Goza de tu vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida de vanidad que Dios te da bajo el sol, porque ésa es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol. Todo lo que está en tu mano hacer, hazlo mientras puedas; porque no hay ni obra, ni razón, ni ciencia, ni sabiduría en el abismo al que irás a parar.
martes, 27 de abril de 2021
Eclesiastés (Qohélet) 9, 9-10. (La esencia de la vida).
miércoles, 14 de abril de 2021
"¡Voto a bríos!", por Terry Pratchett.
Vigésimo primera entrega de esa genial parodia de la sociedad humana que es el Mundodisco. Esta vez toca poner en solfa la actividad más animalesca del ser humano (con perdón de los animales que nunca han practicado esta actividad): la guerra. No podía ser de otra manera, ahora Pratchett se mofa de esa actividad exclusivamente humana que nos relega al escalón más bajo de la escala filogenética; habiéndose reído de tantos defectos humanos (la soberbia, el engreimiento, el desprecio de los demás, la avaricia, la lujuria, la ira...) todas esas cosas que algunos llamaban "pecados capitales" y que, en realidad, son nuestra naturaleza animal sin el contrapeso de la moral, ahora le toca a la guerra. Y es que la guerra es producto de muchos de esos defectos y vicios. Por lo menos lo es de la soberbia, de la vanidad, del chovinismo, del nacionalismo exacerbado (si es que ha existido alguna vez un nacionalismo que no fuera exacerbado)... en fin, lo peorcito del género humano.
Todo, claro está, en el Mundodisco. Es decir, en ese mundo plano con forma de disco que reposa sobre los lomos de cuatro gigantescos elefantes que, a su vez, descansan sobre el caparazón de la tortuga cósmica, la Gran A'Tuin. De modo, que los dos contendientes de la estupidez bélica son la propia ciudad de Ankh-Morkpork y Klatch, un antiguo imperio desértico. Las analogías de Pratchett no son explicitadas, pero las semejanzas permiten inferir que Ankh-Morkpork representa a Occidente, con todos sus vicios de materialismo, individualismo feroz e indiferencia ante el prójimo; y Klatch representa al mundo islámico, con todos sus vicios de fanatismo religioso, colectivismo nacional feroz e indiferencia ante el prójimo. Estereotipos al fin, pero es que precisamente eso, los estereotipos son las razones que llevan a la guerra. El título original de la novela es Jingo!, vocablo que no está en nuestro diccionario, pero sí sus derivadas "jingoísmo" y "jingoísta", haciendo referencia al nacionalismo exacerbado y agresivo.
El argumento es, grosso modo, el siguiente: en la frontera marítima entre Ankh-Morkpork y Klatch surge de la noche a la mañana una isla. Es un territorio carente del más mínimo valor, pero los pescadores de uno y otro país lo reclaman simultáneamente. Poco después, los gobernantes de ambos lados, presionados por la opinión pública (aparentemente), comienzan a alimentar el ego colectivo que es el nacionalismo, haciendo que todos los instintos más tribales aparezcan en ese patrioterismo tan frecuente en las situaciones prebélicas. Así, todos los tejemanejes que se han visto a lo largo de la historia humana se suceden: fabricación de un casus belli a partir de pruebas inventadas cuando no con ataques de bandera falsa; búsqueda del chivo expiatorio (que, por supuesto, es el otro, el diferente) y su escarnio público; las guerras de religión por una nimia interpretación de un libro sagrado (que, por supuesto, oculta las ambiciones personales de poder de sus líderes); la reducción al estereotipo más grosero de toda una cultura y civilización; así como arrumbar a los líderes moderados y conciliadores para que los más malvados y perversos medren. En definitiva, ¡Voto a bríos! es una excelente novela antibelicista. Como siempre, Terry Pratchett, con su pantomima del Mundodisco, consigue poner en evidencia los males humanos. Nadie que haya leído este libro sería capaz (salvo que se sea de una maldad extrema, de una estupidez supina o de un interés inmoral) de justificar cualquier guerra. El inglés hace tan evidente el engaño colectivo de la guerra que no queda otro remedio que reírse... y huir de la estúpida sociedad humana...
domingo, 11 de abril de 2021
Inciso cinematográfico: "They Live", dirigida en 1988 por John Carpenter.
Esta película tuvo un pequeño éxito relativo allá por 1988, cuando se estrenó; tal vez más por el tema de ciencia ficción que por la crítica soterrada que se hacía a la sociedad del momento. Crítica soterrada que fue recuperada gracias al bueno de Slavoj Zizek en 2012. Y es que cuando un heterodoxo filósofo al que un astuto periodista clasificó como "el hombre más peligroso de Occidente" recupera en una de sus charlas una novela o, más frecuentemente, una película, éstas son lanzadas a la actualidad mundial. Porque, sí, hay que reconocerlo, Zizek tiene un cierto atractivo popular: un sesudo tipo con aspecto de colega de bar, con su inglés macarrónico y su comportamiento histriónico choca con la imagen estereotipada que tenemos de un intelectual. Sea como fuere el tal Zizek y con sus salidas de tono y otras veces que junta churras con merinas, lo cierto es que en la interpretación de esta película, They Live, no se equivocó en absoluto.
Imagen tomada del sitio www.avivametfest.info
Como decía, el argumento aparente es ciencia ficción. Es un argumento, la verdad, poco trabajado, sin brillantez, un tanto mediocre: se trata del presente (de entonces), con un personaje principal, John Nada (apellido en castellano en el original), que viaja a California en busca de trabajo. Lo consigue, aunque de forma muy precaria, en una construcción de obra civil, un trabajo no cualificado de pago semanal, que no le da para vivir en otro sitio que no sea un asentamiento chabolista. Allí, por casualidad, descubre que otros habitantes de ese asentamiento parece que están tramando algo ilegal, con reuniones subrepticias y gran sigilo. La policía, según parece, está al tanto e interviene en una de esas reuniones, desbaratándolo todo y arrestando a los cabecillas. El protagonista del film consigue ver, cuando la policía se ha ido, los panfletos que iban a distribuir, y unas cajas llenas de lo que parecen ser simples gafas de sol. Lo peculiar, sin embargo, es que esas gafas de sol no tienen nada de simples. Al contrario, son gafas que modifican lo que se está viendo y cambian la idílica visión de la sociedad de consumo estadounidense por otra francamente preocupante. Así, los típicos carteles publicitarios son sustituidos, cuando se mira con esas gafas, por grandes letreros que dicen : Obey (obedece), consume (consuma), watch T.V. (vea televisión) o no thought (sin pensamiento, no pienses) entre otros eslóganes de atontamiento general de la población; pero lo más sorprendente es que aquellos amables ciudadanos que, claramente, están por encima de la mayoría: policías, ejecutivos, hombres de negocio... son, con las gafas puestas, alienígenas de aspecto cadavérico. En fin, sorpresa mayúscula, cabe entenderlo. El bueno de John Nada contacta con aquellos a los que había visto reunirse junto al asentamiento chabolista para terminar descubriendo que los alienígenas se encuentran entre ellos, que dominan el planeta de forma encubierta y que pretenden explotarlo como una multinacional explota un país del Tercer Mundo (de hecho, un personaje acaba diciendo que para los alienígenas, el planeta Tierra es como el Tercer Mundo para Estados Unidos). Claro, los "resistentes" se organizan para luchar contra los extraterrestres y, con muchas bajas, consiguen derrotar la vía de atontamiento y dominio de los humanos: la televisión.
Imagen tomada del sitio www.donostiakultura.eus
Una lectura superficial de la película la dejaría en una mediocre película de ciencia ficción típica de aquellos años 80. Pero, hete aquí, que nuestro buen filósofo esloveno viene al rescate de la conciencia ciudadana para recordar que en aquellos años, con Ronald Reagan en la Casa Blanca, aplicando la forma más salvaje de desregulación liberal auspiciada por el gran gurú del liberalismo, Milton Friedman, el grado de dominio mental que las autoridades tenían sobre la ciudadanía a través de la imposición del consumismo como religión oficial, así como la manipulación periodística vía televisión, había convertido a los honrados ciudadanos americanos en auténticos borregos a la orden de una élite económica. Parece ser que John Carpenter y su productor, Larry J. Franco, nunca negaron tal extremo, e incluso sus trayectorias personales y profesionales indican que no iba mal encaminada esta interpretación más profunda de la cinta.
Al margen de la interpretación argumental, lo cierto es que la película tiene muchos defectos, sobre todo en el sentido de parecer de bajo presupuesto, lo cual compromete gravemente la credibilidad de la misma. Por otro lado, si dejamos de lado aquella interpretación, es necesario decir que es una película floja en cuanto a la inexistencia de argumentos secundarios, la poca redondez de los personajes y lo previsible del guion. En todo caso, a treinta y pocos años de su estreno, la película ha pasado ya a la historia como una crítica soterrada a la situación sociopolítica de los Estados Unidos de la época y del mundo en general.
miércoles, 7 de abril de 2021
Más aforismos de Hesse.
Los apotegmas de Hermann Hesse están muy bien, algunos son como un directo al mentón (o, como quien dice, a la conciencia): rápidos, duros e imparables. Pero luego sigues pensando sobre ellos y empiezas a encontrar fallos, o, mejor dicho, resquicios por donde introducir una palanca y hacer mella intelectual en ellos. Así se acaba por concluir que nada plenamente irrebatible.
Por otro lado, muchas sentencias están, claramente, sacadas de contexto. Como consecuencia, el mensaje completo está cercenado, cambiando parcial o incluso totalmente el sentido del mismo. Son como los titulares de los malintencionados periodistas, que son una simplificación, una alteración, pero en absoluto casual, sino dirigidas hacia un fin predeterminado y, muy frecuentemente, peligroso.
En fin, virtudes y defectos incluidos, sigo pensando que la mejor forma de hacer honor a los aforismos es ponerlos directamente. Aquí van unos cuantos:
"Campesinas ha habido que, poseyendo y conociendo sólo la Biblia, han leído y extraído de ella más ciencia, consuelo y alegría que la que jamás pueda sacar algún que otro millonario mimado de su valiosa biblioteca."
"Muchos consideran que es una vergüenza no conocer la última novela del autor de moda más reciente, mientras dejan durante toda su vida que los viejos "mamotretos" sigan siendo mamotretos, sin darse cuenta siquiera de que mucho de lo novísimo y preferido no es más que algo viejo recalentado a toda prisa y servido como nuevo."
"Una profesión es siempre una desgracia, una limitación y una resignación."
"Lo que necesita y exige nuestra época no es laboriosidad y espíritu de funcionario, sino personalidad, conciencia, responsabilidad. Intelecto, talento, hay de sobra."
"El enemigo más peligroso de la alegría es, sin duda, la excesiva valoración del minuto, la prisa como causa primordial de nuestra forma de vida. La consigna es: lo más posible y lo más aprisa posible. De lo cual resulta siempre cada vez más complacencia y menos alegría."
"Para vivir la felicidad es necesario ante todo desligarse del tiempo y, con ello, tanto del temor como de la esperanza, pero la mayoría de los hombres pierden esa capacidad con los años."
"La guerra la hacen gentes a las que es indiferente la vida de los demás. Hacen sus guerras con los bienes, la sangre y la vida de otros, y les importa un bledo lo que nosotros pensemos y lo que tengamos que sufrir."
"Uno se olvida de juzgar y criticar a los demás cuando está lleno de dudas sobre sí mismo."
"Todo individuo debe alguna vez dar el paso que le aleja de su padre, de sus maestros; todo individuo debe experimentar algo de la dureza de la soledad, si bien la mayoría de las personas poseen poca capacidad de aguante y vuelven pronto al refugio."
"Todo es colectividad, todo es arracimarse, todo es abdicar del propio destino y refugiarse en la cálida proximidad del rebaño."
"La soledad es el camino por el que el destino quiere conducir al hombre hacia sí mismo."
"Sin mucha comprensión, pero con gran conciencia de superioridad suele enfrentarse el adulto con el niño. Hasta que se demuestra que ese sentimiento de superioridad no tiene otra base que una profunda ignorancia."
¿Por qué no se ha de entretener uno con libros? Muchas veces son tan inteligentes como los hombres y tan graciosos como ellos, y menos impertinentes."
viernes, 2 de abril de 2021
"Lecturas para minutos". Hermann Hesse.
Probablemente haya pocos narradores tan propicios como Hermann Hesse para editar un libro de aforismos suyos. La mayoría de los que están recogidos en este ejemplar de Alianza Editorial proceden de cartas y ensayos, obviamente los textos más propensos para las máximas; pero la narrativa de Hesse también está preñada de aforismos. No me cabe duda de que obras como El lobo estepario, Sidharta, Bajo las ruedas, Demian, El juego de los abalorios o Peter Camenzind tienen un contenido de corte moralista muy abundante, de manera que, si no expresamente en axiomas, implícitamente se puede sacar una visión ética de la vida. Es, en mi opinión, la gran virtud de Hesse: la voz de un pacifista en medio de la guerra, de un ser espiritual en medio del materialismo, de alguien piadoso en la crueldad generalizada, la voz de la conciencia, en definitiva.
He de decir, no obstante, que muchos de los apotegmas aquí contenidos son coyunturales y, por tanto, menos valiosos. Son aquéllos que tienen que ver con la turbulenta época que le tocó vivir al suizo, con las dos guerras mundiales de por medio. Estos aforismos son claramente producidos como consecuencia de una reflexión sobre la situación sociopolítica y bélica de un momento concreto, con lo cual se pueden encontrar incluso algunos que se contradicen abiertamente. Otros, sobre todo los referidos a la naturaleza humana y la espiritualidad, son completamente atemporales, válidos tanto para principios del siglo XX cuando fueron escritos, como para el XXI.
No hay mejor reseña personal de una recopilación de aforismos que citar aquéllos con los que uno comulga mejor, así que me callo para dejar hablar al sabio.
"Quien está fuertemente individualizado tiene que reconocer que la vida es una lucha constante entre sacrificios y pesar, entre el reconocimiento de la comunidad y la salvación de la personalidad."
"También el hombre zafio, superficial, reacio a pensar siente esa antiquísima necesidad de descubrir un sentido a la vida; y cuando ya no encuentra ninguno, su vida privada cae bajo el signo de una egolatría salvajemente aumentada y de una angustia mortal multiplicada".
"Quien no encaja en el mundo, está siempre de encontrarse a sí mismo. Quien encaja en él, no se encontrará nunca, pero llegará a consejero nacional".
"No debemos buscar, sino encontrar, no debemos juzgar, sino observar y comprender, inspirar y elaborar lo inspirado. Tenemos que sentir nuestra propia esencia integrada y ordenada en el todo. Sólo entonces tendremos relaciones con la naturaleza".
"Creo que no soy responsable del sentido o de la falta de sentido de la vida, pero sí soy responsable de lo que haga con mi propia y única vida".
"¡No digas de ningún sentimiento que es pequeño, ni indigno! Cada uno es bueno, muy bueno; también el odio, la envidia, los celos y la crueldad. No vivimos de otra cosa que de nuestros pobres, hermosos y magníficos sentimientos, y cada uno de ellos contra el que cometemos una injusticia es una estrella que apagamos."
"Siempre ha ganado quien sabe amar, soportar y perdonar, no el que mejor lo sabe todo y todo lo enjuicia."
"La escuela es el único problema cultural moderno que tomo en serio y que ocasionalmente me excita. En mí la escuela ha destrozado muchas cosas, y conozco pocas personas de cierta importancia a las que no les ocurriera lo mismo. Aprender, sólo aprendí allí latín y mentiras."
"Los maestros exigían de nosotros virtudes que ellos mismos no tenían, y la Historia Universal que nos ponían delante era seguramente también una patraña de los adultos para achicarnos y empequeñecernos."
martes, 30 de marzo de 2021
"Historia de una escalera", de Buero Vallejo.
Aunque, lamentablemente, sólo soy capaz de leer en lengua extranjera en inglés obras de renombre, me jacto vanamente de haber catado y catar con regularidad la literatura de todas las lenguas y culturas, para ello, obviamente, he de recurrir a los traductores, malhadada tribu que subvierte demasiado a menudo los textos con los que trabaja. Pero, aun así, al menos de lenguas europeas, me siento razonablemente satisfecho de ser omnívoro; no tanto por afán de ilustración, sino de evasión. Porque, sí, para que ocultarlo, leer a autores de lenguas y culturas ajenas es emprender una suerte de viaje mental que lo aleja a uno de la asfixiante cotidianeidad que lo subyuga. Pero claro, hete aquí que leo a uno de los clásicos del teatro español del siglo XX, Antonio Buero Vallejo (por cierto, muchos sesudos académicos lo siguen incluyendo en el Simbolismo, que me expliquen que narices tiene de simbolista Historia de una escalera, ejemplo perfecto de realismo social, pero bueno...), pues eso, que leo a Buero Vallejo, tipo nacido en Guadalajara pero criado en Madrid, en puro casticismo de esta ciudad, pergeñando personajes y ambientes típicos de la capital ("Costumbrismo", lo llaman los sesudos), y no puedo por menos pensar que no es que no haya viajado, es que me he metido de nuevo en mi propia familia, los que viven y los que ya han pasado, me he metido en sus costumbres, sus hábitos, sus mezquindades... ¡Buff! Tengo que buscar narrativa de Extremo Oriente una vez más...
Porque, vamos a ver, la obra es una crítica social a la pequeñez de los habitantes de un bloque de pisos de cualquier ciudad, pero, utilizando el lenguaje popular como lo usa Buero, sólo tengo que cerrar los ojos para imaginar a mis abuelos, mis padres o mis tíos en EXÁCTAMENTE la misma situación, con ilusiones fracasadas que devienen en rencores y resentimientos de por vida, mientras ésta, la vida, se les escapa como arena entre los dedos. Apenas hora y media de lectura, pero me ha costado Dios y ayuda terminarla... No porque no me gustara o porque fuera ardua, ni mucho menos, sino por lo hirientemente cercana que lo he sentido.
Grosso modo, se trata de un drama en tres actos ambientado en una casa de vecindad de una ciudad innominada (como antes decía, los modismos de los personajes son del habla popular de Madrid a mitad del siglo XX). En esa escalera, dos personajes principales, Fernando y Urbano, jóvenes en un principio, hacen proyectos de vida, proyectos muy diferentes entre sí pero que tienen en común la huida de ese vecindario, cada uno con su respectiva enamorada. En el tercer acto los encontramos ya talluditos, con sus ilusiones fracasadas, viviendo en la misma escalera, casados con sus parejas contrarias y con hijos "en edad de merecer". Merecer una h*stia, porque resulta que se emparejan entre ellos y, ante el horror de los padres, se aprestan a vivir la misma vida mezquina y sin futuro que ellos mismos han vivido.
Es una historia de pobreza material, pero mucho más de pobreza moral. Pero, tal cual yo lo veo, la miseria moral viene de juzgarse unos a otros con una dureza sólo equiparable, por contraste, a la displicencia con la que se juzgan a sí mismos. ¡Esa es la inmoralidad de los personajes! Tratan de elevarse un milímetro por encima del otro para poder criticarlo. Son insectos humanos emponzoñados por la envidia que viven en el sucio hormiguero que es esa escalera.
O sea, que se repite el ciclo como una maldición insoslayable. Buero es muy explícito, haciendo decir lo mismo a dos personajes distantes treinta años en el tiempo, a Fernando y a su hijo, también Fernando, a cuenta de las ilusiones futuras. Yo prefiero copiar dos fragmentos, uno del primer acto y otro del tercero, que pone en evidencia este círculo vicioso en el que están inmersos los personajes:
De Fernando a Urbano, en el primer acto: Y mañana, o dentro de diez años que pueden pasar como han pasado los últimos..., ¡sería terrible vivir así! Subiendo y bajando la escalera, una escalera que no conduce a ningún sitio; haciendo trampas en el contador, aborreciendo el trabajo..., perdiendo día tras día...
De Fernando (hijo) a Carmina (hija): Tenemos que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos se han dejado vencer por la vida. Han pasado treinta años subiendo y bajando esta escalera... Haciéndose cada día más mezquinos y más vulgares.
domingo, 28 de marzo de 2021
"Names for my Novel", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)
Feria del libro antiguo y de ocasión, Valladolid, 2021.
Pocas casetas, poca gente, mucho control... pero bueno, tal y como están las cosas no deja de ser una buena señal para luchar contra la destrucción social. Eso habrá que reivindicar, que podemos leer y que leer nos hace libres... libres de liderazgos estúpidos, libres de convencionalismos, libres de sostener a una sociedad inútil, libres...
martes, 23 de marzo de 2021
"Historia de dos ciudades", de Charles Dickens.
Novela dickensiana a más no poder: relato histórico en el que se producen grandes cambios socioeconómicos, la Revolución Francesa; acerba crítica social de las desigualdades, en este caso del Antiguo Régimen, pero también del periodo posrevolucionario, el llamado Reinado del Terror; personajes arquetípicos que, aún en su extraordinaria redondez, son casi caricaturas; relato dramático no exento de toques irónicos que hacen soportable la crítica; o el carácter moralista e idealista del escritor que juzga con mano de hierro los desmanes humanos. Esas características, y alguna más, cocinadas a fuego lento y con el talento de un Charles Dickens consiguen hacer de la literatura, como dijo alguien, el placer más gozoso que se puede hacer vestido...
Pues sí, Historia de dos ciudades, es otra de las novelas redondas de Dickens, un prodigio de narrativa serena y profunda, pero a la vez amena y entretenida. El inicio (ya puse el primer párrafo en otra entrada de este blog) tiene un lirismo propio de prosa poética, mucho más de lo que es habitual en el inglés, que tiene una prosa menos rimbombante, es algo que choca, pero luego vuelve a la narración más llana, más suya.
El argumento es sencillo, pero a la vez enrevesado. Dickens pergeña la novela a camino entre Londres y París, con personajes franceses, los Manette y Charles Darnay, que tienen relaciones financieras con el Banco Tellson de Londres y, a través de éste, con otros ciudadanos ingleses. Los primeros en ser presentados son Lucie Manette y su padre, encarcelado por el Antiguo Régimen en Francia, que, gracias al banquero Lorry, consigue ser librado de La Bastilla. Paralelamente, en Londres se da otro juicio en el que Charles Darnay es acusado injustamente de espiar a favor de su país; aquí, gracias a un personaje secundario que irá creciendo conforme avanza la novela (Sydney Carton), conseguirá eludir la presión. Finalmente, Lucie Manette y Charles Darnay se casarán y tendrán dos criaturas, una de escasa vida. Darnay, a requerimiento de un amigo, Gabelle, acude a París; pero toda Francia, tras la Toma de la Bastilla, es puro frenesí revolucionario y Darnay es detenido como aristócrata y condenado a muerte. Por último, el reo conseguirá salvar su cabeza gracias al sacrificio supremo de ese personaje secundario, Carton, que intercambiará sus papeles en prisión.
Ese es, grosso modo, el argumento, pero Dickens lo enriquece con un montón de personajes secundarios que, como antes decía son verdaderos arquetipos. Como Monseigneur, arquetipo de una nobleza autista, incapaz de empatizar con el pueblo hambriento si no es para aprovecharse de él; o como la señora Defarge, arquetipo del pueblo vengativo y resentido que, aunque pleno de derecho de resarcimiento, lo pierde al confundir justicia con venganza. Esos personajes y otros muchos no son imprescindibles para explicar el argumento, pero permiten entenderlo plenamente y le da una verosimilitud al relato que pocos escritores son capaces de conseguir.
Hablaba antes del Dickens moralista, y es algo que se nota en toda la novela. No es un narrador indiferente sino plenamente involucrado en el bienestar de los personajes. Lo hace de forma directa cuando critica abiertamente situaciones sociales desfavorables para la mayoría social, e indirectamente creando personajes detestables y llenos de vicios para orientar al lector en el mismo sentido. Así, no deja títere con cabeza al censurar al Antiguo Régimen y la terrible sociedad dicotomizada que genera, apostando sin lugar a dudas por la Revolución Francesa como un avance necesario para la humanidad. Luego, sin embargo, reprueba ferozmente la deriva vengativa que toma al mostrar pantomimas de juicios en los que se acaba condenando sin pruebas a la decapitación, todo por un tribunal de borrachos.
Es ésta una novela de una profundidad psicológica sin igual, capaz de mover el corazón del lector más impertérrito, pero sin caer en sentimentalismo alguno, entretejiendo pequeñas vidas en los acontecimientos históricos más señeros. Algo, evidentemente, al alcance de muy pocos.
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