martes, 15 de octubre de 2024

"El Spinoza de la calle Market", de Isaac Bashevis Singer.

  Temo estar agotando las novelas de Isaac Bashevis Singer que se han traducido al español. De hecho, de las que la excelente biblioteca pública que visito asiduamente tiene en sus estanterías y depósito ya sólo me quedan dos, ésta y otra. Es algo que lamento mucho, pues en los últimos quince años he disfrutado como un loco con el talento de Singer para describir personajes y lugares, y, sobre todo, para plasmar la evolución psicológica de los protagonistas. ¡Qué le vamos a hacer, tendré que releer!
 En las pocas entrevistas que se pueden disfrutar en YouTube del genial escritor, queda claro que este hombre vivió dos vidas. Me explico: hasta sus treinta años residió en lo que hoy es Polonia, en su época,  Imperio Ruso, principalmente en Varsovia; de ahí en adelante (moriría con ochenta y siete años) residiría en Nueva York. La división geográfica supuso dos fases de la vida de Singer que se plasma en sus novelas: unas ambientadas en Varsovia u otras localidades polacas, el resto en la megalópolis a orillas del Hudson. Probablemente haya más de las primeras que de las segundas, a pesar de que vivió veinte años más en Estados Unidos, pero ya se sabe que la infancia y la juventud marcan notabilísimamente a cualquier escritor, siendo de esas épocas vitales el material que utilizan más abundantemente. Por otro lado, los personajes son prácticamente los mismos a uno y otro lado del charco, aunque sus motivaciones son distintas: los europeos tratan de mantener la tradición de sus mayores con los cambios sociopolíticos que los atropellan (comunismo, fascismo, nazismo...); los americanos, por el contrario, son individuos fijados en el pasado, alienados (no son americanos, nunca lo serán, pero tampoco son ya europeos, ni siquiera plenamente judíos) y asombrados de su propia peripecia vital.
 Los relatos contenidos en este tomo pertenecen a la época polaca de Singer, quizá la más interesante por cuanto tiene de solemne y veraz "levantamiento de acta notarial" de una sociedad que ya no existe, una sociedad borrada de la faz de Europa a sangre y fuego.
 Son once relatos, el último de los cuales, La destrucción de Kreshev, ya leí, según refiero en este humilde blog, hace la friolera de once años.
 El primero toma el nombre del volumen, El Spinoza de la calle Market narra de forma deliciosamente melosa la vida de un erudito filósofo que malvive en una buhardilla de dicha calle varsoviana. Sus estudios lo mantienen aislado del resto de sus semejantes, pero, ya en las postrimerías de su vida, otra criatura marginal, Dobbe "la negra", se apiada de él y lo eleva a la categoría de hombre sexuado y capaz de amar, algo que a todos sorprende. El relato es más bien un cuento, pues tiene una moraleja. Resulta que el sabio anciano es también astrónomo aficionado, y, observando los astros con su telescopio, reflexiona sobre la pequeñez de la vida humana, como si fueran miles de millones de pequeños insectos en una diminuta bola planetaria dentro de la inmensidad del Universo. Es, en mi opinión, una ratificación de la igualdad de las vidas humanas, independientemente de a qué se dediquen o la longitud de las mismas.
 La boda negra es un breve relato sobre la obsesión de un fanatismo que llega a desconectar completamente al individuo de la realidad que lo circunda. La hija de un rabino es casada a temprana edad con el hijo de otro rabino, por razones meramente sociales, sin que ellos participen en la decisión. La pobre chica se ve tan obligada que empieza a pensar desvaríos sobre quién será su marido, llegando a imaginarlo como un demonio que aplastar su alma, cuando es un chico simple e inocentón que no sabe nada de la vida.
 Historia de dos embusteros es un exquisito relato satírico, narrado por Samael (uno de los ángeles caídos) de dos judíos, mentirosos patológicos, que son incapaces de decir la verdad pura y desnuda. Samael los empareja y les da consejos que acaban por hundirlos más y más hasta que son ejecutados por la autoridad civil.
 La sombra de la cuna es un maravilloso relato sobre el amor y el desamor de una pareja. Pero el argumento aquí, una vez más, es lo de menos; lo de más es la maestría con la que el autor narra las reflexiones, los vaivenes, el discurso interno del personaje principal. Su capacidad de describir personajes es inigualable, verdaderamente sublime.
 Shidda y Kuziba es un misantrópico cuento narrado desde la óptica de dos demonios subterráneos, madre e hijo, que están aterrorizados ante la maldad de los hombres. Los humanos son retratados como bestias insaciables, incapaces de convivir en paz; frente a ellos, los demonios son criaturas en armonía con su entorno. Supongo que visto desde la ortodoxia judía, este relato puede ser considerado profundamente herético, pero desde una visión contemporánea es de una sensibilidad exquisita.
 Y así hasta once relatos, a cual mejor. Acaba el volumen, como antes decía, con La destrucción de Kreshev, historia de nuevo contada por un demonio que explica cómo entra en la cabeza de una pareja de, en principio, piadosos judíos, para convertirlos en depravados sexuales.
 En todos los relatos (y en toda la obra de Isaac Bashevis Singer, claro) destaca esa sobresaliente capacidad de hilar la evolución de las mentes de sus personajes, con ese famoso discurso interior que muchos han aclamado en Dostoievski (quien, por cierto, fue elogiado por Singer como su maestro) y que en este autor alcanza cotas insuperadas.

Teresa de Ávila, "Nada te turbe".

  Nada te turbe, 
nada te espante;
todo se pasa, 
Dios no se muda;

 La paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.

 Eleva el pensamiento,
al Cielo sube,
por nada te acongojes,
nada te turbe.

 A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
nada te espante.

 ¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
todo se pasa.

 Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

 Ámala cual merece,
bondad inmensa;
pero no hay amor fino
sin la paciencia.

 Confianza y fe viva
mantenga el alma;
que quien cree y espera
todo lo alcanza.

 Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
quien a Dios tiene.

 Véngale desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
nada le falta.

 Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
sólo Dios basta.
 

         Santa Teresa de Jesús.

miércoles, 9 de octubre de 2024

"Cuatro corazones con freno y marcha atrás" y "Los ladrones somos gente honrada", de Enrique Jardiel Poncela.

  Vuelta al teatro patrio, a la comedia, a uno de los autores más conocidos, talentosos y controvertidos de su época, Enrique Jardiel Poncela. Un maestro del llamado "teatro del absurdo", aunque sus obras siempre incluían personajes que, quizá para que el gran público lo entendiera mejor, hacían un humor más clásico, basado en polisemia u homonomia y que provocaban la carcajada general. Con todo, el humor de Jardiel tenía un poso de rebeldía, no era "para todo el mundo", contenía grandes dosis de amargura y aun de misantropía. Quizá el carácter del autor, dado a un cierto alejamiento de la sociedad, hartazgo por la crítica, pero también por el público, además de por ciertas profesiones (médicos sobre todo) lo llevó a tener esta acidez contra la sociedad que disgustó a muchos, pero que hace que sus obras sean más interesante, menos ñoñas que otras comedias españolas del siglo XX.
 Cuatro corazones con freno y marcha atrás tiene como temas principales la inmortalidad, el dinero y el amor. Temas sobre los que se enrolla el argumento de forma fantasiosa e ingeniosa, algo que los españolitos de principio del siglo XX cataron muy de cuando en cuando. Ésa es precisamente otra de las características del teatro de Jardiel: la huida de todo realismo, la búsqueda de la evasión a través del humor.
 Esta obra está estructurada en tres actos, con diferente localización geográfica y, principalmente, temporal. En el acto primero, se presenta en una casa madrileña de 1860 a dos parejas: Ricardo y Valentina, jóvenes de veintimuchos años, que están para casarse, a la espera de que él reciba la herencia de un tío; y Hortensia y el doctor Bremón, gentes en sus cuarenta años, esperando que pasen los años necesarios (treinta) para que ella se pueda casar, pues su marido desapareció en el mar y será dado por muerto (y ella, por viuda, claro) cuando pasen treinta años. En el caso de los primeros, todo se tuerce cuando el tío estira la pata y, en su testamento, nombra heredero universal de su fortuna a Ricardo pero para poder hacer uso de ella sólo cuando pasen sesenta años. La solución la tiene el doctor Bremón, prototipo de sabio loco, que ha creado una pócima que provoca la inmortalidad. Cuando los cuatro van a tomar esas sales, otro personaje, el cartero Emiliano (que, por cierto, es el personaje al que antes aludía, que genera un humor clásico, no absurdo) les chantajea con airear públicamente su descubrimiento, con lo que, finalmente, los cinco toman la poción.
 El acto segundo tiene lugar en una isla desierta del Pacífico y en 1920. Los cinco están, físicamente, igual que sesenta años antes. Han conseguido el sueño de la humanidad: la inmortalidad. Pero sólo Emiliano parece disfrutar de tan sorprendente condición. Los otros cuatro se sienten desgraciados, viviendo sin sentido ni finalidad, asistiendo asombrados al envejecimiento de sus hijos y nietos sin que pase un solo día por ellos. Para más inri, la isla del Pacífico no está totalmente deshabitada, sino que vive un náufrago con pinta de estar enajenado, pero lo cierto es que acaban por descubrir que se trata de Heliodoro, el marido de Hortensia que desapareció decenios atrás en el mar. De nuevo el doctor Bremón tiene la solución: ha desarrollado un compuesto que rejuvenece al mismo tiempo que se envejece naturalmente, así, cada año que pase tendrán un año menos y acabarán por morir al momento de nacer. Esta vez sólo lo tomarán los cuatro que están emparejados: Ricardo, Valentina, Hortensia y Bremón; Emiliano quiere seguir con su inmortalidad.
 En el último acto se vuelve a Madrid, en la actualidad de entonces, 1935. Los quince años que han pasado desde el acto anterior supone, claro está, que los cuatro son quince años más jóvenes, de manera que Bremón y Hortensia están en sus treinta y tantos, mientras que Ricardo y Valentina son unos adolescentes. El humorístico conflicto se establece ahora entre estos últimos y sus hijos, ya sesentones, que asisten anonadados al comportamiento rebelde y jaranero de unos padres que son más jóvenes que su propia hija. El fin de fiesta lo pone el embarazo de Valentina, que acabará así por tener un hijo sesenta años más jóvenes que los hijos anteriores.
 Los ladrones somos gente honrada es más una comedia clásica que absurda, basada en una obra policíaca (de hecho, Sherlock Holmes y algún que otro autor folletinesco son nombrados en la obra). El tema principal es la corrupción del alma humana, que afecta a todos sin excepción. Así, por comparación, los ladrones de baja estofa, los simples chorizos son más honrados que los "señores", que buscan el enriquecimiento ilícito a toda costa, pero eso sí, aparentando honestidad y alta dignidad. Está dividida en un prólogo y dos actos, separando éstos de aquél tan solo seis meses. En el prólogo, ambientado en una casa de veraneo de San Sebastián, unos ladrones tratan de desvalijar a una acomodada familia. Ocupan todos los estamentos del disfraz: desde Daniel que, vestido de etiqueta, es un invitado más a la fiesta; el "pelirrojo" que es un sirviente de la casa; y el "tío" y "Castelar" que son los simples ladrones que habrán de atacar materialmente la caja fuerte. El jefe de la banda, Daniel, aborta la misión cuando queda deslumbrado por la hija de la familia, Herminia, que es una joven de dieciocho años, pero que miente con una verosimilitud y soltura propia de una mujer adulta. El primer acto tiene lugar seis meses después en la residencia madrileña de la misma familia, pero ya todo ha cambiado: Daniel y Herminia van a casarse esa misma noche. Sin embargo, algunas cosas perduran: "el pelirrojo" está como mayordomo en la casa, y los otros dos chorizos intentan afanar algo de la mansión. Este acto es el de embrollo, en el que nada se tiene en claro, salvo que parece que todos quisieran robar la caja fuerte, especialmente Germana, la mujer del propietario, la madre de Herminia, que conchabada con un sirviente pretende matar a su esposo. El marido, por otro lado también parece tener propósitos deshonestos contra la propiedad común de la familia. En el tercer acto, el desenlace explica como todos, efectivamente, albergaban intenciones aviesas contra el resto, y como los más honrados, por ingenuos son los "ladrones oficiales".
 Dos pequeñas comedias con bastante enjundia, divertidas  e ingeniosas. Comedias que le permiten a uno reírse de todo y de todos (incluso de uno mismo) y  sobrellevar el tedio de vivir.

jueves, 3 de octubre de 2024

"Kon-Tiki", de Thor Heyerdahl.

  No soy dado a la lectura de libros de viajes y expediciones, me parecen un tanto fantasiosas y pueriles. Visioné, sin embargo, hace unas pocas semanas una película noruega de 2012, rodada con todos los adelantos técnicos de la actualidad, dando una imagen más verosímil de los expedicionarios, huyendo de representaciones heroicas o incluso patrioteras. No está mal la película. Así que, rebuscando en la biblioteca encontré el libro escrito por el propio Thor Heyerdahl, jefe de la expedición, y me apresté a leerlo.
 Y, bueno, como esperaba es un libro ameno, un tanto ingenuo, narrado en primera persona, tanto singular como plural, que me recordó sobremanera, tanto en la forma como en el fondo, a las novelas de Julio Verne. 
 Kon-Tiki narra las aventuras del expedicionario noruego Thor Heyerdahl, que en compañía de otros cinco noruegos trató de demostrar, en 1947, que las islas de Polinesia habían sido pobladas inicialmente por un antiguo pueblo de Sudamérica, en lo que hoy es el Perú. La distancia entre ambos territorios es de miles de millas náuticas, atravesando la mayor masa de agua del planeta, el océano Pacífico, con lo que pensar que individuos de un pueblo primitivo, navegando en simples balsas de troncos aprovechando las corrientes oceánicas era, cuando menos, disparatado. El tal Heyerdahl era un explorador y aventurero de la vieja escuela, de esos que no eran verdaderos expertos en nada pero sí estaban interesados en muchos temas como la etnología, geografía, zoología... Tal vez fuera uno de esos últimos exploradores, que abundaron sobre todo a mediados del siglo XIX. Por supuesto, la hazaña lo convirtió en una celebridad internacional y un héroe nacional, lo cual le permitió vivir de las rentas y organizar otras expediciones en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, así como publicar con notable éxito los diarios de tales aventuras.
 El texto comienza con las deliberaciones del noruego a cuenta de una perdida civilización andina, formada por hombres de tez clara y luengas barbas, muy diferentes físicamente de los actuales pobladores de los países andinos. Estos antiguos dejaron una pequeña toponimia y tosco arte escultórico en lo que hoy es Perú y Ecuador, pues bien, lo cierto es que en las islas de Polinesia, a miles de millas náuticas de distancia se encontraron restos arqueológicos  y de toponimia que coincidirían con los sudamericanos. La extraordinaria dificultad de que esos primitivos recorrieran esa enorme distancia oceánica, teniendo en cuenta que no parecían conocer artes avanzadas de navegación, llevaba a rechazar esa idea y a pensar que la Polinesia fue poblada desde Australia y Nueva Zelanda (como el aspecto físico de los pobladores de esos territorios daba a entender). El caso es que Heyerdahl consiguió convencer a cinco compatriotas, ninguno de los cuales tenía experiencia importante como marino, y, lo que es más importante: consiguió reunir fondos suficientes a partir de mecenas norteamericanos y europeos para afrontar el periplo.
 La mayor parte del libro lo ocupan los tres meses largos que pasaron esos seis escandinavos en una balsa de troncos que no llegaba a medir más de trece metros de eslora por cinco de manga. Las aventuras con las tormentas que tuvieron que superar, los días de calma chicha que los dejaba inmóviles en mitad del océano, así como las extrañas criaturas marinas que los visitaban son propias de un narrador como Verne, Stevenson o Conrad.
 Finalmente, arribarán a la Polinesia, donde serán recibidos como héroes cuasi divinos por sus pobladores. De ahí al mundo civilizado ya fue cuestión de pocas semanas, y la publicación de este exitoso libro (que supongo que habrá sido leído por generaciones completas de niños y adolescentes noruegos) cuestión de meses.
 Bien, como decía es un texto ameno y curioso. No es científico, desde luego, no creo que lo pretendiera, sino de divulgación, algo que está en auge en los últimos decenios. A pesar del extraordinario éxito de la expedición, el poblamiento de las islas de la Polinesia desde Sudamérica en tiempos remotos no quedó demostrado, pero sí se comprobó fehacientemente la posibilidad de que endebles balsas de troncos llegaran del lejano continente al archipiélago oceánico para permitir el asentamiento de pequeñas poblaciones humanas allí.

lunes, 30 de septiembre de 2024

Trigésimo cuarta Feria de Otoño del libro Viejo y Antiguo, (Madrid).

 

 Treinta y cuatro años celebrando la feria del libro antiguo y de ocasión, no son muchos, pero hay que contar con que en la Cuesta Moyano, al lado de El Retiro, hay casetas fijas durante todo el año que abren principalmente los fines de semana. En el paseo de Recoletos no son muchas las casetas este año, treinta y dos, no muchas más de las que se ponen en Valladolid, con la diferencia de tamaño de ciudad existente. Lo bueno es que, en Madrid, se celebra dos veces al año, una en primavera y otra en otoño. Buscaba yo esta vez algo de teatro español del siglo XX, preferentemente comedia. No encontré nada, así que acabé comprando una edición de Jardiel Poncela en la Casa del Libro de la calle Alcalá. En todo caso, uno disfruta desperdiciando unos minutos entre vetustos libros otrora disfrutados por extraños.

sábado, 28 de septiembre de 2024

"Composition Book", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the website www.incidentalcomics.com

"Victoria", de Knut Hamsun.

  No es una de sus primeras obras (de hecho, siempre se tomó por la primera Hambre, un relato difícil de digerir), no, Victoria fue publicada en 1898, cuando el autor noruego ya había publicado varias obras de gran éxito, pero, en mi opinión, esta novela breve adolece de superficialidad y simpleza, algo que no había observado en otras novelas de Hamsun. Nada que ver con otras obras como La bendición de la tierra (1917), Misterios (1892), El círculo se ha cerrado (1936) o Pan (1894) en la que la maestría narrativa del Nobel de 1920 lo deja a uno con la boca abierta. He citado esas cuatro novelas por el orden que yo considero de excelencia; sí la primera es una de las mejores novelas que he leído, una obra primordial que retrata al ser humano desenvolviéndose en su medio con una sencillez y una genialidad como el Génesis narra la creación del mundo. 
 Con todo, en Victoria se aprecian las características estilísticas, argumentales y temáticas que elevaron al parnaso literario al noruego. Tales son la prioridad de los sentimientos de los personajes, cómo éstos son tratados como protagonistas en sí mismos; el monólogo interior del personaje principal, que dota de redondez al mismo, al notar el lector que el personaje va evolucionando en su pensamiento con el paso del tiempo, tal como ocurre en la realidad; también el dominio de lo tempestuoso en las relaciones personales, con altibajos bruscos (estereotípicamente impropios de los escandinavos). La forma es bastante plana, sin ampulosidades ni pedanterías, una prosa sencilla, poco adjetivada, más narrativa que descriptiva.
 He de hacer un inciso en cuanto a la traducción. La edición que he leído es del Círculo de Lectores (Plaza & Janés) de 1958, la traducción de Berta Curiel. Ignoro con que antelación a esa fecha fue traducido el texto, pero se hizo de un modo que hoy parece anacrónico y ridículo. Entiendo que, igual que otras profesiones, la traducción también se ve sometida a modas que cambian más o menos rápido, de modo que lo que hoy se considera canónico era inapropiado hace tiempo y viceversa, pero he de reconocer que me ha sorprendido leer todavía los verbos reflexivos con el pronombre incluido en el verbo: "púsose", "oyole", "presentose"... También hay expresiones arcaicas como "venía en derechura hacia él", en lugar de "venía derecha hacia él", o llamar "castellana" a la hija del señor del castillo; por no hablar de la traducción de los nombres propios, algo que no se hace desde vaya usted a saber cuantos decenios, así, el protagonista principal, Johannes, se convierte sin más ni más en Juan. Ciertamente no es importante, pero a veces lo saca a uno de la concentración necesaria para la lectura.
 El tema principal de Victoria es el amor imposible entre dos jóvenes. Imposible por la diferencia de clase social, terrateniente ella, molinero él, a pesar del rendido enamoramiento que se profesan. A esta situación se suma el hecho de que la familia noble, aun poderosa, está arruinada y planea salir de las deudas casando a la joven Victoria con el heredero de una adinerada familia local. Ella, responsable ante la desgracia familiar, rechaza al bueno de Johannes (Juan en la versión castiza del Círculo de Lectores) e incluso le presenta a una amiga, Camila, para que sea su sustituta. El rico heredero, Otto (aquí no hubo bemoles de traducirlo por "Otón"), morirá en batalla, dejando a Victoria sola y triste. Tan sola y tan triste que enfermará y morirá en pocos años. Todo esto, claro, narrado como lo narra Hamsun, con multitud de idas y venidas, de dimes y diretes, de altibajos, de correspondencias, de gestos, de encuentros, de desencuentros... En fin, un dramón esto del desamor.
Knut Hamsun en 1944. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 Vamos que si no fuera por la calidad literaria de Hamsun (aunque, ya dije, esta novela no llega a su media habitual) podría pasar por una novela de Corín Tellado, de esas que devoraban orondas matronas españolas en la segunda mitad del siglo pasado. Francamente, lo que menos me ha gustado de, por otro lado, mi admirado escritor noruego.

Primer concierto de abono de la temporada 24-25 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León.

  Otra temporada más en el Auditorio Miguel Delibes, otro desafío más de seguir fomentando la música culta en un territorio tan poco prono a ella como Valladolid o Castilla y León, otro año más retando a la zafiedad dominante en la sociedad, otro año más...
 El concierto de hoy ha sido dedicado a la violinista Mónika Piszczelok, recientemente fallecida. Aparte de tan sensible pérdida, la OSCyL sigue siendo básicamente la misma, dirigida por el suizo Thierry Fischer. Para comenzar la temporada se ha elegido música muy española: Falla, Bizet (sí, ya sé, francés, pero con obras como Carmen o L'Arlésienne, muy influenciado por el sur de su país y el nuestro), además de Sarasate y Gabriela Ortiz. Se salió del programa, sin embargo, Joaquín Rodrigo, cuyo Concierto de Aranjuez iba a ser interpretado por el virtuoso guitarrista Pepe Romero. Una emergencia médica familiar ha imposibilitó su presencia ayer en Valladolid, con lo que fue sustituido por la violinista Leticia Moreno y Rodrigo por Sarasate y su Fantasía sobre temas de la ópera Carmen.
 No creo que haya nadie, ni siquiera los que detestan la música clásica, que no haya escuchado alguna vez los primeros acordes de la Suite L'Arlésienne de Bizet. Es con mucho su obra más conocida, y, aunque los primeros acordes presumen su talante enérgico y brioso, luego contiene frases musicales de una dulzura y una melosidad que sólo los compositores del Romanticismo supieron crear. En concreto, el solo de saxofón alto no tiene precio, es de una afabilidad que acaricia el corazón, una belleza sin par colocado en un pentagrama. También típico del Romanticismo es incluir melodías populares, puesto que de las clases populares están extraídos los personajes narrados. La obra musical, ya se sabe, se inspira en el relato homónimo de Alphonse Daudet, incluido en su archiconocido Cartas de mi molino. Trata de amores y desamores de dos jóvenes campesinos de la meridional región francesa. La música de Bizet encaja perfectamente con los sentimientos arrebatados de los protagonistas, que oscilan entre el enamoramiento romántico más meloso, el apasionamiento animal y la desesperanza más absoluta que aboca al suicidio.
 Cambia la obra (pero no el tema) con Sarasate, pues se interpreta la Fantasía sobre temas de la ópera Carmen, del compositor francés. El navarro, bien es sabido, además de compositor fue violinista, decantando su predilección por el más pequeño de la familia de las cuerdas, con lo que no es extraño que esta obra orientara hacia el lucimiento de dicho instrumento. Leticia Moreno es la encargada de desgranar las virguerías que Sarasate compuso.
 Después del descanso, para despertar a la gente (o para reconducirla al concierto, porque el respetable estuvo ayer especialmente propenso a la charla de reencuentro con otros espectadores), Kauyumari, de la compositora mexicana Gabriela Ortiz, pieza de una extraordinaria fuerza, que despliega toda la intensidad de la percusión y el viento metal llevando a la sala a un clímax musical.
 Pero, al menos en mi opinión, el plato fuerte es la última obra, El sombrero de tres picos, de Falla. Lo mismo que dije de L'Arléssienne se puede decir ahora: contraste sublime entre melodías enérgicas y otras suaves, inclusión de frases musicales sacadas de canciones populares... Falla descollaría de entre los compositores del Romanticismo en eso que fue llamado el "nacionalismo musical" (dicho sea de paso, el único nacionalismo no agresivo ni jingoísta) que añadía tonadas populares en sus obras, elevando así aquéllas a la categoría de música culta. En El sombrero de tres picos, Falla incluye un fandango, unas seguidillas, y varias danzas, entre ellas la famosísima jota de la segunda suite, con la que acaba la obra, que deja un sabor extraordinario en los espectadores.

lunes, 23 de septiembre de 2024

"La decisión de Sophie", de William Styron.

  Supuestamente, una de las grandes novelas norteamericanas del siglo XX. Y, en cierta forma, lo es. Al menos por el evidente afán de Styron de crear una gran novela que impactara tanto en público como en crítica y cuya fama se prolongara varios decenios más allá de su publicación. Yo le daría un sobresaliente en la forma, pero no llega al notable en el argumento y temas. Es una novela de casi setecientas páginas que puede considerarse un monólogo interior (está escrita en primera persona), que puede llegar a ser un tanto cansino y pusilánime (tal vez toda reflexión demasiado larga y sin acción consecuente dé la sensación de pusilanimidad). Lo cierto es que, además de la narración (con muy pocos diálogos, casi todo son descripciones) también hay farragosas disquisiciones sobre el mal que convierten por momentos al texto en una suerte de ensayo, hasta el punto de incluir numerosas citas académicas. Pero, para ser justo, el estilo narrativo es exquisito, con una riqueza de vocabulario amplísima y un uso de oraciones subordinadas que llega a ralentizar notablemente la lectura. Esto con respecto a la forma.
 Con respecto al argumento y temas, la novela es rica y está muy bien hilada. Diré que el argumento principal es la terrible experiencia de una superviviente del holocausto, concretamente del campo de exterminio de Auschwitz. Entre los temas, claro está, destaca la capacidad de ejercer el mal que el ser humano tiene sobre sus semejantes; pero también está el conflicto cultural y social que existe entre el norte y el sur de los Estados Unidos, conflicto que no parece superarse aunque fuera dirimido en la Guerra de Secesión hace casi doscientos años. También el racismo, no sólo de los nazis hacia los judíos y cualquiera no ario, sino también hacia los negros, especialmente en el "sur profundo" del país americano. Por último, es una novela en la que la sexualidad está permanentemente presente, de una forma tan explícita que acaba siendo incómoda de leer. En este sentido, la novela fue publicada en 1980 y recibió muy acerbas críticas por la falta de necesidad de descripciones genitales propias más de un tratado de andrología o ginecología que de un texto narrativo.
 Grosso modo, el argumento narra las peripecias de un joven de veintidós años, sureño de nacimiento y origen, que, con la intención de convertirse en escritor profesional, arrienda una habitación en una casa de huéspedes de Brooklyn, Nueva York. El joven, apodado Stingo (de Stinky, apestoso), es inmediatamente atraído por otros huéspedes de mayor edad, Sophie, una superviviente del holocausto, polaca, y Nathan, su pareja, un presunto científico de origen judío. Desde el primer momento, Stingo se ve arrollado por la fuerza del carácter de sus amigos, especialmente de él, que bascula entre la cordura activa y la demencia agresiva. Sophie, por su parte, atrae a Stingo más desde un punto de vista erótico-romántico que de su carácter, aunque en todo momento la narración de las penurias y barbaries sufridas en el campo de concentración marcan la novela. En este sentido, La decisión de Sophie describe exhaustivamente las salvajadas cometidas por los elementos de las SS al mando del campo, así como de su comandante, el infame Rudolf Höss, uno de los más despreciables asesinos que la especie humana ha generado. Es en este momento cuando la novela se "pierde" un par de capítulos en profusas digresiones sobre el origen del mal en el ser humano y su capacidad para abajar al hombre al nivel del ser más vil que ha hollado la faz del planeta. La relación de Stingo con sus compañeros sufre cuantiosos vaivenes, sobre todo por la imprevisible actitud de Nathan, con coléricos ataques que lo convierten en un verdadero maltratador, ejerciendo violencia física en varias ocasiones contra Sophie.
 Con respecto a la razón del título, se explicita en el penúltimo capítulo, cuando Sophie narra la brutalidad de un alcoholizado oficial médico de Auschwitz, que la obliga a elegir entre salvar la vida de uno de sus dos hijos, Eva o Jan. La superviviente polaca, incapaz de dar respuesta a tan insensible petición, acaba por elegir, en un grado de estupor cercano a la inconsciencia, la vida de su hijo, siendo la hija ejecutada momentos después.
 A medida que avanza la novela se aclara que el comportamiento de Nathan no puede ser sino producto de una enfermedad mental esquizoide, lo cual acaba siendo corroborado por su hermano, Larry, quien informa de que Nathan no es en realidad científico, sino que fanfarronea con su titulación académica y su trabajo en una farmacéutica, cuando en realidad es un enfermo mental que ha estado recluido en varias ocasiones. La agresividad de Nathan va a más, lo cual lleva a Stingo y Sophie a huir hacia el sur con la idea de no volver a Nueva York más, pero ella está perdidamente enamorada de él con un insano amor que la lleva a regresar a Nueva York y a Nathan para finalmente cometer suicidio conjunto.
 Es, ya digo, una novela de gran calado, entiendo que la maquinaria editorial estadounidense y la crítica académica la elevaran a la gloria literaria del siglo XX. Tiene fallos, es mejorable, pero todo lo humano lo tiene, es la esencia que nos aleja de la divinidad. Entiendo que es una novela de lectura obligatoria para comprender los derroteros de la narrativa estadounidense de finales del siglo pasado, así como que añade un conjunto de argumentos fundamentales a la maldad concentrada que supuso el holocausto y, en general, la brutalidad del nazismo.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Equinoccio de otoño

 

Brueghel el Joven, Peter. (1564-1638). Las cuatro estaciones. Otoño. (Óleo sobre tabla). Bucarest, Museo Nacional de Arte de Rumanía.
Image taken from the website www.mnar.ro