a los convencionalismos y estupideces humanas... eso sí, de la mejor forma: con una sonrisa.

sábado, 27 de febrero de 2021

Inciso cinematográfico: "A Tale of Two Cities", dirigida en 1935 por Jack Conway.

  Hay clásicos literarios que se convierten en clásicos cinematográficos gracias, en primer lugar, a un escrupuloso respeto a la obra escrita; en segundo lugar, a un elenco actoral de primera categoría capaz de entender la esencia última de sus papeles; y, en tercer lugar, a una excelsa combinación de todos los oficios necesarios para sacar adelante una película: dirección, fotografía, producción, decorados, ambientación... Todos esos factores se dan en la adaptación cinematográfica de la novela de Dickens que se rodó en 1935, dejando una obra emblemática del séptimo arte a partir de uno de los mejores textos del genio inglés. Y no será porque haya tenido pocas adaptaciones al cine... nada menos que en siete ocasiones (en 1911, 1917, 1922, 1927, 1935, 1958 y 1980). Pero, claro, es que Historia de dos ciudades, la novela de Dickens, lo tiene todo: un pedazo de la Historia suficientemente lejana para que se pueda ver con cierta objetividad; y sentimientos universales y atemporales que afectan a todos los seres humanos, a saber, amor, egoísmo, venganza, perdón o entrega hasta el fin.
Imagen tomada del sitio filmaffinitty.com
 El argumento principal, bien conocido por todos, es la comparación (no siempre odiosa y, desde luego, nunca chovinista) entre la sociedad francesa y la inglesa en el albor de la Revolución Francesa. En ese contexto sociopolítico que cambió el mundo, la vida de un puñado de personas, algunos nobles, otros sirvientes, sociedad más injusta en el continente que en la isla. En París, con la desigualdad social brutal del Antiguo Régimen se gesta la sangrienta venganza que acabará en el Reinado del Terror que restó casi toda la justificación que tuvo la Revolución Francesa, revolución, sin la cual hoy el mundo no sería como es, para bien o para mal. El Terror impuesto por los sans-culottes acabó siendo una escabechina sin fundamento alguno en el que se guillotinaba por delaciones sin justificar. Eso es lo que acaba poniendo en negro sobre blanco Dickens, y nadie podrá decir que Dickens fue partidario de la aristocracia y sus privilegios; no sólo en esta novela, en toda su narrativa, Dickens (gran moralista) muestra a los ricos como gente animalizada y brutal, poseedores de todos los vicios de los que es capaz el ser humano, mientras que de la clase obrera siempre salía algún héroe, dechado de virtudes y ejemplo de perfección.
 Eso es la novela de Dickens. La adaptación de Conway es extremadamente fiel al texto (imposible mejorarlo, por otro lado) y es capaz de juntar todos los ingredientes que antes citaba (elenco, fotografía, ambientación, decorados...) para dejar una película a la misma altura que la novela. Cabría decir que Charles Dickens se hubiera sentido orgulloso de esta adaptación de su obra.
Imagen tomada del sitio classicsandcraziness.wordpress.com
 Del elenco actoral, el que está impresionante (como debe ser al ser el protagonista principal) es Ronald Colman en el papel de Sydney Carton, el abogado borrachín, con la autoestima por los suelos pero capaz de las mayores heroicidades que un hombre puede hacer, inteligente, cínico, sarcástico, desesperado del mundo y de la sociedad, pero enamoradizo e idealista. Colman consigue enamorar al espectador desde el principio, reuniendo todas las virtudes que Dickens había otorgado a Carton.  Gran actuación también de Blanche Yurka interpretando a Madame Defarge. En la novela, Defarge personaliza la brutalidad del Terror: partiendo de un terrible sufrimiento de años, el afán de justicia reparadora se acaba convirtiendo en sed de venganza ciega; en la película, Yurka consigue esa actitud y esa mirada fanática que sólo puede calmarse con el derramamiento de sangre... violencia que sólo generará más violencia...
 La ambientación y la fotografía es  más que aceptable, ya sea de interiores o de las multitudes tomando La Bastilla, teniendo en cuenta, sobre todo, que la peli es del 35.
 Repito aquello con lo que inicié esta entrada: una gran película para una excelente novela, el séptimo arte haciendo honor al cuarto.