¡Qué diferencia pasar de Brian Aldiss a Henry James! Vaya, no quiero ser injusto: me gusta mucho la narrativa fantástica y de ciencia ficción; encuentro en ella la huida de la realidad que he buscado desde mi adolescencia; por otra parte, el hecho de que los temas no sean de índole realista no implica carencia de calidad, de hecho, desde el llamado "Romanticismo literario" son pléyade los escritores que cultivan una prosa cuidada y esmerada pero que gustan de esos temas "anómalos". En fin, que leo y seguiré leyendo mientras aliente narrativa fantástica y de ciencia ficción (puede, incluso, que recupere a Aldiss más adelante), lo que quiero decir es que autores como Henry James están a años luz en calidad literaria de esos otros autores más modernos. Henry James es la excelencia en prosa, la calidad inigualada que le saca a uno una sonrisa de admiración mientras van cayendo las páginas. La mismas frases (ladrillos de la prosa) parecen de naturaleza diferente a la otra literatura; diera la impresión de que el anglo-americano se hubiera propuesto no bajar de las cincuenta palabras por frase, cultivando con primor frases subordinadas y adjetivando hasta la extenuación.
El pequeño volumen editado por Valdemar en su colección El Club Diógenes (maravillosa colección, por cierto, no sólo por la calidad de lo editado sino porque condensa en pequeño formato de bolsillo -abaratando costes así para el lector que quiere leer y no presumir de biblioteca- lo más excelso de la literatura de terror y fantástica, principalmente) contiene cinco relatos (aunque alguno de ellos podría ser considerado hoy en día novela breve), a cual mejor. La tercera persona es una pequeña joya en la que narra un triángulo amoroso (con sus celos, sus dimes y diretes, enamoramientos y desenamoramientos) entre dos ancianas y el fantasma de la mansión que habitan; es tan entrañable el retrato de las dos señoras y sus sentimientos casi juveniles pero entorpecidos por la avanzada edad, que uno no puede sino enamorarse a su vez de ellas. Todo narrado, claro, con una maestría encomiable, la de un genio de la prosa. La pátina del tiempo, que da nombre al pequeño volumen, narra como a través de un amigo (el narrador) una mujer encarga a una pintora el retrato de su fallecido marido. Lo sorprendente es que no hay imagen previa de él; la pintora tiene que inventarlo. Como características adicionales, ha de tener "pátina del tiempo", cosa que consigue la artista vistiendo al caballero a la moda de decenios atrás y utilizando técnicas para que el cuadro parezca pintado tiempo ha (oscureciéndolo más de lo normal, por ejemplo); pero, además, la pintora se compromete a hacerle "apuesto y vil". La naturaleza de esa vileza es la incógnita de la narración. El resultado será tan extraordinario que tanto la clienta como la artista pelearán por su posesión. En La bestia de la jungla, el relato más largo de todos, todo gira en torno a una sutileza de enamorados: circunloquios durante años para evitar un tema concreto. Aquí, James demuestra su sapiencia para hacer que unos personajes vivan vidas vacías pareciendo que están llenas, llenas, eso sí, de humo.
Henry James es uno de los mejores escritores de todos los tiempos en describir la psicología y la sensibilidad de sus personajes, así como la evolución en el tiempo de aquéllas. Esto consigue que los personajes sean redondos de una forma que quizá sólo logre igualar Dostoievsky.