Las cartas paulinas son verdaderamente fascinantes. Son fascinantes porque son el mejor ejemplo de lo que una mente privilegiada, la de Pablo de Tarso, puede pergeñar, organizar y planear para expandir una creencia a lo largo del mundo conocido por entonces. Tanto es así, que muchos teólogos se preguntan si en verdad lo que hoy practican los que se llaman a sí mismos cristianos es, en verdad, cristianismo o “paulinismo”. Es seguro que nunca un hombre influyó tanto en las creencias y costumbres de miles de millones de hombres a lo largo de la historia como san Pablo; la pregunta que yo me hago (más que proceso intelectual, es algo que me sale del corazón) es si no debemos liberar la fe de los pesadísimos ropajes de liturgia y costumbres no religiosas que han ido acumulándose con el paso de los siglos, empezando por el asombroso Pablo de Tarso. Vayamos paso a paso:
Carta a los romanos: Es decir, “carta para nosotros”, para los herederos históricos, sociales y culturales de los romanos, los occidentales de hoy en día. Es por ello una epístola que se entiende sin ambages en nuestro ámbito cultural, ya que estaba dirigida a gentes con nuestros mismos hábitos y costumbres (para bien y para mal). Primero nos dice que da igual ser judíos que gentiles, algo lógico, ya que los romanos eran gentiles pero dominaban política y militarmente a los judíos, con lo cual no tendría sentido que fueran gentes de segundo rango en esta religión. También nos dice que seamos “obedientes a las autoridades terrenas”, algo que contradice plenamente el Evangelio (la única y verdadera Palabra de Dios). Esto es muestra de la gran habilidad social de Pablo de Tarso, un tipo que entendía que en su época era necesaria la cooperación, al menos por tolerancia, de la todopoderosa Roma, dueña y señora de casi todo el mundo conocido. Roma era en aquella época el territorio más regulado por leyes, más jerarquizado y, hasta cierto punto, autoritario que había en el planeta; Pablo, listo como un zorro, es consciente de esto y pide obediencia al César y a Dios, algo, ya digo, que contradice abiertamente el Evangelio.
Carta a los corintios: Segunda gran civilización tras los romanos, esta vez la griega. Corintio era supuestamente famosa en la época por su “corrupción moral”, el “gran peligro” para el cristianismo: el helenismo. Hoy tenemos al helenismo como una corriente meramente cultural que emborrachó a casi toda Europa por su belleza sin igual, pero para Pablo de Tarso era una suerte de herejía insoportable. Aquí, el bueno de san Pablo cae de lleno en nada menos que el primer pecado capital, la soberbia, por ponerse como ejemplo a seguir, especialmente en la Primera carta a los corintios, en la segunda, tal vez consciente de su inmodestia, trata de justificarse y que no fue en absoluto soberbio.
Carta a los gálatas: en esta carta a la tribu anatolia de los gálatas, Pablo previene contra los judaizantes y muestra un triple objetivo: deja claro la autoridad de Pablo como ministro de Dios (probablemente necesario porque ellos sabían que Pablo no conoció a Jesús y, consecuentemente, no le daban autoridad); segundo, para hacer que esa comunidad judeizante dejara de circuncidar a los niños, y así conseguir expandir el cristianismo tanto a los judíos como a los gentiles; tercero, convencer a los judeizantes de abolir la ley mosaica y sustituirla por el cristianimos. Conclusión: Pablo está inmerso en una batalla inmensa: crear una Iglesia y darle homogeneidad. Homogeneidad de criterios y normas, jerarquías claras... en fin, todo muy respetable, pero no es más que un tema humano, no divino. Para no ser injusto, habría que decir que, tal vez, hace dos mil años, fuera necesario crear esta estructura humana, la Iglesia, con el fin de dar a conocer el Evangelio. En todo caso, hoy creo que no es necesaria.
Carta a los efesios: Una epístola de la cual se duda su autoría. Temas: recordatorio sobre la esencia del cristianismo y exhortación a la unidad de judíos y gentiles (para unificar, de nuevo, la Iglesia que se estaba formando).
Carta a los filipenses: epístola no dogmática, pero sí moral, contraria, por tanto, a las anteriores. Es una carta más acorde al espíritu evangélico, especialmente al Sermón de la montaña (humildad y abnegación, principalmente).
Carta a los colosenses: breve carta dirigida a los habitantes de Colosas. Refuta a los judaizantes y los aspectos helenísticos, de nuevo buscando la unidad de la Iglesia (gran misión que se autoimpuso Pablo). Aspectos que creo positivos en esta carta: habla del hombre viejo (aquel que no conoce el Evangelio) frente al hombre nuevo (el que vive de acuerdo con él), proclama la humildad y el amor entre los hombres como verdaderas virtudes de la vida cristiana.